Una de las frases del cantautor argentino Facundo Cabral dice: “No estás deprimido, estás distraído. Distraído de la vida que puebla”.
Esta frase siempre me llamó la atención hasta el punto de hacerla muy mía, pero hoy, no sé porqué, echando una mirada al mundo, a un mundo no muy lejano y a un mundo cercano, muy cercano… me doy cuenta que realmente no estoy deprimida, pues los que amamos al Señor no le damos cabida a la depresión.
Declaro que sí me siento entristecida, por el dolor, el hambre, la pobreza, la falta de humanidad, la maldad, la ambición, el poder, la corrupción, el ultraje, el desamor, la hipocresía y no menciono más, pues la lista se haría interminable…
¿Acaso no será esto depresión? Pues no, la depresión es una enfermedad o trastorno mental que se caracteriza por una profunda tristeza, decaimiento anímico, baja autoestima, pérdida de interés por todo y disminución de las funciones psíquicas. La tristeza es un sentimiento de dolor anímico, producido por un suceso desfavorable, que suele manifestarse con un estado de ánimo pesimista, la insatisfacción y la tendencia al llanto.
La tristeza es una de las emociones básicas del ser humano, junto con el miedo, la ira, el asco, la felicidad y la sorpresa. Estado afectivo provocado, en mi caso, por todo lo que gira y gira a mí alrededor. No es fácil leer la prensa, no es fácil ver los programas de noticias y no es fácil ver tan cercana la destrucción del mundo.
Muchas veces pensamos: si puedo mejorar mi entorno entonces estoy haciendo algo… Pero que difícil se hace, pues habría que fabricar un lugar donde conservar a los que quieres, para no verlos convertirse en uno más de los que te provocan tristeza, porque lo que están recibiendo del medio es porquería, consumismo, prepotencia, delincuencia y como modelo lo más bajo y podrido de una sociedad decadente en todos los niveles.
Y aparece la tristeza, pero una tristeza que huele a fracaso, a tiempos vividos con principios y moralidades, enseñanzas transmitidas desde nuestros antepasados que lucharon por ideales y sueños ya perdidos.
Y en mi mente ilusoria me preguntaba por qué el ciclo de vida del ser humano es tan corto, si nos ponemos a pensar en qué momento nuestros padres se van, podríamos reflexionar un poco y decir que pena, ahora que estoy listo para darles un mejor tiempo de calidad, más amor, porque hemos aprendido a darlo y a expresar nuestros sentimientos, ahora que los cuidamos y les regalamos su mayor tesoro, los nietos…
Ya esa respuesta la tengo, me la ha dado la vida. ¿Cómo podría una persona vivir en una sociedad tan distinta, cómo podría adaptarse a los cambios, a la falta de moral, de principios, de ética, en una palabra, de valores que vuelan sin retorno, y que desaparecen como si volviéramos a los tiempos de los bárbaros, de los vikingos, de los piratas o de Caín y Abel…?
Entonces voy entendiendo mejor. Sí, es necesario este ciclo de vida, no puede ser más largo, por respeto al hombre viejo, a su dignidad, entereza y coraje. Dejemos este paisaje mundial a los corruptos, delincuentes, inmorales, faltos de escrúpulos, a los que se les hace tan fácil segar la vida a inocentes ya sea por cuenta propia o por encargo, es a ellos que pertenecen las nuevas generaciones, aunque todavía existen unos cuantos que luchan con garras defendiendo la juventud que surge, y que lamentablemente son cegados por la avaricia y el poder reinantes.
Algún día, espero no muy tarde, Dios pedirá cuenta, sin venganza, perdonando en su gran misericordia, pero dando a cada uno lo que merece.
Y esto es lo único que se lleva mi tristeza y me devuelve la esperanza…
Bendiciones y paz.
Por Rafaela Vargas de Pacheco