Ramiro Francisco
Cuando el ser humano decide vivir junto a otros -en sociedad- y aunque no existían cercas ni verjas para delimitar propiedades, sí existían reglas que les permitían pasar sus días relativamente en paz.
¿Violaciones a esas reglas de convivencia? ¿Robo, asesinato? Presumimos que el destierro, la exclusión.
Luego surgen los vigilantes, rústicas cárceles, los Consejos de Autoridades, con la finalidad de mantener el orden y la convivencia en la comunidad, en la aldea.
Guardando el tiempo y la distancia, las ciudades crecieron, nuevos trazados de calles más espaciosas, mayor densidad de habitantes, más autoridades, alto porcentaje de viviendas, más leyes, más responsabilidades, mayores retos.
Y en ese conglomerado social, ricos y pobres, letrados e iletrados, con buenas costumbres y carentes de ellas. Caos, desorden, violaciones a las leyes, cárceles superpobladas, autoridades ineptas y simplistas, es el panorama que se vive en buena parte de nuestras ciudades.
La contaminación sónica es otro de los problemas que tenemos que enfrentar. Noten, que escribimos tenemos.
Mediante educación continuada, hacernos ver la relación que existe entre los altos niveles de ruido las enfermedades cardíacas y la pérdida de la audición.
Observamos vehículos de alto cilindraje (patanas, camiones) carros, motores que hacen exhibición de la ausencia de mofler sin importarles para nada el daño que pueden causar, quizás por su propia ignorancia.
Peor, autoridades que nada hacen –tal vez no lo saben- de los irreversibles daños que esos ruidos con decibeles sobre los 70, pueden causar al ser humano sobretodo, a los niños.
Si a esto se le añade cuando una guagua, carro, jeepeta o camioneta sale a anunciar una fiesta, rifa, ofertas, vegetales, medicinas, la llegada de un señor político y cuantas cosas pueda ocurrírseles, con un alto volumen como si tal cosa por nuestras calles. Y hermoso cuando se estacionan frente a su casa y el descarado no muestra algún nivel de consideración.
¡Nunca entran a la Urb. Bayardo, Star Hill, Playa Dorada, Cofresí, Costa Dorada…!
Y si es una “iglesia” o un vecino que “le cogió” con demostrar su alegría con música y alto volumen porque están en su casa o su propiedad ¿A dónde llama usted?
¿Ven? No es solo decir ostento tal o cual cargo en el tren oficial o municipal. Es actuar en consonancia para hacer de esta ciudad, la Puerto Plata que Queremos.