Ramiro Francisco
Si hay algo para lo que pocas veces nos preparamos, es para recibir la noticia de la muerte de un amigo o familiar. Nos aterra que mencionen siquiera la palabra muerte. No existe en el vocabulario de muchas personas. No obstante, la vida misma nos permite ver de cerca la amarga experiencia de otros como si tratara sin articular palabra, de enseñarnos sobre la muerte.
Referimos experiencias de otros, sin obviar que muchos de nosotros mismos hemos sentido el dolor, el vacío, la ausencia de un ser muy nuestro, al que dejamos en algún momento en el camposanto tras cumplir la antigua sentencia de volver al polvo del cual somos.
“Ninguna persona es una isla; la muerte de cualquiera me afecta, porque me encuentro unido a toda la humanidad; por eso, nunca preguntes por quién doblan las campanas; doblan por ti.”JOHN DONNE
Cuando recibí la amarga noticia de la muerte de mi padre en los inicios de la década de los 80s, creí que la Tierra se abría a mis pies. El descontento, el desconsuelo …el por qué a mi papá, hizo presa de mi durante unos días.
Papá, que trabajaba como un “burro” para que a nosotros –ocho, todos varones y mamá- no nos faltara nada dentro de sus amplias limitaciones.
Papá obrero de muelle, que sentía orgullo al presentar a alguno de nosotros cuando aprendía a leer y escribir. Que dejaba de comprar otras necesidades de la casa para que tuviéramos lápiz, libro y cuaderno…”porque había que aprender a leer y escribir…”
Pasó un tiempo hasta que empecé a soltar a papá para que ascendiera en lo que algunos Maestros llaman la Vía Hacia el Infinito.
No siento temor alguno en leer todo cuanto cae en mis manos sobre el tema de la muerte. Quizás es cosa de “viejos”.
Las expresiones “Dios se lo llevó”, “Dios lo tiene a su lado”, “Es la voluntad del Altísimo”, “Conformidad”, “Fortaleza hermano” a veces, son vagas resonancias que no logran mitigar en nada el profundo dolor que deja la muerte de un familiar.
Peor, cuando esa muerte es repentina, violenta o producto de un accidente.
Muchos de nosotros occidentales, con cultura arraigada de siglos y en obediencia ciega a paradigmas ancestrales religiosos – la figura que tenemos; una calavera con guadaña es uno de esos – sentimos asombro ante el tratamiento que tienen con el tema de la muerte, muchos países orientales.
Todo lo que nace muere, se nos dice. Los vivos es que se mueren, repetimos. Pero sentimos temor y ¡Jesús Santísimo! No nos gusta hablar libremente de “eso”.
De ahí, que muchos familiares tienen que ser atendidos por profesionales de la conducta humana, tras resistirse y no aceptar pasado mucho tiempo, la muerte de un familiar.
No estamos diciendo que no duele. ¡La falta que hace la presencia de alguien a quien hemos tenido por años!
¡Claro que duele! ¡El Maestro lloró ante la muerte de Lázaro!
“Nunca preguntes por quién doblan las campanas; doblan por ti” por mí, por todos!