Por Lic. Gregory Castellanos Ruano
«…de todo lo que daba realce a mis días, me pongo a soñar con una ciudad,…«
(Ciorán, Emil: Historia y Utopía)
La Historia recoge muchos casos de obsesiones de diferentes personas que han sido figuras renombradas, por ejemplo: la obsesión de Henrich Schliemann con La Ilíada le hizo primero soñar deslumbrado sobre el argumento, los personajes, el lenguaje, los lugares mencionados, etcétera; la leyó varias veces, la dominó tanto que conocía cada meandro y cada rincón de la obra; y llegó un momento en que del sueño pasó a sospechar la verdad de lo que en ella narra Homero, finalmente, encontró a Troya, cuando todos creían que el relato eran puros inventos, fabulaciones, puros cuentos del poeta griego.
La obsesión de Schliemann con La Ilíada le hizo sospechar la verdad de lo que narra Homero en La Ilíada y, finalmente, encontró a la ciudad asediada por los griegos, cuando todos para la época creían que el relato eran puros cuentos del poeta griego.
Schliemann primero razonó que había un principio de realidad: la existencia de las ciudades griegas mencionadas que originalmente parecían simplemente los lugares geográficos conformantes de la ambientación de la narración, y de ahí se hizo la pregunta de si acaso la mencionada Troya no fue tan real como real se sabía que lo habían sido Atenas, Esparta, Itaca, etcétera.
Aquello se convirtió en una obsesión en el sentido literal y estricto de la palabra.
Otra obsesión histórica digna de mencionar, también muy conocida, es la de Juan Ponce de León tras la fuente de la juventud aquí en América.
Con toda certeza hay muchas otras obsesiones de otros personajes históricos. Son historias de persistencia.
La obsesión de Schliemann giró alrededor de un asentamiento humano, alrededor de una ciudad.
En Colón se dio no sólo la persistencia durante años buscando el financiamiento de la empresa de realizar el viaje hacia lo desconocido, hacia lo que finalmente serían estas tierras americanas. También un detalle particular que atañe a Puerto de Plata apunta en esa misma dirección de pintarnos a Colón como un obsesionado, pues poco después de producirse el descubrimiento Puerto de Plata habría de ocupar, como en efecto ocupó, un lugar en sus obsesiones.
Es decir, como la de Schliemann, la obsesión de Colón también giró alrededor de un asentamiento humano. En efecto: Colón, al igual que Schliemann, también fue un obsesionado con un asentamiento humano, pero no con encontrar los vestigios de uno sino con crear un asentamiento humano.
Fundar a Puerto de Plata fue epicentro de una de las obsesiones del Almirante de la Mar Océana.
La obsesión de Colón con Puerto de Plata fue generada por la visualización que tuvo de la belleza de Puerto de Plata. Colón quedó deslumbrado por la belleza admirable de los paisajes de Puerto de Plata. A partir de ahí tuvo una idea fija en su mente. Su mente quedó obsesionada con establecer un asentamiento humano en aquel lugar. Aquello fue un travesaño mental.
Tres veces lo pensó y lo proyectó de manera sistemática en su mente y quiso ejecutar lo pensado y proyectado.
Primera vez:
En ocasión de su primer viaje, el once (11) de Enero del año mil cuatrocientos noventa y tres (1493), al descubrir la bahía y el entorno territorial alrededor de la misma, Colón calificó esas tierras «como las tierras mejores y más lindas del mundo« y dijo que al pie del monte que llamó «Monte de Plata«, que «es muy alto y hermoso «, «hay un puerto muy bueno, y en la entrada tiene catorce brazas,…« Desde entonces Colón seleccionó aquel lugar como el lugar ideal para establecer allí una ciudad a la que él quería que se le llamara «Puerto de Plata«. Ya Colón navegaba de retorno hacia España y se fue navegando a lo largo del litoral de la Isla para ir viendo esta. Se fue con la idea en la cabeza de fundar a Puerto de Plata, cruzó el Atlántico de retorno a España pensando en eso y ya en España también se la pasó pensando en eso.
Segunda vez:
Al retornar a esta Isla con motivo de su segundo viaje, vino con la idea y con el conjunto de personas que habrían de ser los primeros pobladores de su ideada Puerto de Plata, y dichos colonos venían con animales, semillas y la utilería necesaria para ello, pero un poderosísimo temporal tropical se lo impide a la altura de aproximarse a la Punta de Cafemba, lo que lleva a que las naves colombinas rápidamente dieran vuelta y fueron a parar al lugar donde se fundó La Isabela tras el hundimiento de la inmensa mayor parte de las naves a causa del viento poderosísimo que las estragó. Las que no fueron hundidas fueron seriamente averiadas.
Tercera vez:
Su obsesión con fundar a Puerto de Plata llevó a que en ocasión de después de reparada la carabela La Niña y construida la «Santa Cruz«, con los restos de las naves hundidas, y Colón disponer las medidas necesarias para el gobierno de la colonia instalada en La Isabela durante su ida y estadía en España como retorno de ese su segundo viaje, él quisiese explorar nueva vez a Puerto de Plata siempre con la idea de fundar una ciudad en aquel lugar.
Esas medidas fueron las de confirmar a su hermano Bartolomé en su Título de Adelantado y de nombrar a otro hermano, Diego, su sucesor en caso de que faltara aquél, y elevación de Francisco Roldán del cargo de Alcaide ordinario (alcaide era el encargado de la guardia y defensa de una población) de La Isabela al de Alcaide Mayor de La Española. Así, el diez (10) de Marzo de mil cuatrocientos noventa y seis (1496) parten las dos carabelas hacia la Metrópoli, en ellas van Colón, Aguado, Bartolomé, Caonabo (que ya había sido hecho prisionero), otros veintinueve (29) indígenas y doscientos veinticinco (225) españoles todos los cuales no querían saber de Colón y a los cuales el Almirante consideraba facciosos y se alegraba de que fueran a España para quedarse.
Las dos embarcaciones no partieron de inmediato, sino que fueron costeando la Isla hacia el Oriente hasta llegar a Puerto de Plata, allí el Almirante mandó a desembarcar a su hermano Bartolomé a quien había pedido le acompañase hasta ese lugar para que lo explorase y viese si habían buenas fuentes donde aprovisionarse de agua, pues el Almirante, que en su primer viaje había quedado deslumbrado con las bellezas naturales de Puerto de Plata, tenía la referida intención de fundar allí una población. El Adelantado bajó en una chalupa con diez hombres y exploraron los alrededores encontrando en ellos dos arroyos con los cuales se podía abastecer una ciudad de agua potable, pero al volver a la nave Bartolomé informó al Almirante que la búsqueda había sido infructuosa, información falsa esa que era una forma del primero intentar combatir la obsesión mental de su hermano Cristóbal de fundar a Puerto de Plata. Colón fue víctima del engaño de su propio hermano por dos razones: 1) porque en su primer viaje al visitar al Puerto de Plata no quiso bajar a tierra temiendo que Martín Alonso Pinzón, que había seguido navegando hacia el Este, desertara nuevamente o que realizara otro secuestro de indígenas que pudiera malquitar a éstos contra los españoles, y de que Martín Alonso había hecho subir a la fuerza a su nave a seis (6) indígenas, antes de abandonar el río Chuzón para dirigirse hacia el Oeste en cuyo trayecto se encontró con la carabela La Niña capitaneada por Colón. Y cuando volvieron al citado río y antes de partir, Colón obligó a Pinzón a devolver a los naturales a su aldea; y 2) porque su hermano Bartolomé no deseaba que se impidiese la fundación de una ciudad a orillas del Ozama en el Sur de la Isla donde Miguel Díaz vivió tras su fuga de La Isabela.
No obstante la información negativa, falsa, por interesada, sobre la existencia de un arroyo para el suministro de agua a la villa de Puerto de Plata en proyecto en la mente de Colón, éste último, a bordo de la nave que en ese momento capitaneaba decidió trazarle a Bartolomé el plano de la villa de Puerto de Plata. Es probable que Colón intuyera que quizás la búsqueda de Bartolomé fue muy circunspecta a una equis porción de terreno y que por ello probablemente seguía subsistiendo la posibilidad de que explorando otras partes de los alrededores el arroyo buscado pudiese aparecer.
Colón volvía a España después de ese su segundo viaje con la misma idea con la que regresó a la península después de su primer viaje: con la idea de retornar para fundar a Puerto de Plata, no obstante la referida falsa información que le suministró Bartolomé; por lo que el influjo de la idea obsesionante es obvio que seguía en pie.
Esos son, pues, los tres momentos históricos expresivos de la referida clara obsesión de Colón de fundar a Puerto de Plata.
La astucia de Bartolomé rindió sus frutos tras producirse la mudanza de La Isabela hacia Santo Domingo detrás del oro y la posibilidad de encontrar más que se desprendía de la noticia dada por Miguel Díaz, pues ello y las nuevas tierras descubiertas por Colón en su tercer viaje sirvieron para distraer la atención de Colón hacia Santo Domingo como quedó evidenciado a partir de su llegada a la Isla nueva vez con motivo de dicho tercer viaje, produciendo aquellos nuevos descubrimientos y aquella artimaña de Bartolomé la postergación y la anestesia, y, más que la anestesia, la yugulación de la obsesión de Colón de fundar a Puerto de Plata, hasta que pocos años después a la Isla llegó otro obseso, Nicolás de Ovando (pero éste no era fácil de engañar y estaba cargado de una voluntad de hierro), que retomó la idea de Colón de fundar a Puerto de Plata, la cual hizo que se plasmara en realidad.