gregory castellanosPor Gregory Castellanos Ruano

«¡Nunca pensé que iba a llegar el día de tener que marchar de este viejo lugar, ¡pero me parece que lo voy a tener que hacer!¡«

(Austen, Jean: Cumbres Borrascosas)

Señor:

Agustín Gilbert

Director del periódico «El Diario de Puerto Plata«

Su  Despacho

Distinguido Señor Director:

En cumplimiento a su cortés pedido de que yo escribiera algo sobre los extraordinarios sucesos que se produjeron hace exactamente un (1) año en esta localidad y en los que me vi envuelto de manera directa tengo a bien dirigirle la presente narración de los mismos, la cual es tanto una página de mi vida como también una página de la vida de Puerto Plata y entiendo que por esto último es que le interesa a Usted que lo histórico se publique sobre todo tratándose lo ocurrido de algo de tanta trascendencia por enfilarse dentro de una clara línea de advertencia. Espero, con las presentes líneas, haber satisfecho a plenitud su pedimento. A continuación lo ocurrido.

En la segunda planta de la casa donde nací y me crié siempre que abría la ventana de la habitación de mis padres que daba hacia el Oeste solía deleitarme viendo el bello paisaje que se ofrecía ante mis ojos, veía la parte de las pequeñas lomas de esa porción de mi pueblo.

Hubiera querido ver más allá de lo que me permitía el paisaje inmediato para así poder apreciar unas elevaciones montañosas que eran mi predilección, pero, como es natural, ello era imposible por evidentes razones físico-geográficas que se interponían antes de aquellas.

Mi interés en tal sentido provenía del hecho de que me gusta contemplar las formaciones rocosas de las montañas y yo conocía de la existencia de una especie de mini loma con una base rocosa, es una pequeña montaña rocosa en un lugar que queda en la Sección de Maggiolo, Puerto Plata, la cual me llamaba poderosamente la atención por la misma dejar entrever sus afiladas, blancas y enormes piedras; probablemente mi atención era atraída sobre ellas producto de mi inclinación a coleccionar rocas y minerales y porque en el paisaje puertoplateño es la única expresión de ese género que conozco. Sobre esa pequeña formación montañosa de piedra de color blanco puro existía un pequeño pueblo al que daba acceso una pequeña desviación que se abre paso desde la autopista Puerto Plata-Santiago. El pueblo en cuestión no se veía desde la parte de la autopista, para verlo necesariamente había que internarse a través de aquella desviación o camino rocoso con arena de grava para ir subiendo una pendiente que luego se estabiliza a la altura que tiene aquella mini montaña rocosa. Dicha mini montaña se corresponde con el tramo de la autopista en que está ubicado el nuevo basurero de la ciudad de Puerto Plata, pues este está exactamente al pie de la misma. Lomas negras es su denominación y su nombre es plural porque abarca otras pequeñas montañas contiguas; Lomas Negras corre paralelamente a ese tramo del basurero ubicado casi frente a las costas de Maggiolo, entre Cofresí y Maimón, Puerto Plata.

Lomas Negras era el nombre de aquel paraje y así mismo se llamaba el pueblito rural existente sobre la aludida mini montaña. Era un lugar paradisíaco, alejado de las actividades de la ciudad, digno de visitar para contemplar sus paisajes. Lomas Negras incitaba al reposo.

No sé porqué aquella pequeña extensión geológica fue bautizada así, «Lomas Negras«, ni nunca me ocupé de indagar al respecto, pero sí sé que estos acontecimientos que aquí narro, muy posteriores a ese bautizo, daban lugar para ser bautizada y réquete bautizada así, pues un giro extraño del destino sorprendentemente haría honor a su nombre en el sentido siniestro del mismo: Lomas Negras se convertiría en unas reales y atemorizantes lomas negras: fue como insertar con precisión un anillo en un dedo: el destino a veces hace coincidir las cosas, los lugares, los nombres, las personas, las circunstancias, etcétera… A veces hasta de manera espeluznante; esta es la historia de una de esas coincidencias (resonancias en este caso) extrañas y sorprendentes y, más aún: horrorizante en el caso de la especie.

La situación de correspondencia o resonancia que se originó con el nombre de Lomas Negras daba a pensar a que era parecida a que alguien bautizara un restaurante de su propiedad con el nombre «Restaurante El Restaurante« o un bar como «Bar El Bar« o cualquier otra designación repetitiva similar.

El origen:

Fue visto un meteorito destellando en su trayectoria, dejando a su paso una estela llameante, hasta su caída exactamente en la parte Este de Lomas Negras, bastante próximo al pequeño poblado con ese mismo nombre donde también efectuó una estruendosa exhibición.

Unos siete días después de la caída de aquel bólido una obscuridad repentina y extraña, y que parecía tener un movimiento tembloroso, bañó y coloró parte de aquella loma. Yo lo pude apreciar porque después del fenómeno de aquella caída tuve que hacer un viaje a la ciudad de Santiago de Los Caballeros y al pasar por la autopista frente a Lomas Negras dirigí mi vista hacia la mini montaña que siempre atrajo mi atención. El cambio de color de blanco a negro no sabía a qué se debía y atribuí el movimiento tembloroso que a la distancia mis ojos apreciaban a alguna jugarreta o efecto de los rayos del Sol sobre la visión. Aquella transformación del aspecto de la loma en cuestión y la desaparición de la vegetación verde que antes descollaba enlazándose por entre aquellas agudas aristas de piedra blanca me llamó profundamente la atención y en mis adentros me prometí que a mi vuelta visitaría a Lomas Negras para ver qué cosa había sucedido que se manifestaba de esta manera rompiendo así con el paisaje peculiar que desde mis años de adquisición de razón pude contemplar allí y que me causaba tanta admiración.

Jamás podía imaginar yo que aquello era tan, pero tan grave que eran los primeros perfiles truculentos de la monstruosidad en acecho, de algo con que daba comienzo la tragedia.

Los primeros datos de que algo estaba ocurriendo allí:

Al regresar a Puerto Plata de mi viaje a Santiago supe de los primeros datos de que algo anormal estaba ocurriendo en Lomas Negras, me encontré con la siguiente situación: se estaba comentando la noticia divulgada por los medios de comunicación radiales y televisivos de Puerto Plata, y por las redes sociales, de que los habitantes de Lomas Negras habían salido huyendo en masa hacia la ciudad de Puerto Plata dejando sus pertenencias atrás debido a que la muerte había sentado sus reales en Lomas Negras.

En esencia lo que narraban los despavoridos habitantes de Lomas Negras era lo siguiente: que muy poco después de la caída del meteorito empezaron a suceder cosas muy importantes por lo extrañas de las mismas. Hacían revelaciones asombrosas de manifestaciones de la desestabilización y desgobierno de sus vidas a consecuencia de algo, no se sabe qué, estar acabando con todos los seres vivos: animales, vegetales y hasta personas de Lomas Negras. Una condición de extremo terror, mejor: de horror, había prevalecido sobre aquéllos ex pobladores de Lomas Negras que aseveraban que éllos jamás volverían a ese lugar que los había visto nacer, crecer y vivir.

El horror de los ex pobladores de Lomas Negras pasó a ser el nuevo horror que surgió para los habitantes de Puerto Plata, quienes al escuchar las narraciones que los primeros hacían quedaban paralizados y sumamente temerosos de que aquel fenómeno llegara hasta la misma ciudad de Puerto Plata; esta, pues, estaba estremecida, respiraba el hálito febricitante de una angustia enorme. Se tenía miedo de ser víctima de la terrible experiencia que narraban aquéllas personas que habían llegado con noticias pavorosas, de lo que hablaban era de algo desconocido que dejaba a los seres vivientes sin más alternativas que la vida o la muerte. Hubo un movimiento general de recogida de los habitantes de Puerto Plata, éstos se contagiaron de la excitación reinante entre los ex pobladores de Lomas Negras que se habían refugiado en la ciudad de Puerto Plata: las personas de Puerto Plata eran personas dominadas por el horror. Esto también se reflejaba en que nadie quería hacer uso de la autopista Puerto Plata-Santiago por temor a no saber con qué se encontrarían al pasar por el sitio en que la autopista conecta con el sendero hacia Lomas Negras, por eso preferían irse por la carretera vieja o «Carretera Turística Puerto Plata-Santiago« que comienza en la parte Este por el punto denominado La Gran Parada.

Como yo era admirador de la geomorfología de Lomas Negras que se visualizaba desde la autopista y ello me llevó a conocer aquel pequeño pueblo de cerca, decidí investigar qué era lo que pasaba allí y para ello hice contacto con mi amigo Pablo Castillo, quien anteriormente a todo esto que narro me había acompañado a aquel lugar en varias visitas al mismo. Así, Pablo y yo desafiamos aquel temor generalizado y a bordo de mi pequeño carro Honda decidimos subir en horas del día el rocoso y arenoso sendero que conduce a Lomas Negras. Así lo hicimos.

Lo que vimos cuando llegamos a Lomas Negras:

Poco después de llegar al mini altiplano de Lomas Negras al aparcar y salir del vehículo  pudimos notar que reinaba un pesado silencio que empezó a ser roto por ladridos de perros y que había una pequeña porción de terreno que lucía negro, totalmente negro, porque sólo había tierra negra y que las plantas y la hierba que alguna vez existieron sobre ella no estaban allí; pero esa tierra negra no era la tierra negra que habíamos estado acostumbrados a ver, era una tierra de un negro opaco, de un negro gris, y que parecía haber sido refinada de tal suerte que más bien parecía una arena negra, mejor: un polvo negro, un polvo negro fino. Aquello representaba una pequeña extensión como de unos doscientos pies de terreno en esas condiciones que conectaba con la parte Norte y que explicaba el hecho de que se deslizara por sobre todas las rocas que constituyen ese lateral o pared lateral Norte de dicha pequeña montaña rocosa visible desde la autopista Puerto Plata-Santiago.

Al llegar al visible cráter causado por el impacto del meteorito se notaba claramente que la hierba y la tierra a su alrededor estaban chamuscados y que pequeñas volutas de humo todavía se elevaban desde el interior del cráter.

A una pequeña distancia de este, en dirección Sur, una porción de tierra se veía algo obscura, como si estuviera cubierta con un velo de obscuridad granulado como compuesto por pequeños puntos o cosas pequeñas no inmediatamente distinguibles que por momentos parecían moverse, se parecía a la misma negritud que cubría las gigantescas paredes de rocas otrora desnudas con el blanco natural de la mini montaña que se ve desde la autopista.

Notamos que la porción de tierra sobre la que estaban los puntos o cosas pequeñas que veíamos era tierra negra normal, pero también notamos que al lado de esa parte normal había una parte inmediatamente anterior que aunque también era de color negro, sin embargo era diferente, pues se notaba que era como tierra pulida, como tierra sometida a algún proceso que la hacía refinada, que era una tierra que más bien parecía ser el polvo fino de color negro opaco con la tonalidad grisácea ya referida.

En ese momento un asno se estaba acercando a la porción de tierra cubierta por aquella especie de velo negro en el cual se apreciaba el ligero movimiento ya indicado, el asno acercó su nariz al mismo para oler aquello y súbitamente empezamos a ver  que numerosos puntos pequeños de color negro empezaron a subírsele con gran rapidez al burro por su boca y su nariz y se fueron extendiendo por toda su fisonomía hasta cubrirle por completo, el burro comenzó a hacer rebuznos entrecortados de evidente dolor y a pegar brincos frenéticos y a lanzar coces con sus patas traseras, pero rápidamente, en cosas de pocos minutos empezamos a ver cómo el espeso cuerpo del burro se empequeñecía y la negrura seguía sobre su fisonomía hasta que de repente el cuerpo del burro con aquella negrura se desplomó y la negrura seguía moviéndose vertiginosamente sobre él, parecía un movimiento de rápidas hormigas, pero lo que veíamos no eran hormigas, distaban mucho de ser tales cosas, eran más grandes que las hormigas, eran, sí, pequeñas cosas negras, extrañas cosas negras, pero más grandes que las hormigas; digo «cosas« porque no sabíamos lo que eran ni lo que podían ser; no eran redondeadas o esféricas, tenían un tamaño muy similar al de una abeja común; en un momento específico saltaron de regreso al suelo y sobre este quedó al descubierto el blanco esqueleto completo del burro: había sido devorado por aquellas pequeñas cosas y sobre sus huesos no había quedado ni una brizna de carne o tejido ni para muestra.

Aquellos fueron desconcertantes momentos. Eso que accionó sobre el cuerpo del burro y que vimos asombrados y con los ojos desorbitados no sabíamos lo que era, nunca en nuestras vidas habíamos visto algo igual.

Lo presenciado por nosotros fue la clara señal de que definitivamente algo no estaba bien, fue la confirmación de que algo que producía mortandad había llegado hasta allí y que esa mortandad que producía no discriminaba, que los habitantes de Lomas Negras parecían tener razón al abandonar ese lugar diciendo que la muerte se había aposentado en Lomas Negras.

Pensando que lo que decían dichas personas y que eso que acabábamos de presenciar debió de tener manifestaciones previas que dieron lugar a que ellos se expresaran así, con ese convencimiento, procedimos a evadir a aquel manto de obscuridad hormigueante cuyos componentes parecían entretenidos con alguna cosa o con algunas cosas en el suelo a la que o a las que también estaban devorando; lo evadimos manteniéndonos a una distancia que consideramos bastante prudente y dirigimos nuestra atención con calma por una parte de los alrededores que nos permitió alcanzar a ver algo espeluznante: un montón de esqueletos dispersos de perros, de otros asnos, de mulos, de caballos, de gallinas, de gatos, de ratones, de dos personas, etcétera.  Perecieron animales en gran número, mejor dicho: un gran número de animales había sido devorado por estas cosas totalmente desconocidas.

Todo aquello lo vimos mientras numerosos perros no cesaban de ladrar y que revelaban que estaban amarrados próximos y que todo apuntaba en la dirección de que los pobladores de Lomas Negras en su espanto no tuvieron tiempo ni de llevárselos ni de dejarlos en libertad. Esos ladridos frenéticos de los perros era la ambientación sonora de todo aquello tan extraño y tan sobrecogedor que estábamos viendo.

Tras aquella horrorizante exhibición de las pequeñas cosas negras del tamaño de una abeja haciendo desaparecer al burro y de haber visto los otros esqueletos de animales y de las dos personas el miedo se apoderó por completo de nosotros, estábamos en presencia de algo claramente amenazante e incomprensible, no nos sentíamos con la fortaleza necesaria para seguir estando allí y decidimos irnos de ahí para regresar a la ciudad de Puerto Plata y acrecentar la alerta inicial dada por los mudados pobladores de Lomas Negras. Pero creímos prudente que antes de irnos debíamos tratar de conseguir un ejemplar de las pequeñas cosas negras vivientes que se esparcían por Lomas Negras; por eso, dentro de ese miedo extremo que nos agobiaba, extremamos nuestras precauciones y nos acercamos de manera muy cautelosa al punto inicial donde comenzamos a apreciar la anormalidad instalada en Lomas Negras. Pablo agarró una manuable rama sin hojas que estaba en el suelo y con ella, y con gran temor, golpeó sobre una parte de la masa de aquellas criaturas logrando con su golpe aturdir a un pequeño grupo de ellas, cosa que aprovechó para con la misma rama lograr halar hacia él una de ellas, la cual introdujo en una funda de plástico que sacó del bolsillo trasero derecho de su pantalón; no le puso las manos a la criatura, sino que con la punta de la rama logró introducirla desde el suelo a la funda, la cual cerró de inmediato con un nudo que le hizo a esta.

Dimos una última mirada a las pequeñas, pero sorprendentes y horrorizantes criaturas y pudimos notar que en el corto tiempo que habíamos permanecido allí se había producido una variación: que un enorme grupo de las mismas estaba disperso sobre una pequeña área inmediata del Este donde cayó el meteorito; y un segundo grupo formaba un círculo alrededor del cráter, estas últimas eran un poco más grandes que aquellas, pero nada hacían: sólo estar atentas, como si vigilaran. Desde dentro del cráter se escuchaba un ligero sonido como de movimiento, de que alguna actividad se estaba haciendo dentro del mismo. De repente empezaron a salir miembros de un tercer grupo un poco más grande todavía que las que formaban aquel círculo y cada una salía con un pequeño pedazo de tierra agarrada por unos pequeños miembros y procedían a amontonar esa tierra que evidentemente extraían, a unos cuarenta pies de distancia del cráter al cual volvían de inmediato.

Al ver aquello le dije a Pablo:

-¡Están  excavando, por eso amontonan la tierra en ese montículo que han formado. Es claro que tienen una división del trabajo. Los más fuertes cavan, los de mediano tamaño son vigilantes y los otros comen y se ocupan de buscar los alimentos para luego inyectarles sustancia líquida alimenticia a los otros dos grupos.   –le comenté a Pablo-.

-Pero, ¿para qué cavan?     -me preguntó Pablo-.

-Supongo que están buscando una fuente de agua para dispersarse a través de ella.    –le respondí a Pablo-.

Puede ser que me equivocase sobre ese propósito, pero, en general, comprendí todo de esa manera.

-Hay que buscar ayuda antes de que estas criaturas lleguen a una fuente subterránea de agua, pues si se dispersan quizás podría ser  tarde ya que no sabemos qué cosas son estos extraños y voraces bichos.     –le seguí diciendo a Pablo-.

Al ya encaminar nuestros pasos de retorno a mi carrito Honda notamos algo tan extraño como todo lo anterior que vimos allí: tanto los árboles más grandes como las hierbas crecidas se movían agitadamente, pero no había el más mínimo soplido de viento que pudiese producir aquel movimiento de los árboles y de la hierba; parecía como si los árboles fueran quejumbrosos, como si sus ramas se retorcieran; extraños e incomprensibles pequeños ruidos  se escuchaban y se produjo la impresión de algún movimiento; de inmediato ocurrió algo que nos permitió comprender qué les pasaba a aquellos árboles y a la hierba: una parte de la manta que conformaban las pequeñas criaturas negras se deslizó hacia el árbol de mediana estatura que les quedaba más próximo y con aquel árbol ocurrió exactamente lo mismo que vimos que ocurrió con el burro: el árbol desapareció en cuestión de pocos minutos, es decir, en tan poco tiempo las criaturas se cebaron en él devorándolo. ¡Los árboles y la hierba crecida temblaban¡ ¡Literalmente: temblaban! ¡Se sentían en súbito e inminente peligro! ¡La agitación de los árboles y de la hierba crecida obedecía a su miedo de ser devorados por aquellos seres de color negro! Habían visto cómo otros árboles y vegetales habían sido devorados por ellos, y tratando desesperadamente de huir de allí sin tener mecanismo alguno de locomoción para ello de repente se veían forzados a intentar moverse para alejarse de las criaturas devoradoras tanto de animales como de humanos y de vegetales. De ahí el estado de agitación intensa que exhibían los árboles y la hierba moviendo desesperadamente sus ramas y sus hojas. Era toda una danza de los árboles y de la hierba meciéndose, evidenciando que querían sacar sus raíces para poder salir huyendo de aquel lugar. Querían apartarse de allí, alejarse, querían salir corriendo. Habían presenciado como sus congéneres habían sido devorados, temían correr la misma suerte. Las hojas de los árboles susurraban y gemían y sus miembros, es decir, sus ramas y sus raíces, era notorio que crujían al tratar de lograr algo que los miles de millones de años de evolución transcurridos no les habían proporcionado. Una situación que estaba más allá de lo natural, de lo que para nosotros era lo natural, empujaba al extremo de lo natural conocido intentando romper eso natural conocido.

Al bajar a bordo del vehículo por el camino rocoso con arena de grava y ligeramente escarpado la conversación que sosteníamos Pablo y yo era el reflejo neto de cómo nos invadieron atroces preocupaciones y sombríos presagios: hablábamos de esqueletos blanqueados de numerosos animales a los que no le dejaron ni un pedacito de carne aunque fuera para muestra. Como es natural, los que más nos sacudieron fueron los de los dos humanos. Una profunda preocupación embargaba nuestras mentes, nos sentimos totalmente atribulados, pues todo cuanto vimos no eran simples caprichos de una o de dos mentes demasiado celosas, aquellas criaturas negras pequeñas del tamaño de una abeja eran una cosa demasiado seria como para que las mismas pudiesen pasar desapercibidas por el evidente peligro que constituían. El presente de Lomas Negras estaba siendo negro y su futuro pintaba igual de negro.

 

Investigación sobre aquello:

Inmediatamente llegamos a la ciudad de Puerto Plata fuimos a la pequeña biblioteca que tengo en mi casa y nos pusimos a hurgar, buscamos en vano entre todos los tipos de libros de Biología, pero no localizamos nada que pudiese ilustrarnos sobre lo que habíamos tenido frente a nosotros.

Ante lo vano de nuestra búsqueda le dije a Pablo:

-Creo que venir aquí ha sido una pérdida de tiempo y pensando en eso se me ha ocurrido una idea: en el Hospital Ricardo Limardo de Puerto Plata hay un médico que también es biólogo, que es el director del laboratorio de ahí, lo mejor que podemos hacer es ir directamente allá y ver si podemos conversar con él explicándole lo visto por nosotros, además: ¿es que se nos estaba olvidando que tú tienes un ejemplar de esas cosas en la funda plástica en que lo metiste? No hombe, bah.

Pablo me respondió con aire de auto regaño:

-¡Coño, sí!

E inmediatamente nos dirigimos al Hospital Ricardo Limardo, una vez allí preguntamos y nos pusieron en contacto con el médico y biólogo que le mencioné a Pablo. Tuvimos que esperar alrededor de unos diez minutos a que él saliera del laboratorio, frente al cual una amable enfermera nos había señalado que podíamos esperar sentados. Intercambiados los saludos y las presentaciones correspondientes (el médico se llamaba Juan Tavárez, pero no recuerdo su segundo apellido), le narramos al médico todo lo que vimos, que en Lomas Negras habían muerto gentes, que siguen muriendo los animales y las plantas; y Pablo le mostró el ejemplar que había podido capturar metiéndolo en la funda plástica.

Cuando el médico-biólogo lo vio los ojos se le desorbitaron, se quedó grandemente sorprendido, ví asombro y gran conmoción en su rostro,  y exclamó, mientras sus ojos, previo desorbitarse, se mantenían centrados en el espécimen:

-¡Si no me equivoco esto es idéntico a la microscópica bacteria «Vibrio vulnificus«, pero muchísimo más grande…!

–¿Y qué es eso que usted dice doctor?   -le pregunté yo-.

-«Vibrio vulnificus« es la bacteria mejor conocida como «devoradora de carne« (fascitis necrosante), parecería una versión gigantesca en comparación con ella, tiene un tamaño miles de millones de veces más grande, pues aquella es de un tamaño microscópico en tanto que este ejemplar que ustedes han traído tiene el tamaño de una abeja. Déjenme examinar esto con detenimiento en el microscopio del laboratorio, pues si fuera eso que yo he dicho… Denme unos diez o quince minutos, me pueden esperar aquí mismo.

El médico y biólogo volvió antes de los diez minutos con una cara de espanto que mandaba madre y nos dijo:

-¡Esto que ustedes me han traído es simplemente monstruoso! ¡Esto es algo histórico!… Tal como lo sospeché esto es una versión súper gigantesca de la bacteria «Vibrio vulnificus« o « devoradora de carne« (fascitis necrosante), ), las fotos comparativas no mienten,  y por lo que veo es la forma fundamental, la forma originaria, la forma primigenia, de la cual se derivan las codificaciones de las formas de bacteria «Vibrio vulnificus« o « devoradora de carne«  (fascitis necrosante) conocidas; no estamos frente a las ordinarias, pero letales bacterias «Vibrio vulnificus« o « devoradoras de carne« (fascitis necrosante): son súper bacterias Vibrio vulnificus o «súper devoradoras de carne« por lo que al nombre científico en latin yo, como cosa mía, le agregaré el súper para que suene «Súper Vibrio vulnificus« o  «súper fascitis necrosante«; lo peculiar de todo esto es que no existe registro científico alguno que de fe de que esa bacteria pudiera llegar a tener este enorme tamaño. Por eso creo que, con el permiso de ustedes, lo pertinente, sólo para tratar de diferenciarla más todavía de las especies conocidas, es que la bauticemos con un nombre más manejable a nivel de población como sería el nombre de  «Cometierra« o de «Tragatierra« porque, según desprendo de lo que ustedes me han informado, devoran todos los seres microscópicos y todas las partículas microscópicas que sean expresivas de ser carbohidrática, lípida o proteínica. Y van avanzando en la medida que terminan de comerse lo que se comen para buscar lo más próximo con que puedan alimentarse, sean esas expresiones micróscópicas, sean vegetales, sean animales, sean seres humanos; hasta que queda sólo la tierra sin el más mínimo nutriente. Si la «Vibrio vulnificus« ordinaria o «devoradora de carne« (fascitis necrosante) es sumamente peligrosa el peligro de devoración que representan estos seres es todavía mucho más grande, lo cual queda confirmado a la luz de todo lo que ustedes me han narrado.

El médico y biólogo siguió diciendo:

-Parece que las bacterias Vibrio vulnificus o « devoradoras de carne« (fascitis necrosante) que existen actualmente en este planeta son descendientes de estos seres que vinieron en este meteorito que impactó en esas lomas del Oeste de Puerto Plata.    –añadió el doctor-.

Cuando Pablo y yo escuchamos aquello nos vimos recíprocamente y nos dimos cuenta de que el nivel de preocupación en nosotros dos se había disparado a unos grados todavía más alarmantes del que originalmente teníamos. El mismo médico y biólogo se mostró sumamente alarmado, en su rostro veía dibujado el repentino temor a un bicho devastador y a la vulnerabilidad humana a consecuencia de la presencia del mismo, y expresó:

-Ya esto nos trasciende a nosotros, lo prudente es que las autoridades dominicanas hagan contacto con el Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades Infecciosas (CDC) de Atlanta, en los Estados Unidos, para ponerlas al tanto de lo que hay aquí y se ponga en marcha un operativo que enfrente rápidamente a estos seres.

Cuando el médico y biólogo terminó de decir eso, inmediatamente la expresión «la muerte se ha apoderado de Lomas Negras« vertida por uno de los lugareños que salió despavorido y que dieron a conocer los noticiarios de televisión y radio locales, hizo acto de presencia en mi mente, un escalofrío tremendo recorrió todo mi cuerpo y sentí un hormigueo incontrolable en los pies. Aquello que había llegado a Lomas Negras no era cualquier cosa: era, en efecto, la muerte y la muerte acrecentada, la muerte en envase gigantesco. Ya entendía porqué era fatal para cualquier persona o animal o vegetal caer bajo estos seres, entrar en contacto con ellos.

Pero parece que en el alma del médico y biólogo se libraba una batalla entre el miedo y la curiosidad ya que nos dijo:

–Pero antes de tramitar formalmente una denuncia sobre este asunto quiero ir al sitio y ver con mis propios ojos todo eso que ustedes me han contado.

Y a seguidas preguntó:

-¿Ustedes podrían llevarme?

-¿Cómo no, doctor? Ponga usted el día y la hora y nos vamos los tres juntos para allá.   –le respondí-.

Concertados el viaje para el día siguiente, el punto de reunión y la hora de la mañana de esta, al otro día ejecutamos lo convenido.

 

El regreso a Lomas Negras con el médico-biólogo:

Desde que recogimos al médico y biólogo hasta el momento mismo en que llegamos a Lomas Negras el científico establecido en la localidad tenía un rostro que era la pura expresión de la preocupación, se veía ensimismado y lo que salía de su boca eran expresiones cortas, como si telegrafiara.

-¡Oh Dios, Pablo! ¡Los perros que quedaron amarrados!    -exclamé al recordarme de los mismos -.

-¿Cuáles perros?     -preguntó el médico-biólogo-.

-Unos perros que ladraban fuerte y desesperadamente cuando Pablo y yo estuvimos ayer ahí y que por querer irnos rápido por el miedo que teníamos no nos acordamos de ellos. Ojalá y todavía estén vivos para soltarlos, cuestión de que se puedan salvar.

Al llegar exactamente al punto en que el día anterior Pablo y yo habíamos descendido del vehículo lo propio procedimos a hacer esta vez los tres.

Tras el médico y biólogo contemplar lo que estaba contemplando, las criaturas con su voracidad haciendo desaparecer árboles grandes en cuestión de pocos minutos, nos miró pasmado, su rostro tenía una clara expresión de horror que evidentemente obedecía más a que él sabía muchísimo más que lo que nosotros podíamos imaginar la potencia destructora que representaba aquello que en ese lugar se estaba manifestando.

Su cara estaba escandalizada por el peligro que corría todo lo existente a nuestro alrededor, lo mismo que toda la extensión geográfica hacia la cual se desplazara aquello.

-Esto me ha dejado tan intensamente anonadado que no creo que haya algo que amortigüe mi miedo.  No creo que ni ver una serpiente venenosa o a un león frente a mí podría ocasionarme el miedo que esto me infunde.      –dijo el doctor-.

Parece como si tanto las tierras donde habíamos visto ayer a las pequeñas criaturas negras como las pequeñas porciones de tierras hacia la cual habían enfilado y donde estaba una parte de ellas se estuvieran moviendo. Esa era la fuerte impresión que causaban.

Parte de las hierbas altas como los otros dos árboles inmediatos a aquel que Pablo y yo habíamos visto desaparecer el día anterior habían desaparecido y en ese preciso momento veíamos cómo las pequeñas criatura negras se abalanzaban sucesivamente sobre una serie de árboles y vimos cómo en cuestión de segundos dichos otros árboles iban desapareciendo con rapidez asombrosa de la faz del suelo.

Pese a su formación científica de médico y de biólogo al doctor poco le faltó para padecer allí mismo de una postración nerviosa, estaba claramente enfermo de horror y advertí que si no nos íbamos pronto de allí el hombre podría rebasar los límites de la razón, nunca había visto a un médico presa total del miedo, por lo que les dije a Pablo y a él que nos fuéramos, que retornáramos a la ciudad de Puerto Plata para ver qué consideraba él que se podía hacer frente a aquello. Pero también le pedí al médico-biólogo que, por favor, nos permitiera a Pablo y a mí sacar a los perros y amarrarlos con sus cadenas al carro para irlos llevando a una marcha lenta hacia la parte inicial del camino de entrada a Lomas Negras, cuestión de luego que estuviésemos en la ciudad de Puerto Plata yo hablar con alguien del Ayuntamiento que pudiese pasar a recoger a dichos animales a bordo de alguna camioneta.

 En nuestro retorno a la ciudad de Puerto Plata, al inicio del camino que conduce a Lomas Negras y antes  de entrar a la autopista, Pablo procedió a amarrar a los perros de un mediano, pero fuerte arbusto o árbol y luego entró al vehículo. Entonces el doctor rompió el silencio que había mantenido desde que salimos de Lomas Negras y, mientras iba sentado con lo que parecía una mirada perdida, manifestó con un tono sumamente serio, sumamente grave:

-Nos hemos convertido en testigos del paso de la muerte por estos lugares. Es claro que la evolución orgánica seguida por esa bacteria había llevado en nuestro planeta a la transformación de aquellas criaturas en las microscópicas bacterias que conocíamos tradicionalmente, que hace muchos cientos de millones de años esas súper bacterias habían hecho una vez anterior acto de presencia en la superficie de este planeta y que a partir de entonces habían evolucionado hasta lo que hoy día son lo que son al pasar a la fase de conversión a la que pasaron. Algo ocurrió en nuestro planeta que las obligó a tener que evolucionar adaptándose al mismo a través de la disminución de su tamaño. Pero me preocupa sobremanera que su multiplicación y su propagación con ese tamaño obedezca esta vez a un patrón diferente que conduzca a una extinción masiva de todos los humanos, de todos los animales y de todas las plantas; de esa manera todos los seres vivientes del planeta pueden ser víctimas de ese personaje expresivo de una vida destructora que pasaría a convertirse en el personaje central de la vida en este planeta ya que como forma de vida sólo quedaría dicha súper bacteria. El hombre sería una más de las tantas otras víctimas de la fuerza devoradora que se ha instalado y se ha desatado en esta parte del planeta y que, por lo visto, amenaza con expandirse desde aquí, poco a poco, sobre toda la extensión de este causando males tanto a la vida humana como a la vida animal y a la vida vegetal.

Y a renglón seguido el doctor siguió expresando:

-Tengo que ir investigando en todos sus detalles los antibióticos más efectivos que sirven para combatir las bacterias ordinarias Vibrio vulnificus o « devoradoras de carne« (fascitis necrosante) para la contra, para que cuando les dé la voz de alarma a las autoridades sobre lo que ha hecho acto de presencia en Lomas Negras, ellas no permanezcan ajena a la presencia de lo que amenaza tanto a todo este territorio de Puerto Plata como al mundo entero. Todo esto es clave para ver cómo se podría conseguir alguna solución a esta amenaza que se cierne sobre toda la Humanidad. No es que estas criaturas formen con lentitud sus planes, es que sus planes están formados en su código genético. Señores: hemos hecho un viaje fuera de la naturaleza. Se trata de un enjambre enorme que mete miedo. Estos seres llevan una marcha silenciosa, pero no muy lenta y es una marcha letal que se irá extendiendo, rodando como un océano invasor que va a desorganizar completamente, a destruir, a ahogar todas las formas de vida de este planeta. Eso que parece ser tan sólo un bicho insignificante entraña un enorme peligro de devoración. La verdadera situación se ignora, excepto por uno que otro rumor muy alejado de la completa realidad de la amenaza que se está desplegando desde el territorio puertoplateño usado como cabeza de playa por la invasión de estas pequeñas criaturas.  Si «eso« sigue avanzando, todo lo que ustedes estaban acostumbrados a ver aquí como expresión inagotable en fertilidad, fertilísimo, en variedad de plantas florales y frutales e inofensivo y manso en su fauna, todo eso a lo que ustedes estaban acostumbrados está condenado a desaparecer, lo mismo nosotros los humanos que vivimos en Puerto Plata y todos sus alrededores y después que se coman a Puerto Plata y todos sus alrededores seguirá avanzando devorando todo hasta llegar a otros lugares habitados por humanos y así, sucesivamente, seguirá avanzando hasta cubrir a todo el planeta con su aliento de muerte. Todo lo que vimos allá atrás es poco: es tan sólo el anuncio, un pequeño anuncio, de todo lo demás que sobrevendrá. Esas alimañas que son esas súper bacterias gigantescas no son de este mundo, llegaron aquí en estado de letargo a bordo de ese meteorito que parece proceder de algún planeta, sabrá Dios de qué parte del Universo, que fue impactado por algún asteroide y causó astillamientos del cual el meteorito es una expresión concreta. El término «extraterrestre« es adecuado usarlo aquí. Así como ustedes escucharon a una parte de los árboles expresar ruidos de miedo, si esto sigue avanzando, como ví que viene avanzando en dirección hacia el Este, pronto habrá todo un bosque quejumbroso, con extraños ruidos que son las expresiones de su miedo.  A pesar de que muchas gentes creen que los árboles no sienten ni perciben ni ven, lo cierto es que son seres tan vivos como los somos nosotros, y eso que ustedes ayer, primero, y luego nosotros tres juntos hoy percibimos de los árboles lo confirma.  Esas súper bacterias están estampando el horror sobre nuestro planeta, si no se actúa con tiempo frente a ellas se lo tragarán completo. Aunque son visibles por ser tan sólo ligeramente pequeñas el ocultamiento les es facilísimo en tanto cuanto pueden pasar desapercibidas un buen tiempo, aunque a ellas no les interesa dicho ocultamiento. Se irán extendiendo por todos los valles, por todas las colinas, por todas las montañas, por todas la ciudades, no habrán más bosques, no habrán más animales, no habrán más seres humanos. Pronto todo esto será una extensión de desolada área y todo lo demás se irá convirtiendo igualmente en más y más desoladas áreas, todo de color obscuro y el único movimiento que podrá percibirse será el de un desolado color obscuro, negro: el movimiento de esa manta de súper bacterias que ustedes vieron deslizarse y devorar animales y plantas y que se irá convirtiendo en una manta cada vez más y más grande será lo único que se podrá notar al moverse. La obscuridad de esa manta ya convertida en algo súper gigantesco poblará sobre todo el territorio de la isla. Irá cubriendo millas y millas, el círculo de la muerte se irá agrandando cada vez más y más hasta cubrir todo, hasta cubrir la isla entera. La sombra obscura se hará más grande, más densa y más profunda, pues se multiplicará casi infinitamente. Todo será muerte, pura muerte, el suelo quedará asolado por la muerte y es partir de ahí que esas súper bacterias enfilarán hacia el mar y hacia otras tierras, es decir, luego se la arreglarán para pasar a otros lugares de tierra y otra parte de dichas súper bacterias se adaptará al agua de mar y en el mar cometerán la misma devastación que cometen en tierra. Así como la tierra se convertirá en una tierra de muerte, en una tierra muerta, lo mismo ocurrirá con el mar, este se convertirá en un mar de muerte, en un mar muerto, desolado, desierto de vida. Ese espeso manto de obscuridad antinatural  convertido en un turbión frenético, enloquecido, le dará un devorador abrazo furibundo a todo lo vivo, empujará como una densa negrura detrás de todo lo que tenga vida para alimentarse de esa vida. Mantendrán su empuje devorador mientras no se hayan agotado los recursos alimenticios. Todos los recursos naturales desaparecerán. En vano, si es que sobrevive algún ser humano, se buscará un árbol o un arbusto o una hierba ya que ni siquiera un tipo de vegetación sobrevivirá, los árboles no dejarán ni sus restos como testimonio silencioso de su muerte, todo, todo en absoluto, el mundo entero será un desolado campo de muerte. Están «echando raíces« como decimos en nuestra expresión popular: están multiplicándose. Hasta ahora mismo no hay nada aquí en Puerto Plata ni creo que en este país, nuestra República Dominicana, que pueda detenerlos, tengo una visión muy pesimista de esto, de que todo podría ser destruido, de que todos los seres vivos, sin excepción, podríamos ser destrozados, devorados, consumidos por estos seres, de que reinará el silencio, de que sólo se escucharán ellas entre sí mismas. Estamos en presencia de algo que destruye sin motivo alguno que no sea otro que el de alimentarse a costa de cualquier otra expresión de vida. Nosotros los humanos no seremos la excepción. Nos llevará al borde de ser aniquilados y con toda seguridad, seremos aniquilados. De lo que estamos hablando es de la devastación total de la vida en nuestro planeta. Millares, quizás millones, de personas rebasarán el borde del colapso mental, enloquecerán ante la revelación frente a sus ojos de la súper gigantesca devoración que cometerán estos seres abominables. Estos seres que se han instalado en Lomas Negras amenazan con cambiar nuestra Historia, amenazan con sacarnos de la Historia. Se trata de algo extraño que  vino del cielo, de los espacios de los confines insospechados del Universo. Hemos recibido una nueva versión de vida que se ha convertido en una amenaza del mundo nuestro. Desde sus arcanos, desde su contenido profundo el Universo de cuando en cuando nos deja entrever que oculta muchas cosas ignotas para los humanos, y esta es una de ellas, pero esta es congénitamente peligrosa en grado extremo. Es una expresión de los misterios del Universo, de los tantos misterios que nos han estado esperando en el Universo.  Nosotros, la Humanidad, que en los tiempos modernos hemos estado en una búsqueda permanente de otros seres tenemos aquí otra revelación de que nuestro mundo, este planeta, en diferentes épocas ha recibido la visita de otros seres vivientes, procedentes de mundos más viejos del espacio, unas veces inteligentes y otras veces no inteligentes, y que ahora nuevamente vuelve a suceder. Nadie me muda de mi creencia de que el meteorito en que llegaron a la Tierra era un pedazo de algún planeta que al colisionar con otro planeta o con algún meteorito gigante salió disparado y estos pequeños, pero terribles monstruos cabalgaron sobre él durmiendo en el mismo hasta llegar a nuestro planeta. Eso que acabo de decir es sólo una perspectiva de las quizás otras tantas perspectivas explicativas en torno a ellos y su regreso en su forma original a este planeta. Es posible que esta sea una de las causas por las que hay tantos planetas misteriosos que son obscuros y estériles, vaciados de vida, cuyo suelo ha adquirido un tono al parecer negro-gris obscuro-gris uniforme, que son de puro polvo y de pura piedra; parece ser que después que estas súper bacterias Vibrio vulnificus gigantescas consumen todo lo que hay en un planeta terminan consumiéndose entre ellas mismas al no haber más nada ya de que alimentarse.   –con esa largueza se extendió el doctor-.

Era evidente que en su fluir tenebroso el conjunto de las ideas del doctor habían tomado un rumbo especial y sumamente estremecedor por la visión más allá de lo apocalíptico que describía.

Con aquel monólogo perturbador del doctor Tavárez hicimos un viaje psicológicamente sobresaltado de retorno a la ciudad de Puerto Plata tanto por todo lo que habíamos visto como por la atmósfera perturbadora per se que transitaba sobre las cuatro ruedas de mi carrito Honda y en la que la desaparición de la vida y la desolación eran su eje irremediablemente pesado, total y  asfixiante por las circunstancias explicadas y porque él, muchísimo más que nosotros, tenía una clara visión de a lo que podía llegar todo aquello si se le dejaba avanzar sin oponer obstáculo. ¡El horror era creciente!…  El doctor se esforzaba por parecer tranquilo, pero sólo la inmovilidad de su cuerpo sentado en el asiento derecho al lado de mí, que conducía, parecía tranquilo: todo cuanto brotaba de sus labios reflejaba la intranquilidad insondable que se agitaba en su interior.

Me resultaba sumamente difícil no pensar en todo aquello que decía el doctor y evidentemente la misma situación se daba con Pablo que desde el asiento de atrás le preguntó al doctor:

–Entonces,…¿Desaparecerá la vida en nuestro planeta comenzando por aquí, por Lomas Negras y por Puerto Plata, doctor?    -le preguntó Pablo con un marcado tono de angustia, de preocupación elevada a más allá, muy pero muchísimo más allá de la potencia de cien-.

–La Humanidad ha vivido agobiada por el trabajo, por las guerras y por las epidemias, y a pesar de ello ha logrado subsistir con relativa autonomía, pero esto con lo que hemos tenido contacto es una voluntad hostil a la humanidad, sumamente agresiva. Si estos seres no son efectivamente combatidos  podría ser tarde para toda la población humana del planeta y para toda forma de vida en el mismo y no se hablaría siquiera de la muerte del hombre porque todos los hombres, toda la raza humana desaparecería. Sólo un centro de poder con un elevadísimo desarrollo industrial en capacidad de producir lo que pueda servir para envenenar o matar a estos seres podría ayudar a combatirlos, de lo contrario no podrían ser combatidos. El inmediato curso futuro de los acontecimientos definirá o responderá esa pregunta que me haces.   –le respondió el doctor-.

La reacción:

A pesar de la conmoción causada por lo que los mudados habitantes de Lomas Negras narraron y fue difundido a través de los medios de comunicación, parece evidente que nosotros fuimos ahí antes que cualquier autoridad local ya que las dos veces que fuimos, antes de la llegada de ayuda extranjera, no vimos ningún representante de la autoridad del Estado ni militar ni civil.

Inmediatamente llegamos a la ciudad de Puerto Plata el médico-biólogo nos pidió que lo condujéramos al Hospital Ricardo Limardo para conversar con el Director de este, quien era, a su vez, el representante local del Ministerio de Salud Pública y explicarle todo cuanto él sabía del caso y pedirle que contactara a sus superiores para informarles de la grave amenaza instalada en Lomas Negras, Puerto Plata.  Así lo hizo el representante de dicho ministerio y se produjo una conferencia por tele-video en la cual el médico–biólogo repitió aquella exposición tenebrosa que habíamos escuchado a lo largo del viaje de regreso desde Lomas Negras hasta Puerto Plata. Después de hechos los contactos pertinentes, el Ministerio de Salud Pública de la República Dominicana despachó ese mismo día con carácter de extrema urgencia, por el Aeropuerto Internacional Gregorio Luperón de Puerto Plata, a un médico dominicano con el ejemplar que Pablo y yo le habíamos entregado al doctor dentro de un fortísimo pequeño recipiente herméticamente sellado hacia el Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades Infecciosas (CDC) de Atlanta, Estados Unidos.

La conmoción y la alarma causadas en esta institución por dicho ejemplar fue tal que apenas dos días después un enorme contingente de avionetas cisternas y de helicópteros cisternas estadounidenses, todos de los usados para combatir incendios, llegó al Aeropuerto Internacional Gregorio Luperón de Puerto Plata. Igualmente llegaron tres enormes aviones Boeing 777 de carga repletos de tanques con toneladas de los antibióticos líquidos que el Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades Infecciosas (CDC) de Atlanta consideró pertinentes para combatir la amenaza en curso contra la vida en el planeta Tierra. De dichos aviones sacaban esos tanques y estos eran trasladados a una terminal donde estaban las avionetas y los helicópteros, las cuales procedían a cargar con los antibióticos.

Se produjo una reunión entre los científicos estadounidenses, los militares también de esa nacionalidad, los representantes del Ministerio de Salud Pública de la República Dominicana y nosotros tres, es decir, Pablo, el doctor y yo, en la Gobernación Provincial. Allí ellos escucharon directamente de nosotros tres la narrativa de los acontecimientos conocidos directamente por nosotros. Toda la reunión fue grabada en audio y en video. Los científicos extranjeros recalcaron que no había tiempo que perder y que por eso le solicitaron al Gobierno de los Estados Unidos que enviase esas avionetas y esos helicópteros porque el plan que ellos habían elaborado para hacerle frente a la situación amenazante cuyo foco o epicentro se originó en Lomas Negras consistía en bombardear ese lugar y su entorno inmediato con unos antibióticos líquidos especiales concentrados por estar en altísimas dosis multiplicadas las cantidades de sus respectivos componentes. Pero, dijeron, que el primer bombardeo consistiría en una prueba. Para esa prueba primero un equipo integrado por bacteriólogos y militares iría al lugar para ver todo, tomar notas y, al mismo tiempo, tomar con precisión las coordenadas del mismo. En efecto, los bacteriólogos y los militares seleccionados fueron a Lomas Negras y entraron a dicho lugar con trajes y cascos de plástico de protección viral, dichos bacteriólogos y militares tomaron fotos y notas, grabaron videos, y, posteriormente,  la prueba consistió en que desde un helicóptero les tiraron a las bacterias súper gigantes el antibiótico ordinario, esto es, con la dosis habitual de sus componentes que se suele usar para combatir a la microscópica terrestre «Vibrio vulnificus« en la parte de Lomas Negras en que desde el aire se divisaba actuando la manta obscura de los seres que habían caído de allende el cielo. Aquello, repito que dijeron que era una prueba. Ese primer y limitado bombardeo sólo pareció causarles un efecto de ligero desmayo a la porción bombardeada de las criaturas del tamaño de una abeja, pues casi de inmediato se recuperaron y aunque inicialmente medio atontadas siguieron adelante su atroz actividad de devoración.

Era obvio que debían usarse antibióticos con las dosis de sus elementos aumentadas de manera proporcional al cuerpo de aquellas terribles alimañas espaciales y por ello era claro que los científicos estadounidenses que estaban a cargo de dirigir la operación habían sido muy previsores y calculadores al efecto: habían seleccionado los antibióticos concentrados que trajeron. Después de esa prueba múltiples operadores de avionetas cisternas y de helicópteros cisternas abrieron las compuertas de sus cisternas desde el aire y probaron disparando su carga especial primero en el punto mismo donde cayó el meteorito y de ahí siguieron dejando caer su carga de los referidos antibióticos preparados con dosis extrafuerte en sus elementos en toda la pequeña loma principal y en las otras igualmente pequeñas contiguas y en todos los alrededores de las mismas, constatando que esta vez habían conseguido matar a los paquetes de dichos seres sobre los que había caído el químico mortal arrojado en su contra. Inmediatamente el bombardeo siguió por el área del basurero: se temía que las pequeñas criaturas negras ya hubiesen penetrado al basurero y que de ahí siguieran expandiéndose. Al segundo día de los bombardeos llegaron al Aeropuerto Internacional Gregorio Luperón otros cinco aviones Boeing 777 de carga también repletos de tanques con toneladas de los antibióticos esta vez muchísimo más fuertes que los de por sí fuertes con que durante el primer y el segundo día se estuvo bombardeando: el Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades Infecciosas (CDC) de Atlanta había encargado a varios laboratorios esa producción todavía más incrementada en su fortaleza letal. No querían la posibilidad de que subsistiese una sóla de esas criaturas.

 

Dichas operaciones de bombardeo se repitieron incesantemente durante otros cuatro (4) días consecutivos a esos dos primeros, tanto en horas diurnas como en horas nocturnas, todo sin levantar mano. El objetivo era agotar todos los cargamentos de antibióticos que fueron traídos lanzándoselos a las bacterias y cerciorarse de que la misión había sido un triunfo. Angustiados por la magnitud del asunto envuelto, éstos extranjeros trabajaron incesantemente.

La última vez que en los alrededores se había visto un movimiento parecido fue en mil novecientos cincuenta y nueve (1959) cuando un grupo político armado desembarcó en la inmediatamente próxima comunidad de Maimón y los aviones de guerra de la dictadura dominicana de entonces que lo esperaba se lanzaban en picada vomitando las balas de sus ametralladoras.

… Me mantuve viendo los bombardeos de las avionetas cisternas y de los helicópteros cisternas prácticamente en primera fila o casi en primera fila desde mi área  preferida de Maggiolo…

Tras el sexto día de bombardeo el mismo equipo de bacteriólogos y militares que visitó la primera vez a Lomas Negras volvió al sitio el séptimo día a verificar y a recolectar todo lo que considerara pertinente y a tomar fotos y videos, de allí volvieron unas ocho (8) horas después sumamente satisfechos de la labor que realizaron. Habían anegado de antibióticos toda el área bombardeada y, no obstante ello, dijeron que lo que se imponía hacer a continuación era enviar doce grupos de exploración que entraran al círculo del área por diferentes puntos para desde la periferia llegar a pie hasta el punto del cráter, lugar donde convergerían todos los grupos y que el objetivo era hacer una exploración y un rastreo detenido de esos sectores para determinar si se encontraban o no con algún o algunos ejemplares que acaso hubiesen podido salvarse y saber, en consecuencia, qué decisión adoptar. Así lo hicieron y no se encontró ni un solo ejemplar de aquellos seres. Aquel enorme equipo de científicos y militares estadounidenses duró dos (2) días descansando en Puerto Plata y luego regresó a su país. Recuerdo que en el Aeropuerto Internacional Gregorio Luperón el científico estadounidense cabeza de la misión, apellido Carlson, al despedirse del médico y biólogo, de Pablo y de mí nos dijo:

 

–Le estoy rogando a Dios y le seguiré rogando todos los días porque nuestro trabajo haya sido un éxito, que no haya sobrevivido una sóla de esas criaturas.

…Todo el suelo en un área de unos doce (12) kilómetros a la redonda quedó empapado por la enorme cantidad de toneladas de los antibióticos de gruesa concentración lanzados desde el cielo: la idea era que los fuertes antibióticos lanzados cubriesen toda la tierra sobre la cual eran lanzados y que penetrasen lo más profundo posible en la misma, se quería asegurar así que lo que allí entró no pudiera salir de ningún modo…

Atentamente,

Rafael Pedro Gutiérrez

Calle Beller No. 38,

Ciudad de San Felipe de Puerto Plata.