Por Lic. Gregory Castellanos Ruano
La deshistorización es la deslegitimación de la razón de ser y de existir en la Historia.
Retando a la Historia dominicana, a esa labor de deslegitimación de la Historia dominicana se han dedicado algunos.
El hecho de Juan Bosch colocar a Peña Gómez como Secretario General del Partido Revolucionario Dominicano (PRD) es una expresión desnuda de la deshistorización de la República Dominicana, con ese hecho comenzó esa labor de deslegitimación.
El segundo gran, y también repudiable, hito en ese sentido es el que simbolizan Gustavo Montalvo y la Declaración de Juan Dolio: es otra expresión desnuda de la deshistorización de la República Dominicana. La deshistorización en que ambos hechos aberrantes sumieron a la República Dominicana es de gran calado.
En el último de los hechos referidos, la Declaración de Juan Dolio, la incrustación de la figura de Nelson Mandela en el seno de las relaciones Haití-República Dominicana contenía una alegación implícita singularísima: un «representante« (¿?) «del Estado dominicano« (¿?), Gustavo Montalvo, Ministro de la Presidencia de Danilo Medina, señalaba, no otra cosa, que la República Dominicana era el «Apartheid del Caribe«.
Ambos hechos para todo el que se precie de sentir la dominicanidad se traducían en una indignación impotente.
Ambos hechos traducen claramente la afirmación de que Juan Pablo Duarte no estaba del lado correcto de la Historia ni tampoco todos aquéllos que lo siguieron, Los Trinitarios y demás próceres, ni tampoco todos aquéllos que admiramos su ejemplo. O sea, que Juan Pablo Duarte y demás eran, son «rostros falsos« en la Historia; es decir, que la Nación y el Estado dominicanas son «una perduración y una prolongación de lo equivocado«. Y «esa perduración y esa prolongación de lo equivocado« no era posible ni es posible…
Por lo que, como consecuencia lógica, debemos permitir que los haitianos se apoderen del territorio dominicano y que se extinga el Estado dominicano porque si no lo permitimos es porque somos haitianófobos y somos haitianófobos porque somos racistas, lo que se traduce en que entonces nuestros Padres de la Patria eran haitianófobos y, por ende, eran racistas, y, en consecuencia, nuestra Independencia carecía de razón de ser porque arrastraba y arrastra un lastre que «la vicia«.
Al incrustar el «representante« (¿?) «dominicano« (¿?) a Nelson Mandela en su discurso de Juan Dolio, en las relaciones Haití-República Dominicana, ¿quién es el ser inmortal? ¿Juan Pablo Duarte o Nelson Mandela?
Según la línea de continuidad de esa forma de pensar Mandela sería un gigante, en tanto que, por el contrario, Juan Pablo Duarte sería un enano, más que un enano, un micro enano, un liliputiense. …Un ser que nunca debió de haber nacido. …El hombre que nunca debió de haber nacido. …Un ser malvado y perverso, un troglodita, una expresión del racismo anti-negro, un ser anti-histórico.
El discurso leído en Juan Dolio por dicho «representante« (¿?) «dominicano« (¿?) lleva implícito el asqueroseamiento de la figura de Juan Pablo Duarte, el asqueroseamiento de su pensamiento y el asqueroseamiento de su actividad para crear el Estado llamado República Dominicana. Todo lo cual es un grave agravio a la Memoria Duartiana y Trinitaria.
Así, con hechos deleznables como esos dos, se pretende escribir, reescribir, adulterar, falsificar la Historia de la República Dominicana.
Según ese relato o esa narrativa contenido en ese discursejo de Juan Dolio los haitianos serían los Mandela, en tanto que Juan Pablo Duarte vendría a ser un Ian Smith o un Peter Bhota, etcétera.
Si países africanos envían sus contingentes, como se ha venido diciendo, y se establecen en Haití, dichos contingentes estarían a tan sólo un paso de poder introducirse en el territorio nacional dominicano para erradicar el «Apartheid« en el Mar Caribe que supuestamente tenemos los dominicanos, para erradicar el «Apartheid en el Mar Caribe« que supuestamente se instaló en esta Parte Este de la isla desde mil ochocientos cuarenta y cuatro (1844) como consecuencia de las prédicas y las acciones de Juan Pablo Duarte y de Los Trinitarios.
Según esa concepción maniqueista cuya bandera tremola Haití en el escenario internacional Juan Pablo Duarte sería una especie de Ian Smith o de Pieter Botha o de cualquier otro líder blanco supremacista o segregacionista sudafricano anterior a Botha y nosotros los dominicanos los hijos de Ian Smith o de Pieter Botha o de ése cualquier otro líder blanco sudafricano anterior a Botha y éllos, los haitianos, los Mandela que luchan contra un «Apartheid« (¿?).
Como se puede apreciar lo que se viene haciendo es desfigurando a Duarte, de eso se trata todo: de desfigurar a Duarte. Este vendría a ser en la Historia un anti-héroe.
En mil ochocientos cuarenta y cuatro (1844) nos liberamos de una opresiva dictadura militar haitiana que nos sumió en un opresivo y patibulario cautiverio y ahora supuestamente no somos «liberados«, sino «racistas«.
Los liberadores y los a liberar supuestamente son éllos, los haitianos, y Juan Pablo Duarte y sus seguidores y nosotros los dominicanos supuestamente somos «los opresores« que supuestamente hemos creado una dictadura racial, «Un Apartheid en El Caribe«.
Es así como el discurso ideológico independentista dominicano pretende ser presentado como una fábula o mascarada, como un encubrimiento.
Y como el tiempo todo lo puede, tergiversando interesadamente, borrando la Historia, reconstruyendo el relato todo se le puede ir desdibujando en la memoria a las jóvenes generaciones dominicanas, pues, total, son recuerdos que supuestamente «para nada sirven«; se puede sumergir a esas jóvenes generaciones dominicanas en la decadencia de nuestra memoria, sumergirlas en la desorientación para diluir la realidad de los pasados acontecimientos históricos; para que la desorientación esté presente; para que el presente de esas jóvenes generaciones dominicanas lo sea de extravíos; para ahogar la Historia de la Nación dominicana. Y para todo ello sólo hay que profanar argumentos, subvertir las razones, vulnerar creencias, dar una fabricada y artificiosa respuesta desmitificadora a veneraciones colectivas, pues las razones se subvierten y subvirtiendo las razones se vulneran creencias.
Para lograr ese trastocamiento autodestructivo sólo hay que explayarse en la burla de casi todo, en la burla de todo, de absolutamente todo. Así, con esa total carencia de escrúpulos, se desestabilizan las grandes tradiciones y las trascendentalidades.
La deshistorización de la República Dominicana, la deshistorización de la obra de Juan Pablo Duarte y demás Próceres, es, pues, el paso previo y necesario a la extinción del Estado dominicano: ella resume el punto culminante y la crisis.
La Historia Dominicana es vista por quienes atentan contra la existencia de la Nación y del Estado dominicanas como una memoria condenada al olvido.
Esos dos hechos referidos encarnan los dos puntos de partida de la desorientación del pueblo dominicano y son parte de las palas de tierra que se vierten sobre el cuasi cadáver de la Patria.