planosPor Lic. Gregory Castellanos Ruano

«Memorias y deseos

de cosas que no existen;

accesos de alegría,

impulsos de llorar.«

(Bécquer, Gustavo Adolfo: Rimas, III)

Parece ser, según la foto de la maqueta de todo el conglomerado del Anfiteatro que publicó Puerto Plata Habla, que «La Cueva de los Indios« se va (o ya se fue), y, simultáneamente  con su desaparición física va a desaparecer del recuerdo del imaginario colectivo de Puerto Plata. Según dicha fotografía el proyecto se la llevaría de encuentro.

Con la construcción de la parte de la entrada al edificio de la administración del Anfiteatro se habrá matado y sepultado uno de los mitos puertoplateños. Mito puertoplateño porque fue uno de los mitos urbanos que se crearon en la ciudad de Puerto Plata llevando a muchos niños a creer que aquella cueva realmente fue habitada por indígenas de la época  pre-colonial.  En mi época de niñez de ella siempre se hablaba de o como  «La Cueva de los Indios«.  ¿Ubicación?: casi frente a la entrada de La Poza del Castillo.

En la entrada de dicha cueva creció una vegetación exhuberante sobre  los gigantescos peñazcos allí esparcidos, entre la cual vegetación se destacaba la que permitía hacer los fuetes de vegetal que hacíamos cuando pequeños para  hacer sonar fuertemente en el aire las ondas expansivas de sus detonantes chasquidos.

Los que por curiosidad  nos atrevimos a entrar a aquel lugar llegamos hasta el sitio más remoto de dicha cueva.  Unos decían que lo que al final de la misma parecía como tapiado se debía a que supuestamente estaba así porque eso supuestamente conectaba con el mar de la bahía, que era la culminación de un túnel con agua de mar que conectaba con dicha bahía.  Otros decían que esa pared se hizo para ocultar pólvora y material bélico de los militares del puesto militar  sobre  ella allí establecido.  Otros más decían que dicho tapiado obedecía a que ahí había un tesoro de oro ocultado.

En varias ocasiones un gran número de muchachos  picados por la curiosidad  intentamos abrir  el tapiado en cuestión. Se llegó a llevar primero tubos de cierto grosor y posteriormente hasta una pata de cabra para intentar romper aquello, pero todo fue infructuoso.  A los de más edad, que eran los cabezas del grupo, parecía no importarles que, de ser cierta la hipótesis del túnel de agua, al destruir aquel cierre macizo de inmediato brotaría agua en cantidades enormes y suficientes como para inundar aquel lugar con las correspondientes consecuencias negativas sobre los interesados curiosos.

Según supe más entrado en edad resultó que nunca fue tal «cueva de los indios«;  que en realidad el lugar se creó artificiosamente producto de la búsqueda y extracción de materiales para una construcción durante el régimen de Trujillo.

Quien hizo la aclaración la hizo estando yo presente  en El Malecón (estábamos sentados todos en la parte del mismo que corresponde a la calle José del Carmen Ariza) como parte de una conversación entre varios amigos ya adolescentes; dicha conversación se originó porque uno de los del grupo tocó el tema de que él no conocía que en Puerto Plata quedasen vestigios de la presencia indígena, a lo cual yo le respondí que en Long Beach se podían encontrar restos de alfarería indígena a flor de tierra  porque ahí hubo una comunidad indígena y que fuera de eso se conocían tres cuevas que habitaron indígenas : la de Yásica, mencionada en el Censo de la Común de Puerto Plata de 1919; la de los alrededores de Guananico donde, según la Mitología taína del Sur de la Isla supuestamente  «fue creado el mundo«; y «esta Cueva de los Indios« al lado de donde están los tanques gigantescos  negros de almacenamiento de combustible de la planta de electricidad. Cerca del grupo estaba una persona mayor de edad que escuchó la conversación, sólo recuerdo que dicha persona se sorprendió cuando me escuchó mencionar «La Cueva de los Indios« como si esta hubiese sido tal cosa; interviniendo y diciendo dicha persona, en  tono de sorpresa a la par que  medio de reproche:  «¡¿Cueva de los indios?! ¡¿Cuál Cueva de los indios?! ¡¿De dónde sacan ustedes que eso era una cueva donde vivieron indios?! ¡Pero si esa cueva se formó producto de que de ahí se extraían materiales para hacer una construcción cuando Trujillo…!«  La persona de referencia, lamentablemente no precisada por mi memoria,  llegó hasta a decir  con especificidad  a qué construcción él se refería, lamentablemente tampoco recuerdo el señalamiento concreto que él hizo…

Aquello para mí y para todos los demás que estábamos allí  fue una especie de sacudida, pues durante toda la vida, hasta ese momento, habíamos conocido esa cueva (salvo el que expresó su total desconocimiento) como «La Cueva de los Indios« internándose en el almacén de nuestra memoria que ahí habían vivido indígenas de verdad.

Pero el hecho del dato aclaratorio (es decir,  que no fue tal cueva  de  indios nunca) haber salido de una persona de edad bastante madura me indica que el dato fantasioso existió solamente en las mentes de  niños nacidos con cierta posterioridad a la extracción y a la construcción en cuestión, empero datos que vierto poco más adelante indican claramente que el mito también abarcó a una buena parte de la población de Puerto Plata, buena parte que  al final terminó recogiendo esa historia como parte de su imaginario.

Realmente no alcanzo a medir qué alcance llegó a tener este mito urbano entre la totalidad de la población de la ciudad de Puerto Plata, pero infiero que tenía cierto alcance entre la muchachada de un buen sector puertoplateño, pues estoy hablando de niños algunos de los cuales vivían unos en las cercanías de la referida  cueva (El «Pie del Fuerte«, como le llamaban en ese entonces), otros (como yo) de la parte céntrica de la ciudad, otros de hasta Los Castillitos al Este de la ciudad y hasta de más lejos aún.

Me cuenta mi esposa que élla recuerda que siendo profesora de la Escuela del Plan Reforma los profesores de Historia de allí  llevaban a los alumnos a ese lugar para que conociesen lo que dichos profesores igualmente creían que era una real «Cueva de los indios«. Ello da una idea clara de la magnitud de la difusión del error-mito en cuestión.

¡Sabrá Dios cuántas deformaciones, mitos, mentiras, extravíos, calumnias, etcétera, surgen y se propagan en la vida de la misma manera en que se formó y se extendió este mito urbano de la niñez de muchos puertoplateños!

Aquel lugar es  testigo de cómo van transformándose y desapareciendo las cosas.  Es el fin de un mito urbano que no sé la totalidad de hasta dónde se extendió.  Es el entierro de un mito.  Pero es el progreso.  El examen  de la maqueta del complejo del Anfiteatro me permitió  apreciar dicho (así anunciado) entierro.   A la presente fecha supongo que ya el entierro físico del mito en cuestión tiene que haberse materializado.