Ahora que se ha puesto de moda la percepción de la corrupción, de la delincuencia, del desempleo, de las estampidas en los diferentes partidos políticos, la percepción en las encuestas, y hasta en las “caídas libres”, es oportuno percibir la necesidad que tenemos de recordar su significado.
En cualquier diccionario por sencillo que sea leemos que: percepción no es otra cosa que “tener un primer conocimiento de una cosa o situación por medio de las impresiones que comunican los sentidos”.
Si sales no abrigado fuera de la casa y hace una temperatura muy fría, sentirás el frío reinante. ES una realidad.
Si el vecino sale bien abrigado con gorro, doble bufanda, guantes, botas y un buen abrigo ¿Tendrá él la misma percepción que tú?
Si diez vecinos salen como él, ¿Te harán variar la percepción que tienes del frío? Se podrá variar la percepción, pero la realidad ES la realidad.
No todo ES del color del cristal con que se mira, como no todo lo que brilla es oro.
Mediante una buena y bien orquestada campaña de comunicación se puede pretender variar la percepción sobre determinada situación socio-política por ejemplo.
Es entonces cuando con esa persistente campaña por radio, televisión prensa escrita y digital, redes sociales, volantes, vallas y cruzacalles, se pretende ocultar, maquillar, adornar determinada realidad que mina, corroe, debilita y desenmascara situaciones aberrantes a instituciones, gobiernos, funcionarios y candidatos.
Con todo, la REALIDAD continuará siéndolo.
Cierto, que un ciego no puede tener la percepción de un día hermoso y soleado como quienes se taponan la nariz al visitar los barrios marginados, no pueden percibir los nauseabundos olores que salen de patios y callejones.
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