Los pueblos se cansan de tantos abusos y atropellos. A veces reaccionan de manera violenta.
Mi Tío Bimbolo aprendió aunque tarde, que no se puede sobrecargar a un burro por manso que sea y luego caerle a palos para que avance.
Tiene la mano izquierda “Ñeca”. Solo mueve el dedo meñique. Además, tiene un pedazo de labio faltante fruto de la mordida que recibió esa vez, convirtiéndose quizás en el primer ser humano al que un jumento le estampa un beso sangriento.
La Subida del Guaranal, es una empinada cuesta de un camino vecinal cercano al campo de mis abuelos maternos en Arroyo Blanco, Altamira.
El burro de esta historia le llamaban “ El Mudo” . El conocía esos escambrosos caminos y jurunelas.
Bimbolo Francisco, acostumbraba sacar los víveres y el cacao en lomo del burro para venderlos en el poblado de la Altamira de los años 50s. Según me contaba.
Al “Mudo” le llamaban de esa manera, porque ni siquiera rebuznaba. Algo en su maltratada anatomía cerebral no funcionaba bien. Apenas dejaba ver sus dientes en una mueca o una misteriosa sonrisa.
Era un animal sereno. De gran tamaño y de color negro. Nunca le vieron aparearse.
La aciaga mañana en que pateó y mordió a Tío Bimbolo, llovía a cántaros como solía ocurrir en esos campos.
Había que ir al pueblo. Tras la venta de los víveres y el cacao, se traía harina, azúcar, sal, arroz, salchichón, habichuelas y otras chucherías.
Dos sacos grandes llenos de cacao, dos racimos de plátanos, dos docenas de guanábanas, dos cajones llenos de aguacates grandes y doce lirios con sus tallos y hojas “para la comadre pancha”.
Comenzó el viaje. El Tío Bimbolo a pié y descalzo caminaba entre el fango y tras las huellas que dejaba el burro quien en marcha forzada apenas iniciaba subir el Guaranal.
El peso era enorme! Un sombrero de “panza de burro” cubría la cabeza de mi pariente.
En la Subida del Guaranal fue el “asunto”. Ante la lentitud de El Mudo, el Tío se desesperó y comenzó a golpearle fuertemente con el palo.
Además, le pasaba las espinas de una malla haitiana –como si fuera un serrucho- por los genitales del animal cargado.
Medio atascado en el lodo y ante esa andanada de palos por orejas y cabeza además este jodido“serruchar”, “al animal le entró un ánimo como nunca…y siempre con esa misteriosa sonrisa le fue arriba con todo y carga” nos contaba el Tío antes de morir.
El intentó detenerlo con el palo y fue ahí cuando se volteó y le dio una patada en la mano que nunca más le sirvió para nada.
Con un fuerte dolor cayó al suelo. El fango le impedía moverse…y ahí recibió el beso burril que le llevó parte del labio inferior.
Por entonces no existía la magia de la cirugía plástica…
Al Tío Bimbolo le llamaron después, el Boca Grande.
El también le puso otro nombre al burro: El Mañoso.