Tras unas elecciones municipales fallidas y votos perdidos, pasaron muchas cosas. El pueblo despertó, la gente protestó y la política pasó a ser “trending topic” en el país. A pesar de que estos temas fueron importantes, mi mente siempre estuvo enfocada en las elecciones municipales extraordinarias, las cuales fueron pautadas para este 15 de marzo del presente año.
Aquel domingo me tocó trabajar y sentía paz, puesto que el ambiente, a diferencia de las elecciones municipales anteriores, era muy pasivo. Mientras iba camino al periódico, alrededor de las 7:00 de la mañana, no sabía si la gente estaba más calmada o si el coronavirus espantó a los votantes. Lo que si podía afirmar era que yo iba a ejercer mi derecho y deber como ciudadana.
“Todo transcurre con normalidad”, era una frase prominente en los medios de comunicación televisivos mientras describían los procesos de votación en los diferentes colegios electorales. Algunos reportaron una u otra pequeña incidencia, pero nada subido de tono.
Estando en el plantel, no entendía el asombro de mi madre, ya que era mi primera vez participando en elecciones municipales (o de cualquier tipo a nivel nacional). Sin embargo, ella iba todo el camino con dirección a la mesa electoral diciendo “esto nunca me había pasado”, “no vino nadie a votar”, “se quedaron por el coronavirus” ….
Conforme avanzábamos por los pasillos, éramos testigos de cuán vacía estaba la escuela. Fue tan tal que una de las delegadas asintió cuando mi mamá afirmó que la gente no se levantó a sufragar.
Cuando llegué a la mesa electoral que me correspondía, el proceso transcurrió con normalidad: tomaron la cédula, confirmaron mi nombre en el padrón y me pasaron la hoja con los candidatos.
Tras demostrar mi inexperiencia votando cuando no doblé bien el papel (y cuando casi me lo llevaba a mi casa), me pusieron a firmar, marqué mi huella dactilar y listo, oficialmente había votado por primera vez.
Admito que los delegados que estuvieron presentes fueron muy atentos y me explicaron paso por paso cada parte del proceso. A parte del recibimiento del hombre misterioso que decía por quién votar en la puerta, no noté nada extraño. Quienes sí lo hicieron fueron mi madre y mi abuela, quienes afirmaban sorprendidas que, en ocasiones pasadas, el colegio contó con una mayor cantidad de votantes en horas de la tarde.
Mis emociones volaban al saber que había cumplido no solo con el país, sino conmigo misma al ejercer el sufragio. No obstante, me inquietó el como un virus declarado pandemia a nivel mundial logró apagar el fervor que muchos dominicanos demostraron en la Plaza de la Bandera el pasado 27 de febrero.
Soy de las que entiende que la salud es prioridad, pero, primero, hay que estar conscientes de que en el país no se registran casos locales y la gente podía ir a votar tomando las precauciones de lugar, tal y como expresó una representante de la Organización Mundial de la Salud (OMS).
A su vez, el valor de la salud y la democracia del país tienen pesos equivalentes, ¿O acaso no saben lo tóxico que pude llegar a ser a largo plazo el no tener voz ni voto dentro de una sociedad?
El pasado 16 de febrero no me dejaron concretar mi sufragio, pero este 15 de marzo voté por primera vez, cumplí la misión y no les miento, se sintió bastante bien.