gregory castellanosPor Lic. Gregory Castellanos Ruano

I

El Río San Marcos está muerto.

Lo mataron.

 

Estas palabras

retumban en mi consciencia.

Y me pregunto:

¿Qué han hecho

sus victimarios

para revivirlo?

¿Tendrán éllos su consciencia  tranquila,

no obstante ver la nada quedada

de su víctima muerta?

 

II

Cuando estaba vivo,

en sus tiempos de esplendor bravío,

que tantos amargos estragos hizo,

sobre el lomo de su torrentera

se desplazaban verdaderas alfombras de lotos,

observadas desde ambas riveras

por lodosos manglares curiosos.

III

Después del amplio recodo,

en su desembocadura,

aparecía el río

literalmente alfombrado

por  nenúfares en dirección a las orillas,

todos ellos

ahítos de la plateada playa de la bahía,

atraídos mortalmente por los hornos de arena

contiguos a los espectaculares colores del agua marina.

Al frente del largo playón que se formaba,

un ancho playón,

siguiendo el curso de arena que se deslizaba silenciosa,

la misma  arena en que el viento,

vuelto loco,

escribía,

y el mismo viento,

en su locura,

borraba lo que escribía:

a ese infértil arenal

iban los nenúfares a parar.