Nacimiento. El general Gregorio Luperón nació en la ciudad Puerto Plata, el 8 de septiembre de 1839.
Homero Luis Lajara Solá
“Si no tienes enemigos es señal de que la fortuna te ha olvidado”.
-Thomas Fuller-
Un 8 de septiembre de 1839, hace 177 años, nació en Puerto Plata, el egregio militar y político Gregorio Luperón, hijo de Nicolasa Duperón, oriunda de una desconocida isla caribeña colonizada por Francia, de quien adquirió el apellido, con una L inicial, en vez de la D.
Aprendió a leer y escribir en una pequeña escuela de su localidad, y en su tiempo libre debió dedicarse a vender dulces de piñonate en la novia del Atlántico, Puerto Plata, para ayudar con los gastos familiares, según él mismo narra con orgullo en su autobiografía.
Por coincidencias del destino, a los 14 años de edad, estuvo bajo el amparo de don Pedro Eduardo Dubocq, quien lo designó encargado de dirigir trabajos de corte de madera en Jamao, los que desempeñó con entera formalidad. En esa casa de campo de Jamao, cuyo propietario tenía una biblioteca con variedad de buenas obras, las lecturas encendieron en su espíritu la luz del ideal.
Este valiente gladiador, quien apenas tenía 22 años cuando sucedió el eclipse de nuestra soberanía por la incorporación a España el 18 de marzo de 1861, se cuenta que fue arrestado un día por haber propinado unos palos a una persona que hablaba mal de los dominicanos. Al poco tiempo se fugó, embarcándose por Haití hacia Norteamérica.
Regreso
Más tarde volvió al país de incógnito por Montecristi, pasando a Sabaneta, cuna de la Restauración, y tomó parte en el pronunciamiento que allí se dio en febrero de 1863, encabezado por Santiago Rodríguez.
Cuando fue develado el mismo, Luperón fue declarado criminal de guerra, propagador de la revolución y condenado a muerte, situación que lo obligó a escapar nuevamente, continuando su labor revolucionaria en Jacagua, La Vega.
En agosto de 1863, este aguerrido adalid de la Restauración, inició formalmente la carrera militar en el sitio de Santiago, de la mano de Gaspar Polanco.
Luperón, bajo la guía de los generales Benito Monción y Pedro Pimentel, participó de forma activa en la batalla del 6 de septiembre, siendo ascendido a general por la valentía, dotes de mando y serenidad en el campo de batalla y nombrado comandante de armas en Santiago.
Desde entonces, se convierte en el ejecutor de las misiones más difíciles y peligrosas, siendo jefe de operaciones en Bonao y Cotuí. Por los resultados obtenidos en esta etapa de su carrera militar, fue transferido a la región Sur a enfrentar los excesos de Pedro Florentino que afectaban al gobierno en armas.
En el 1864 es trasladado a la región Este como jefe de operaciones para enfrentar al general Pedro Santana, y en este escenario se libraron los cruciales combates de Bermejo (3 de febrero), y el de El Paso del Muerto- río Jabacao (el 19 de marzo de 1864), Jueves Santo, donde muere el general Juan Suero (El Cid Negro), quien lamentablemente luchó del lado de los españoles en la Guerra de Restauración.
En su gloriosa y meteórica carrera militar, el general Luperón, al designársele como jefe de operaciones de la línea noroeste, fue ascendido a General de División el 18 de octubre de 1864, es decir, a los 25 años de edad, con la cordillera central como testigo, fruto de sus hazañas al machete, alcanzó el más alto grado militar de la nación, por ser la espada de la Restauración que hizo que los españoles, junto a inconsulto caudillo, mordieran el polvo de la derrota, haciendo que el Pabellón Nacional, el de Duarte y María Trinidad Sánchez, ondeara victorioso en el palo mayor de la dominicanidad, una vez más, en señal de soberanía en los cielos de República Dominicana.
Ya desocupado el país por las tropas invasoras, en el gobierno provisional de José María Cabral, fue designado delegado del gobierno en el Cibao y gobernador de Santiago. A los 27 años de edad, por su liderazgo político y militar, surgió como figura aglutinante del sector más selecto del pensamiento republicano local, cuando se vislumbraba el retorno de Buenaventura Báez al poder, situación que ocurre en 1868, a pesar de la estela anexionista de éste.
Guerra de los Seis Años
A partir de entonces, liderada por Luperón con el apoyo de Cabral y Pimentel, se inició la “Guerra de los Seis Años”, luchando contra el entreguismo de Báez. En esa lucha Luperón adquirió un barco a vapor, “El Telégrafo”, iniciando sus operaciones en la bahía de San Marcos-Haití, bautizándolo inicialmente con el nombre de Restauración, realizando constantes incursiones marítimas para derrocar el gobierno. De manera que, cuando ocurrió la caída de Báez en 1874, ya el Partido Azul, bajo su égida, dominaba el espectro político nacional.
Hay que resaltar que Luperón, a pesar de sus limitaciones intelectuales, aglutinó líderes independentistas de altos quilates, así como a la crema y nata de la intelectualidad dominicana más distinguida de ese tiempo, como Espaillat, Bonó, Meriño y Billini, personalidades destacadas que alcanzaron el solio presidencial.
En 1879, asumió la Presidencia Provisional de la República con estilo progresista y de corte social. Estando en su periplo por Europa, tiene la oportunidad de codearse con diversas figuras del mundo político, económico y cultural del viejo mundo, y al ser reconocido como héroe de la guerra libertadora de su país contra España, fue invitado de honor en un almuerzo ofrecido por la Reina Victoria, de Inglaterra. También lo fue en Dinamarca en un ágape presidido por los reyes de aquella monarquía. En Alemania, el canciller Otto Von Bismark, por haber tenido que ausentarse cuando iba a recibirle, le envió de regalo su pluma fuente.
Posteriormente, al confiar en su discípulo Ulises Heureaux, delegándole el poder que con tanto sacrificio y sangre logró, alimentó sin saberlo el monstruo de la corrupción y el abuso contra quienes de manera frontal y valiente luchó.
Galope triunfal
El ambiente empresarial y acomodaticio que reinaba en Puerto Plata, sobre todo en sus aduanas, anclaron sin dudas, las responsabilidades de Luperón en la novia del Atlántico, desde donde también ayudaba a otros latinos que luchaban por la libertad de sus pueblos, como son los casos de Emeterio Betances por Puerto Rico y Antonio Maceo por Cuba, por lo que su noble estela de adalid de la República y defensor de la soberanía nacional, al lado de los jefes políticos y militares más notables de la Restauración que fueron Santiago Rodríguez, Salcedo, Polanco y Pimentel, con la asesoría militar del general Mella, fundador y Padre de la Patria, se observa victoriosa.
Es oportuno resaltar que hubo momentos en que por no seguir las instrucciones de Mella, a la sazón ministro de la Guerra, Luperón tuvo algunos fracasos militares, cuando enfrentó al poderoso ejército español, utilizando las tácticas de los combates frontales, pero al rectificar aplicó el manual de guerra de guerrillas de Mella, cabalgando a todo galope triunfal, como si un dios bárbaro con él anduviese, enfilando su galope a las páginas de oro de la historia de la libertad en suelo dominicano, venciendo rivales con mayor potencia de combate y con entrenamiento muy superior al de los bravos dominicanos .
El centauro de Isabel de Torres, quien siempre destacó su origen humilde, fue un amante de su patria y un valiente soldado, y le cabe el mérito de ser la primera espada que se blande contra la lucha colonialista de los Estados Unidos de Norteamérica en el Caribe, donde como activista del antillanismo, se resalta su apoyo a la independencia de Cuba y de Puerto Rico.
Su agudo sentido político, siempre ajustado al momento que le tocó vivir, debe ser un elemento a tomar en cuenta por los que se interesan por el estudio de la ciencias políticas sin el anatema de la corrupción, el irrespeto a la Constitución y las leyes, así como la ambición desmedida, el pesimismo y la falta de fe.
Deseo finalizar este ensayo, cuya intención es exaltar y honrar a la vez la historia y vida del general Gregorio Luperón como una de nuestras glorias inmarcesibles, ya que el solo hecho de recordarla, inspira el amor y orgullo patrio, ese que nos hace sentir el orgullo del gentilicio dominicano cuando estamos en playas extranjeras, al tiempo que resalto y llamo la atención sobre la importancia de enseñar historia y educación cívica en las aulas para formar dominicanos que respeten la convivencia civilizada y el trabajo honrado, única vía que nos conducirá por el camino del progreso y las luces de la civilización.
¡¡Loor a Luperón, espada de la Restauración de la República Dominicana!!