Por Lic. Gregory Castellanos Ruano
El veinticuatro (24) de Octubre de mil novecientos tres (1903) tiene lugar la ascensión «de facto« al poder del puertoplateño Carlos Felipe Morales Languasco. Este era hijo de Agustín Morales (oriundo de Saint Thomas), e Isabel Languasco (puertoplateña).
Morales Languasco había sido nombrado Gobernador de Puerto Plata en mil novecientos tres (1903) por el Presidente Alejandro Woss y Gil, quien en su intento de obtener el apoyo político del jimenismo, a pesar de no haber permitido que el ex-Presidente Juan Isidro Jimenes contendiese con él en las elecciones para la Presidencia de la República, nombró una gran cantidad de jimenistas en diferentes puestos del Estado e inclusive con anterioridad ya se había hecho acompañar por el tribuno jimenista y ex.Gobernador de Puerto Plata Eugenio Deschamps como candidato a Vicepresidente para dichos comicios. Ello era natural, pues Woss y Gil había sido lilisista y el movimiento que le llevó al poder había derrocado al Presidente Horacio Vásquez, quien, a su vez, se había sentado en el solio presidencial por haber destituido a Jimenes.
Al producirse el golpe de Woss y Gil contra Vásquez, Jimenes regresó al país pensando que aquél, por haber sido Ministro de Guerra y Marina durante su gobierno se haría a un lado para cederle el poder. Más, como ya hemos dicho, ello no sucedió y Jimenes, a fin de evitar una nueva guerra civil, optó por salir del país.
Para recompensar a Jimenes por su acto de buena voluntad, Woss y Gil le nombró Agente Financiero del Gobierno en Europa.
Woss y Gil se había juramentado como Presidente Constitucional el uno (1) de Agosto de mil novecientos tres (1903) y poco antes de que cumpliera los tres meses en el poder se produce la insurrección de Morales Languasco. Este y sus seguidores bautizaron su movimiento golpista con el nombre de «Unionista« o «La Unión«, haciendo así alusión a la unión entre jimenistas y horacistas o, lo que es lo mismo, entre bolos y rabuces. Señala Don Rufino Martínez que desde su puesto de Gobernador de Puerto Plata Morales Languasco «hábilmente labraba para servir de factor principal en la conciliación de intereses entre jimenistas y horacistas.« Que para ello se «comunicó con quienes estaban fuera del país,…« (Rufino Martínez: Diccionario Histórico-Biográfico Dominicano, página No. 116, Editora de la UASD, 1971)
El pretexto de Morales Languasco y de los unionistas para justificar el golpe fue el de que Woss y Gil buscaba hacer de su gobierno una reminiscencia del gobierno de quien fuera su mentor y puntal, Ulises Heureaux. Esta consigna justificadora fue lo que permitió la alianza de los jimenistas con los horacistas.
El Gobernador de Puerto Plata había logrado movilizar a los jimenistas a unirse con éstos alegándoles que Woss y Gil había traicionado a Jimenes porque no permitió que éste volviese a ser Presidente al obstaculizarlo en las dos formas ya indicadas. Así, él, que había sido el principal artífice del distanciamiento y de la enemistad entre Vásquez y Jimenes, ahora aparecía como el unificador de los seguidores de éstos dos expresidentes.
Había sido Morales Languasco quien en su anti-horacismo rabioso había imitado la firma del Presidente Jimenes para ordenar el arresto de Horacio Vásquez y de algunos de los principales seguidores suyos, lo que fue causa de que ipso facto éste y sus áulicos respondiesen con el grito de rebelión contra el Gobierno de Jimenes, del cual Vásquez era Vicepresidente.
En su pronunciamiento desde Puerto Plata contra Woss y Gil, Morales Languasco se autoproclamó Presidente Provisional de la República.
«En la ciudad de San Felipe de Puerto Plata, a los 25 días del mes de octubre de mil novecientos tres, a las diez de la mañana; y previa convocatoria del ciudadano Carlos F. Morales Languasco, jefe de la revolución que en la tarde de ayer se inició en esta ciudad, desconociendo la autoridad del Presidente Alejandro Woss y Gil, se reunieron en la gobernación algunos ciudadanos que firmaron el manifiesto de la revolución, constituídos ad hoc en Junta Revolucionaria. El ciudadano Morales Languasco hizo uso de la palabra y dijo que habiéndose consumado el pronunciamiento de la ciudad, e iniciada por él la revolución contra el expresado Gobierno del general Woss y Gil consideraba como deber suyo depositar en el seno de la Junta las facultades de que hizo uso para dar principio al movimiento; que deba por terminado su cometido y que dejaba así a la Junta en libertad de proceder como mejor tuviese a bien.«
Así se instaló en Puerto Plata ese Gobierno Provisional de un hijo de Puerto Plata.
En «La Viña de Naboth« Summer Welles sostiene que el Presidente Provisional redujo a prisión al Vicepresidente de la República, Eugenio Desachamps, para negociar con el Gobierno de Woss y Gil, es decir, para obligar a este a tal cosa, pero el traductor de su obra, Manfredo A. Moore, le acota diciendo que el dato es inexacto, que el «Vicepresidente Deschamps no fue reducido a prisión;« que «él se embarcó en Monte Cristi para el extranjero.« (Summer Welles: La Viña de Naboth, tomo II, página No. 73, Editora Taller, 1973)
La contraafirmación de de Moore parece merecer entero crédito, pues era él el secretario del Vicepresidente Deschamps y le acompañó, según él mismo dice, hasta Navarrete en el viaje hacia Monte Cristi. Naturalmente quedaría por saber si Deschamps se devolvió para tomar camino hacia Puerto Plata, cosa que si ocurrió Moore no se enteró, además la de Welles lleva a pensar que de ser cierta Deschamps lo hizo porque pensó que, de toda forma, Morales Languasco, al igual que él, seguía siendo un jimenista.
Otra hipótesis posible es que la afirmación de que Deschamps fue apresado por el Gobierno Provisional se hiciese para atemorizar a Woss y Gil para contribuir a facilitar las negociaciones con éste.
Al ser puertoplateño el que encabezaba la insurrección es lógico suponer que su presencia también contribuía a recabar el apoyo financiero y militar de algunso de los compueblanos que le eran cercanos. El principal apoyo financiero de los insurrectos lo eran las recaudaciones obtenidas por la aduana de Puerto Plata. Como la insurrección de Ignacio María González contra Báez en 1873 (que por cierto también se llamaba «La Unión« o «Unionista«), y la de Luperón contra Cesáreo Guillermo en 1879, las recaudaciones de la aduana de Puerto Plata fueron un factor múltiplemente decisivo para el triunfo de Morales Languasco contra Woss y Gil. Además hay que tener en cuenta que ya para esta época existía en Puerto Plata una sucursal de la casa comercial de Jimenes.
Al extenderse rápidamente la insurrección Unionista por todo el país y lograr sitiar el último reducto de Woss y Gil, Santo Domingo, es cuando Ramón (Mon) Cáceres, segunda figura del horacismo, regresa al país, haciendo tal cosa por Puerto Plata.
Cáceres venía al país procedente de Santiago de Cuba donde se encontraba junto a Horacio Vásquez y a poco de haber entrado por Puerto Plata se topa allí mismo con Juan Isidro Jimenes que también había regresado. El encuentro entre Jimenes y Cáceres se produce en la estación del ferrocarril de Puerto Plata, pues ambos se dirigían hacia Santiago.
Según Pedro Troncoso Sánchez, «Mon (Cáceres), sentía una auténtica satisfacción al ver la posibilidad de que el jimenismo y el horacismo se unieran ahora para formar un gran frente nacional contra las amenazas del carcomido lilisismo, y en la mente de ambos viajeros, se aceptaba implícitamente la idea de proponer la candidatura Jimenes-Cáceres para unas próximas elecciones.« Aunque esto no ´´llegó a mencionarse´´. (Troncoso Sánchez, Pedro: Ramón Cáceres…, páginas Nos. 212 y 213) Cuando Troncoso Sánchez dice que en l a mente de ambos viajeros «se aceptaba implícitamente la idea de proponer la candidatura Jimenes-Cáceres…«, a lo que él se refiere es a la cricunstancia de que habiendo Horacio Vásquez dicho por aquellos días que planeaba retirarse de la vida política y siendo Cáceres la segunda figura en importancia del horacimso, lo más probable sería entonces que el movimiento unionista de Morales Languasco presentaría para las elecciones la candidatura ya expresado por Troncoso. Sin embargo, los hechos habrían de demostrar otra cosa.
Una vez tomada la Capital por las fuerzas unionistas, Morales Languasco declaró allí que quien retornaría al poder gracias a su movimiento insurreccional sería Juan Isidro Jimenes. Es este episodio de la vida de Morales Languasco el que quizás refleje en toda su magnitud la astucia del ex cura, General y Presidente. En efecto, sabedor de que los horacistas no permitirían que Jimenes volviese a gobernar teniendo éllos la posibilidad de impedirlo; que aquéllos sólo apoyarían a un líder salido de sus propias filas o al mismo caudillo Vásquez o, quizás, a él mismo, es decir, a Morales, tal y como lo habían venido haciendo desde el pronunciamiento de Puerto Plata, el ex cura ahora convertido en Presidente de la República sabía también a qué atenerse al dar a conocer esa noticia.
Morales buscaba crear recelos entre los horacistas a fin de que estos se pronunciasen negativamente sobre el particular. Cuando así lo hicieron se dibujó nuevamente en el ambiente el espectro de la guerra civil, lo que quería Morales Languasco para que los dos bandos políticos ante la perspectiva trágica serenasen sus ánimos y depusieran sus objetivos primigenios y optasen por la alternativa de seguir apoyando a aquél que había logrado la convergencia y unidad de los dos grupos.
Ya Jimenes había lanzado su candidatura a la Presidencia haciéndose acompañar por el General Andrés Pichardo (a) Guelito como candidato vicepresidencial. No obstante ello, Morales lanzó la suya haciéndose acompañar por Cáceres como compañero de boleta. Si Morales Languasco hubiera puesto en marcha su plan de alcanzar la Presidencia por la vía constitucional antes de que Jimenes presentara su candidatura quizás el mismo hubiera fructificado.
Hay que tomar en cuenta que ya Jimenes había tenido la experiencia de Woss y Gil y probablemente fue eso lo que le impelió a lanzar rápidamente su candidatura presidencial en esta nueva ocasión. Morales Languasco, naturalmente, también tenía pleno conocimiento de cómo se habían desarrollado los acontecimientos posteriores al derrocamiento de Vásquez y quizás a consecuencia de ello fue que quiso emular al lilisista o colituerto Woss y Gil para quedarse rigiendo los destinos de la Nación.
Como ya el caudillo de los jimenistas había dado a conocer que aspiraba otra vez a la Primera Magistratua, el ex cura puertoplateño decretó que las elecciones tendrían lugar los días 16 y 17 de Enero de 1904 y acto seguido proclamó que participaría en las mismas.
Habiéndose postulado ya Jimenes por su bando, era lógico que Morales no podía contender con él para obtener el apoyo de los bolos, puesto que la gran mayoría de éstos seguían ciegamente a su caudillo. Es por ello que el General puertoplateño deciden entonces apoyarse en el horacismo. Al parecer Morales creía que Jimenes reproduciría la actitud de salir del país para evitar la catástrofe de una nueva guerra civil tal y como hizo cuando decidió no oponerse a la ambición presidencial de Woss y Gil. Y quizás animado por esta creencia fue que tácitamente se definió como el único capaz de garantizar la paz social del país cuando en una proclama subsiguiente al lanzamiento de su candidatura dijo:
«Mi viejo amigo don Juan Isidro Jimenes, quien ha sido el director de la causa por la cual yo he hecho tantos sacrificios, me encontrará siempre leal; y el General Horacio Vásquez, quien en la actualidad vive retirado en un país extranjero, pero cuyo lugar en la dirección del partido ha sido ocupado por el General Ramón Cáceres, candidato a la Vice-Presidencia, también encontrará en mí una garantía para sus intereses«. (Summer Welles: La Viña…, página No. 76)
Más que nada esto también era un último llamado a los jimenistas. Morales Languasco, a pesar de haber lanzado ya su candidatura, había dejado en su Gabinete dos prominentes jimenistas (el General Pichardo, antiguo lilisista, Ministro de Interior y Policía, ahora también candidato vicepresidencial jimenista, y Manuel Arturo Machado, Ministro de Relaciones Exteriores), con la confianza de que ello contribuiría a que los dos bandos continuasen viendo en él un ente de moderación y concordia. Pero ya Jimenes, que había regresado al país confiando en que aquél que otrora le había dado muestras de ser su más fiel seguidor habría de allanarle el camino a la Presidencia, estaba decidido a quedarse y a ser Presidente nuevamente. Y es que Jimenes no podía permitir que uno que antes había sido tan sólo un segundo suyo le disputase el máximo cargo estatal ya que de avenirse a los deseos de Morales Languasco, tal cosa significaría una erosión de su liderazgo sobre sus seguidores, quienes hubieran visto en tal actitud una falencia o debilidad suya, lo que, además, hubiera podido repercurtir en que muchos de esos seguidores a la larga simpatizacen con Morales.
En una ocasión en que Morales se encontraba ausente, los horacistas, que constituían mayoría en el Gabinete, depusieron a los dos ministros jimenistas Pichardo y Machado. Parece ser que esta acción de los horacistas, que «per se« constituía la liquidación del unionismo y que no fue revocado por Morales, llevó a los jimenistas a la convicción de que Morales Languasco y los horacistas no celebrarían unas elecciones libres, que iban a mantenerse en el poder a como diera lugar.
Pocos días después de la señalada destitución ministerial, los jimenistas lanzan el grito de guerra contra el Gobierno del Presidente Provisional Morales Languasco.
El movimiento de los insurgentes rápidamente se extendió por todo el país. La alegoría de Gimbernard sobre el particular retrata magníficamente la situación militar prevaleciente poco tiempo después de haber estallado la insurrección:
«A favor del gobierno, como dos torrecillas sobresaliendo en un embravecido mar, quedaban tan sólo el Gral. Cáceres y un grupo -en una loma- y el Gral. Jesús María Céspedes -en la playa de Sosúa-.«
(Gimbernard, J.: Historia de Santo Domingo, sexta edición reformada, página No. 401)
Al caer Puerto Plata en manos de los jimenistas, que a la sazón contaban allí con personas de bastante prestancia social, el General puertoplateño y horacista Jesús María Céspedes estableció un foco guerrillero en Sosúa al cual rápidamente el pueblo denominó «La Pringamosa«. Según don Rufino Martínez, se le denominó así como expresión de semejanza por su calidad, con la hoja así llamada y de efecto corrosivo rosada con la piel.«
(Martínez, Rufino: Diccionario Histórico-Biográfico Dominicano, página No. 116)
A consecuencia de la apretada situación militar de su Gobierno, el Presidente Morales decretó el bloqueo de varios puertos del país, entre los cuales se encontraba el de su ciudad natal, Puerto Plata. Gracias a este bloqueo la guerrilla del General Jesús María Céspedes pudo ser abastecida de pertrechos y alimentos, ambos elementos necesarios para poder sostener la guerra contra el enemigo jimenista, pero no sólo le fue suministrado esto a las filas de la guerrilla, sino también hombres. Para tal fin desembarcaron en Sosúa algunos generales del Gobierno. Entre éllos cabe mencionar a Cirilo de los Santos (a) Guayubín. Por tierra también recibió Céspedes alguna ayuda, como fue el caso del Juan José Florimón, de Matanzas, quien envió a Daniel Shephard de refuerzo. En una ocasión el mismo Mon Cáceres, acosado por las fuerzas jimenistas llegó a Sosúa a reponerse y buscar ayuda.
La guerrilla del General Céspedes, quizás el más fiel de los hombres de armas a Languasco, recibía también el apoyo y la cooperación de las fuerzas navales norteamericanas. Estas hicieron acto de presencia en el puerto de mar de la plaza cuando éste al frente de ellas la atacó.
Ricardo (Bubul) Limardo fue el principal colaborador del General Céspedes. Bubul continuamente animaba a Céspedes y lo acompañó desde el principio en su pronunciamiento en Sosúa.
Los partidarios de Jimenes en otras partes se encontraban tan resentido por la ayuda norteamericana a las tropas horacistas en la toma de Puerto Plata y por la actitud oportunista de los otrora jimenistas en esta ciudad que el General Desiderio Arias, uno de los bolos más prominentes, le dice a su caudillo, refiriéndose a Puerto Plata, en una carta:
«Cuando volvamos a ocupar Puerto Plata no debe extenderse en consideraciones especiales a nadie, y menos a extranjeros tales como…quienes deben ser expulsados a patadas del país, para que no vuelvan nunca, sin ponerle atención alguna ni a los Cónsules ni a los Americanos…Cuando vaya a atacar a Puerto Plata, ofrézcale a las tropas permiso de saquear la ciudad, y usted verá que contentos se ponen y con qué avidez ponen manos a la obra. Soy siempre su amigo, Arias.«
(Welles: La Viña…, página No. 78)
Cuando en Santo Domingo el crucero norteamericano «Newark« disparó sus cañones contra los sitiadores jimenistas acampados en Villa Duart (Pajarito), y desembarcó sus marines, el cura puertoplateño Lic. Rafael Conrado Castellanos y Martínez escribió una nota de protesta y en persona se dirigió a buscar las firmas de otros prominentes ciudadanos entre los que se encontraban Mario Saviñón, el educador Federico Henríquez y Carvajal, el escritor Miguel A. Garrido, Dr. R. Coiscú, Enrique Deschamps, Dr. Ramón Báez, General Carlos Parahoy, Octavio Mella y Max Enrique Ureña.
El Padre Castellanos, bajo cuya dirección se encontraba la edición de «El Criterio Católico«, imprimió la protesta en hojas sueltas en la Tipografía Eclesiástica y las hizo circular. Narra Vetilio Alfau Durán en su Introducción a la recopilación de escritos del Padre Castellanos que: «La viril y patriótica protesta circuló en la tarde del 12, y en las primeras horas de la noche, como gaje de la feroz persecución desatada contra el autor de aquella singular manifestación de dignidad ciudadana, fue «más que allanado, casi saqueado el Palacio Arzobispal,…«
Sigue Alfau Durán narrando que: «Gracias a una estratagema puesta en práctica por el Prelado (Meriño.GC), mientras acompañaba a los secuaces del Gobierno cuando recorrían en sus pesquisas las habitaciones y dependencias de la residencia arzobispal, logró el Padre Castellanos no ser visto, escaparse del recinto y refugiarse en la Legación de Haití, bajo cuyo amparo embarcó el día 27 rumbo a Santiago de Cuba, adonde arribó dos días después como exiliado político.«
(Padre Rafael C. Castellanos: Obreas, tomo I, páginas Nos. 17 y 18)
Castellanos era cura y fue Diputado al Congreso Nacional en 1899 tras la caída del régimen de Heureaux; Morales había sido cura y fue Diputado en 1901.
Teniendo a Puerto Plata bajo control, las tropas gubernamentales bajo el mando de Jesús María Céspedes se dirigieron hacia Santiago, sede del Gobierno establecido por los rebeldes, y donde convergieron con las del General Cáceres desalojando así a los insurrectos de aquella ciudad y teniendo éstos que retroceder a la zona donde eran más fuertes, Monte Cristi, siéndoles pisados los talones por las fuerzas militare del Gobierno. Este designó a Céspedes como delegado suyo con la misión de negociar con los insurrectos el cese de la guerra civil. Esto se logró gracias a la mediación del Comandante Dillingham, del buque de guerra norteamericano «Detroit«.
El pacto de paz se firmó a bordo de un buque norteamericano surto en las aguas de Monte Cristi y es muy probable que haya sido a bordo del mismo «Detroit«, como también es probable que este haya sido uno de los buques de guerra norteamericanos que hicieron acto de presencia en el puerto de Puerto Plata para ayudar al General Céspedes a tomar la plaza.
A los jimenistas, encabezados por Desiderio Arias, uno de los dominicanos que más se ha destacado por su labor subvertidora de gobiernos, y Demetrio Rodríguez, el hombre-símbolo, como le llama Balaguer en uno de sus discursos, se le concedió la gobernación de Monte Cristi a cambio de no mantener campaña insurreccional alguna contra el Gobierno de Morales Languasco. Este designó, a su vez, a Jesús María Céspedes Gobernador de Puerto Plata, y a Ricardo (Bubul) Limardo Gobernador del Distrito Pacificador.
Nos dice don Rufino Martínez, que en Puerto Plata «…Jesús María Céspedes, secundado por Bubul Limardo, como general vencedor y con los recursos del gobierno a su disposición, les tenía asegurados a los rabuces el apoyo de los principales elementos del comercio y la industria, con lo cual se completaba el más entero prevalecimiento político.«
(Martínez, Rufino: Del Puerto Plata de ayer, Editora del Caribe, 1963, página No. 115)
Poco antes de escribir ese párrafo, don Rufino Martínez sostiene que no obstante ello Puerto Plata «conservaba todavía inclinación a los bolos, y en cualquier corrillo era tema preferido el de la política, seguida con la ansiedad de quien espera el triunfo de su causa.« (Páginas Nos. 114 y 115)
Aún cuando eso hubiese sido verdad, lo cierto es que a partir de entonces Puerto Plata era conocida en el país como una zona donde predominaban los horacistas. Es más: esto es comprobado por Julio Genaro Campillo Pérez, quien a consecuencia de sus estudios sobre la evolución histórica de las elecciones presidenciales dominianas consigna en la página No. 121 de su obra «El Grillo y el Ruiseñor« que eran «zonas colúas« las «Comunes de Puerto Plata y Bajabonico«. Pero rápidamente anota que «es conveniente aclarar que la parcialidad de estos sitios no era estrictamente fija en favor de uno u otro bando, así como también que en ellos no había simpatizantes de la facción contraria, aunque probablemente en forma minoritaria«. (Página No. 121
Después de pacificado el país, Morales viajó varias veces a su pueblo natal. En él su Gobierno venía siendo objeto de ataques virulentos por algunos articulistas de los periódicos «El Porvenir« y «El Boletín de Noticias«, ambos editados por Pedro Castellanos (a) Pita, quien era hermano de la esposa del Presidente Morales Languasco.
Pita Castellanos además era el encargado por aquel entonces de la Biblioteca Municipal, la cual se encontraba ubicada en la parte baja del quiosco victoriano del Parque Central. La Gobernación de Puerto Plata se hallaba situada, a su vez, frente a dicho parque (exactamente donde muy posteriormente se encontraba el restaurant «Maguá«, luego conocido bajo otra administración como restaurant «El Palco« y luego se instaló ahí un pequeño banco).
En uno de esos viajes a Puerto Plata, el Presidente visitó la Gobernación y al salir de ella se dirigió solo hacia la Biblioteca Municipal. Una vez allí, el Presidente le requirió a Pita la razón por la cual él permitía esos ataques contra el Gobierno si ellos se encontraban emparentados. Pita, hombre de carácter acre, le respondió con acritud que hiciera el parentesco a un lado e hiciera lo que él (Morales Languasco) considerase. Molesto con aquella falta de respeto de parte de su cuñado, el Presidente Morales Languasco hizo uso de un silbato con el cual acostumbraba llamar su guardia pretoriana. Esta acudió presta y recibió la orden tajante y reflejadora de la ira presidencial de conducir de inmediato en calidad de detenido a Pita a la fortaleza municipal. Lo que fue cumplido. Tuvo que intervenir la esposa del Presidente de la República para solicitar la libertad de su hermano. Al hacerlo élla se dirigió al Jefe de Estado de esta forma:
-«Carlos Felipe, recuerda que Pita no es sólo mi hermano, él es más que eso, es mi padre; por favor ordena que lo suelten.«
A la muerte del padre de la esposa del Presidente Morales, había sido Pita quien había tenido la carga de mantenerla a élla y a sus demás hermanos. De ahí que con razón le tuviera por su padre. La esposa de Morales Languasco se llamaba Aurelia Castellanos (a) Lela.
Este episodio, anecdótico si se quiere, retrata el carácter del ex – cura: el de un hombre que no se arredra ante nada.
A fin de asegurarse en el poder Morales Languasco buscó afanosamente el apoyo norteamericano desde un principio, pues lo consideraba como la única alternativa para evitar que el horacismo le diese un golpe de Estado ya que el partido político del cual él había salido a la palestra pública no le brindó apoyo alguno, sino que le hizo la guerra.
Morales Languasco llegó a solicitar un protectorado por cincuenta (50) años a los Estados Unidos y aunque como tal no pudo ser obtenido siguiendo los debidos procedimientos constitucionales y legales, a la postre, en virtud de un acuerdo firmado el siete (7) de Febrero de mil novecientos cinco (1905), el Gobierno de Estados Unidos podía ayudar, vale decir, intervenir en la República Dominicana para conservar el orden, o, lo que es igual, a ayudar al Gobierno dominicano -que era el de Morales Languasco- a mantener el orden en caso de que se produjese una revuelta en su contra.
Como en mil novecientos (1900) y en mil novecientos tres (1903) los gobiernos europeos cuyos ciudadanos tenían bonos de la deuda externa dominicana (oneroso rosario cuya primera cuenta lo fue el empréstito Hartmont concertado por Báez durante su gobierno de «los seis años«), enviaron varios de sus buques de guerra a Santo Domingo para obligar al Gobierno dominicano a pagar la deuda que tenía con sus nacionales, los norteamericanos, a fin de proteger su seguridad (además ya se había iniciado la construcción del Canal de Panamá), hicieron presión en Junio de mil novecientos cuatro (1904) a la San Domingo Improvement Companay para que aceptara los 4,500,000 dólares que establecieron los árbitros del Protocolo de 1903 como pago por los bienes y los intereses que tenía en República Dominicana.
Ese pago debía realizarse a razón de $37,500 mensuales durante dos años, y $41,666 también mensuales, después de esa fecha, hasta que la deuda fuera cancelada totalmente.
En cuanto al Estado dominicano, los árbitros (dos norteamericanos y uno dominicano), fallaron que las recaudaciones de las aduanas de Monte Cristi, Sánchez, Samaná y PUERTO PLATA debían ser destinada al pago de lo adeudado a la San Domingo Improvement Company y a sus subsidiarias la San Domingo Finances Company y la San Domingo Railways Company en caso de que el Gobierno dominicano no cumpliese con los pagos mencionados.
El laudo arbitral taxativamente expresaba que si esta última situación se materializaba el Agente Financiero nombrado por dicho laudo quedaba ipso facto autorizado a tomar posesión de la aduana de Puerto Plata para que los ingresos que por ella se recaudaran fueran destinados al pago de la deuda del Estado dominicano. También preveía el laudo que «en el caso de que esas sumas no fueran suficientes para el pago de las cantidades adeudadas de acuerdo con la decisión del Tribunal, procedería a recaudar los ingresos aduaneros en otros puertos del Norte de la República (se refiere a Monte Cristi, Sánchez y Samaná.GC), con los mismos derechos y privilegios que le eran acordados en Puerto Plata.« (Summer Welles: La Viña…, página No. 83)
Lo que significaba que de faltar el Estado dominicano en el pago de su deuda extena, sería el propio Estado norteamericano el que ejercería un control sobre nuestras aduanas norteñas. Y es que los árbitros fueron nombrados por los Estados Unidos (dos), y por la República Dominicana (uno), en virtud de lo acordado entre los gobiernos de ambos países. Y, lo que es lo importante, el Agente Financiero nombrado era norteamericano.
La función del Agente Financiero consistiría, en principio, en verificar los gastos y los pagos del Estado dominicano, y en que éste sin su autorización no podría realizar dichos gastos o pagos.
Aún cuando el Congreso Nacional se opuso a las decisiones del laudo por considerarlas lesivas a la Soberanía del país, el Jefe de Estado dominicano, Morales Languasco, las reconoció como válidas. Así, al incurrir el Gobierno dominicano en su primera falta en el pago de la deuda, el Agente Financiero, tal y como lo preveía el laudo, dio el paso correspondiente: tomó posesión de la aduana de Puerto Plata. Como el Presidente Morales Languasco había reconocido la validez del laudo, fue él quien dio la orden necesaria para que el Agente Financiero norteamericano pudiese cumplir con su misión.
El Agente Financiero, llamado John T. Abott, llegó a Puerto Plata a bordo de un buque de guerra norteamericano de los que formaban la cuadrilla naval enviada allí a tal objeto.
Nos dice Summer Welles que: «El Gobierno, anteriormente, había sufragado con las rentas aduaneras de Puerto Plata los gastos de la Administración no solamente de esa provincia, sino de las de Santiago y Moca también, las cuales juntas comprendían casi todo el Cibao.« (La Viña…, página No. 83)
Y que: «En consecuencia, al perder esta fuente de ingresos, el Presidente se vio obligado a imponer nuevos impuestos para cubrir los gastos imperativos que tenía que hacer su Gobierno para mantenerse.« (La Viña…, páginas Nos. 83-84)
Aunque posteriormente una gran parte de las disposiciones del laudo, debido a la presión política existente, fue derogada por pláticas realizadas entre el Gobierno dominicano y el Gobierno norteamericano de Teodoro (Teddy) Roosevelt, y que dieron lugar al acuerdo del 7 de Febrero de 1905 ya mencionado y posteriormente el Modus Vivendi, no obstante, la Aduana de Puerto Plata continuó intervenida.
El diecinueve (19) de Junio de mil novecientos cuatro (1904) Morales Languasco se juramentó como Presidente Constitucional. Las elecciones, que originalmente fueron fijadas para los días dieciséis (16) y diecisiete (17) de Enero de ese año, fueron pospuestas y se celebraron el treinta y uno (31) de Mayo. En ellas Morales Languasco resultó electo Presidente junto a Cáceres como Vicepresidente.
Debido a las constantes presiones y exigencias que los horacistas le hacían, pronto le fue evidente al Presidente Morales Languasco que a pesar de que tenía el apoyo militar norteamericano ello no era suficiente para garantizar su permanencia en el poder, razón que le llevó a hacer una serie de nombramientos en puestos claves de individuos que, aunque horacistas, eran de su entera confianza. Aún cuando el General Céspedes le había dado muestras de una completa lealtad, el Presidente Morales Languasco, considerando que necesitaba un hombre de mayor experiencia y olfato políticas en la Gobernación de Puerto Plata para que controlase a los horacistas de esa Común y los atrajese a su lado, nombró como nuevo Gobernador de Puerto Plata al General Fermín Pérez, que poco tiempo antes había formado parte de su Gabinete, pero que por la exigencia del Vicepresidente Cáceres y de los demás ministros horacistas, tuvo que ser apartado del Gabinete por el Jefe de Estado para aplicar a aquéllos.
El General Pérez era horacista, pero había sido condiscípulo de Morales Languasco y como no se avenía fácilmente a las exigencias de sus colegas ministros al Presidente, de ahí la desconfianza de aquéllos respecto de él.
Morales Languasco aprovechó la circunstancia y le nombró, como ya dijéramos, Gobernador de Puerto Plata. Pero la saña de Cáceres y el Gabinete horacista contra el General Pérez continuó, y ello era natural, pues los seguidores de Cáceres en Puerto Plata comunicaron a éste la intención que reflejaban las actividades de Pérez en la ciudad norteña. De inmediato sobrevino la exigencia de Cáceres y el Gabinete de Morales Languasco de que destituyera al General Pérez de la Gobernación que le había encomendado.
Para que los horacistas no dudaran de él, y así poder ocultar sus verdaderas intenciones, el Presidente Morales le pidió a Pérez que renunciase, a lo que Pérez se negó. Posteriormente,accedió.
El Primer Magistrado de la Nación se dio cuenta entonces que tenía que deshacerse de los horacistas porque de lo contrario el monstruo político que para él ellos representaban acabaría por devorarle. Fue entonces cuando decidió apoyarse nuevamente en los jimenistas para destituir a su Gabinete. Hizo los contactos necesarios y recabó el apoyo que él consideraba necesario para deshacerse de sus molestos compañeros de Gobierno.
Para poner en marcha su plan, Morales Languasco salió de la Capital en la noche del veintincuatro (24) de Diciembre de mil novecientos cinco (1905) con destino a Haina, donde habría de encotrarse con el joven sobrino del ex – Presidente Jimenes y un grupo que militaba bajo esta bandería y que en total solamente sumaban alrededor de treinta hombres.
La salida del Jefe de Estado fue advertida por los horacistas quienes destacaron hombres en su persecución. Al tratar de huir Morales y su grupo hacia Azua en busca de ayuda tuvo la mala suerte de romperse una pierna, lo que facilitó su localización y captura.
Poco antes Morales le había enviado una nota al embajador norteamericano en la que le pedía su mediación para poder salvar su vida y salir del país y en la que, además, le daba seguridades de que a cambio él renunciaría a sus aspiraciones políticas para siempre.
Ya la insurrección en su apoyo había estallado en Monte Cristi y estaba encabezada por Desiderio Arias. Por su lado, el General Miguel Andrés Pichardo (a) Guelito, el mismo que fuera candidato vicepresidencial con Jimenes, se pronunció también en favor de Morales Languasco y asaltó junto a Mauricio Jimenes la comandancia de Guayubín.
Poco antes de Morales Languasco salir con destino a Puerto Rico, «por mediación del Comandante de un buque (de guerra norteamericano.GC), surto en Puerto Plata, comunicaba telegráficamente a Guelito Pichardo en Monte Cristy, que depusiera toda actitud de rebelión.« (Martínez, Rufino: Diccionario…, página No. 334)
Así terminó el Gobierno del último de los presidentes oriundos de Puerto Plata que ha tenido el país a lo largo de su accidentada y azarosa vida política.
Por Lic. Gregory Castellanos Ruano