Por Lic. Gregory Castellanos Ruano
En la semana final del mes de Julio del presente año dos mil quince (2015) se produjeron dos asaltos a dos sucursales bancarias que vinieron a formar parte del paquete delincuencial que abruma a la sociedad dominicana. Ello llevó a que el en ese momento Jefe de la Policía Nacional, General Manuel Castro Castillo, hiciera una propuesta de convocatoria a todos los sectores del país para discutir un `Pacto Nacional contra la delincuencia`, como conocedor que era y es del mecanismo de captura de los delincuentes, de su entrega al Ministerio Público para que éstos soliciten medidas de coerción, primeramente, y luego presenten acusación formal. Dicho General obviamente se sintió desesperado ante los resultados magros que la sociedad obtenía tanto en el plano del Ministerio Público como en el plano de los jueces penales debido a la normativa procesal penal cuasi-abolicionista penal y ultragarantista y, por ende, pro-delincuente, que contiene el Código Procesal Penal (CPP) vigente; resultados que se traducían (y se traducen) en que los delincuentes eran (y son) apresados por la Policía Nacional, pero los mecanismos de dicho código daban (y dan) lugar a que dichos delincuentes fuesen (y sean) devueltos a las calles con una ligereza tremenda, pasmosa, escalofriante, tanto por los representantes del Ministerio Público como por los jueces penales, lo cual, a su vez, significaba (y significa ) colocarlos en la amplia avenida de seguir cometiendo los mismos tipos de crímenes y delitos por los cuales fueron originalmente apresados por la Policía Nacional. Prueba de ello es que cada vez que la Policía Nacional apresa a algún responsable de un crimen o de un delito o a algún miembro de un grupo delincuencial responsable de un crimen o de un delito resulta que casi en un noventa y nueve por ciento (99%) ése apresado es un sujeto (o varios de éllos) que previamente ha(n) cometido varios, cuando no muchos, crímenes y delitos de la misma naturaleza por la cual fue(ron) apresado(s) esta última vez; es decir, estamos hablando de delincuentes que al volver a las calles repiten el crimen o delito en cuestión porque el Ministerio Público no lo persiguió o porque alguna jurisdicción penal lo tiró para las calles nuevamente. Es el mecanismo bautizado con desagrado y rechazo por los pueblos de Argentina y Chile como `La Puerta Giratoria`. En fin, en semejantes circunstancias, era y es como si un bombero intentase combatir un incendio súper gigantesco con una pistolita de agua de juguete.
La realidad de la existencia de `La Puerta Giratoria` arroja gasolina de altísimo octanaje a ese incendio súper gigantesco que es la delincuencia que existe en el país. Si ésos repitientes o repetidores de crímenes y delitos permaneciesen privados de su libertad, segregados, apartados de la sociedad en el lugar natural donde deben de estar , esto es, en la cárcel, éllos no podrían repetir sus fechorías; y aquéllos que se viesen tentados a imitarlos serían disuadidos al ver que el destino seguro de todo delincuente lo es la cárcel; pero ese código es enemigo de la cárcel como destino para los delincuentes y, por el contrario, es amigo de los delincuentes, a los cuales sobreprotege (en el sentido literal y estricto del término), en desmedro de las víctimas y de la sociedad.
Contrario a lo que algunas personas interesadas han querido hacer creer la gestión del General Castro Castillo (a quien no conozco personalmente) fue una muy buena gestión policial, pero lamentablemente no tuvo el apoyo ni de los representantes del Ministerio Público ni de los jueces penales porque tanto los unos como los otros se rigen por la normativa del referido código, cuya efectividad y cuyo beneficio para la sociedad fue, correctamente y con conocimiento directo de causa, puesta en tela de juicio por dicho anterior incumbente de la jefatura policial, del mismo modo que dicha normativa cepepeísta ha sido puesta en duda por anteriores jefes policiales y por numerosos abogados, funcionarios judiciales, instituciones, políticos y personalidades del país.
Prosigamos con la narrativa: el periódico El Nuevo Diario, mediante un editorial titulado «Es clave la seguridad«, de fecha treinta (30) de Julio del dos mil quince (2015), exteriorizó crudamente su posición de repulsa ante el clima delincuencial que respira el país, nuevamente, pues no es la primera vez que con justificada razón su distinguido editorialista se ha referido a dicha grave situación.
El treinta y uno (31) de Julio del dos mil quince (2015) el candidato presidencial de un partido político, Luis Abinader, declaró que de llegar al poder le declarará la guerra a la delincuencia y a la criminalidad (ver El Nuevo Diario Digital de dicha fecha). El primero de Agosto del dos mil quince (2015) el Diario Libre Digital publicó el titular «Empresarios y personalidades alarmados por auge de delincuencia « y dentro del contenido de dicha noticia, entre otras, hizo la siguiente referencia: «De su lado, el ex presidente de la Suprema Corte de Justicia (SCJ), Jorge Subero Isa y el ex procurador general de la República, Radhamés Mejía, entienden que se debe reforzar el sistema de justicia para hacerle frente a la situación. Subero calificó de “gravísimo” que en menos de una semana se hayan producido dos asaltos a instituciones bancarias, así como robos en restaurantes. Mejía pidió a la sociedad empoderarse del tema.«
El dos (2) de Agosto del dos mil quince (2015) el Consejo Nacional de la Empresa Privada (CONEP), en respuesta a una solicitud de ayuda de empresarios preocupados de Santiago con motivo del auge delincuencial que igualmente se padece allí, anunció que promovería «solidez y transparencia para la seguridad ciudadana« diciendo: «El presidente del Consejo Nacional de la Empresa Privada (Conep), Rafael Blanco Canto, anunció en Santiago que en la próxima convención empresarial promoverán la institucionalidad sólida y la transparencia para garantizar la seguridad ciudadana, como uno de los principales ejes a desarrollar« (ver igualmente en El Nuevo Diario Digital de esa misma fecha la noticia «Conep anuncia promoverá solidez y transparencia para la seguridad ciudadana«).
La presencia en esa actividad desarrollada en Santiago del anterior Presidente de esa entidad (el CONEP) junto con el actual Presidente de la misma evidencia que frente a la delincuencia éllos nada van a conseguir, pues ese anterior Presidente del CONEP fue de los que, acicateado por Francisco Alvarez Valdez, Juan Bolívar Díaz Santana y otros de la entidad al servicio del mal y mal llamada «Participación Ciudadana« (¿?), «protestó« (¿?) cuando el Congreso Nacional modificó apenas superficialmente el Código Procesal Penal (CPP) para, por lo menos, cerrar `La Puerta Giratoria` que permite que los delincuentes salgan con la facilidad pasmosa con que salen cuando se les logra capturar. De manera que, señores de Santiago, pueden olvidarse de eso de resolver el problema de la delincuencia en Santiago y en todo el país. Con ésas gentes no van ustedes a resolver absolutamente nada de nada, pero nadita de nada. Esas gentes son `instrumentos al servicio de un poder extranjero`: la copia y puesta en vigor del CPP fue una imposición de la USAID estadounidense y ésos personajes que son y serán de triste recordación formaron y forman parte de ese tinglado que llevó a que dicho código se pusiera en vigor. Esas son personas que han tenido la cachaza, incluso, de traicionar a su propia Patria frente al tema haitiano, obedeciendo instrucciones extranjeras, de manera que de ahí nada bueno, absolutamente nada bueno, se puede esperar de las mismas y mucho menos si lo perseguido contraviene la agenda estadounidense.
Lo mismo cabe decir de los extraños y sorprendentes «pronunciamientos « (¿?) de Jorge Subero Isa, de Radhames Jiménez Peña, y otras hierbas afines, etcétera, pues todas ésas gentes en hecho han constituido un conciliábulo de fuerzas por su Negacionismo cepepeísta a reconocer los efectos dañinos y devastadores del CPP, por ser descarnadamente y sin la menor de las vergüenzas Pro-CPP a desmedro y despecho de los resultados funestos que le ha acarreado la vigencia de ese código a la sociedad dominicana, es decir, son personajes opuestos a que le pongan la mano al «libro sagrado« (¿?) del CPP. Ellos quieren velar con una conspiración de silencio que esos efectos dañinos y devastadores tienen su origen en dicho código. Radhames Jiménez Peña incluso tiene un programa de televisión dedicado a pretender «glorificar« (¿?) el código en cuestión. Se trata, todos éllos, de gentes con un cementerio gigantesco detrás, lo mismo que con un hospital gigantesco igualmente detrás: cementerio compuesto por todos los muertos que han resultado conexos a los robos gigantescamente multiplicados a raíz de estar en vigor el Código Procesal Penal (CPP); y hospital compuesto por todos los lesionados permanentemente, por los heridos y por los contusos que han resultado conexos a los robos gigantescamente, y muy sintomáticamente, multiplicados a raíz de estar en vigor el Código Procesal Penal (CPP). Es decir, se trata de personajes que deberían de estarse dando golpes en el pecho de Mea Culpa, por el infierno terrible de la conciencia acusada.
Muy, pero muy previamente a todo esto el Dr. Marino Vinicio Castillo (Vincho), el Dr. Ramón Pina Acevedo, el Dr. Rafael Luciano Pichardo, el Dr. Milton Ray Guevara, el Dr. Mariano Germán Mejía, el Ing. Miguel Vargas Maldonado y una cantidad enorme de colegas y de personas a las que se les ha secado la lengua denunciando el carácter criminógeno de esa legislación cuasi-abolicionista penal habían propuesto formalmente revisar todo lo concerniente a ese código.
Luis Abinader una vez, hace bastante tiempo atrás, vino sosteniendo que había que luchar contra la Inseguridad Ciudadana, y cuando el Congreso Nacional le hizo la ya referida modificación apenas superficial al CPP se montó huyendo en el carro de Participación Ciudadana (acicateado por esta), la cual es una de las ONGs que recibe financiamiento para promocionar y apoyar dicho código, al igual que para otras diabluras contra la sociedad dominicana. Abinader está pésimamente asesorado: su asesor número uno (1) es el señor Juan Bolívar Díaz, fundador de Participación Ciudadana (a la cual sigue manejando como un titiritero detrás de las bambalinas), del cual el señor Francisco Alvarez Valdez es miembro. Ver a todas ésas personas en ese tren partidario abinaderista sólo sirve para saber que Abinader está siendo manejado y muy mal manejado y que por ello todo cuanto emane de él va a ser de difícil credibilidad. En esta situación se da con él la misma situación que él confronta con el tema haitiano: su primer gran lastre; el segundo gran lastre lo es su posición cambiante frente al enfrentamiento de la delincuencia. Si él no toma el timón y arroja fuera del barco a personajes nefastos y negativos como ésos puede dar por seguro que ni ahora ni nunca llegará a lado alguno. Se lo dice alguien que tras el descalabro inexorable del continuista proyecto hipolitista del dos mil cuatro (2004) en conversaciones con personas amigas, al versar las mismas sobre el tema del PRD, fue de la opinión personal que para el PRD poder recuperarse necesitaba de alguien que ni oliera ni hediera y mencioné específicamente nada más y nada menos que el nombre de Luis Abinader: aquello lo dije exactamente frente a la Universidad O&M, pues dichas conversaciones se produjeron en dicho frente: allí externé dicha opinión, de la cual todos los demás presentes entraron en disenso: para esa época es probable que ni el mismo Luis Abinader hubiese soñado siquiera en algo próximo a eso.
Ahora vemos a la entelequia mal llamada «Participación Ciudadana« diciendo que hay inseguridad ciudadana, pero si esa inseguridad ciudadana es hija del Negacionismo de dicha entelequia a reconocer la incidencia negativa y de aliento al crimen y al delito que tiene el CPP. Para dicha entidad al servicio del mal todo es «percepción, simple percepción« (¿?) como si la percepción fuera la que saliese a robar y a matar. Si fuera «percepción, simple percepción« (¿?) este sería un Paraíso Feliz creado por el experimento jurídico del CPP, pero este país no es un Paraíso Feliz precisamente porque está vigente ese código al servicio de la delincuencia, al servicio descarado de los delincuentes. Igualmente el periódico «Camino« de la Iglesia Católica, en unas manos extrañas, fue de los que le hizo el coro a la mal llamada «Participación Ciudadana« y compartes cuando el Congreso Nacional hizo esa tentativa de reforma superficial, y ahora sale, dicho periódico, a denunciar nuevamente el auge de la delincuencia.
Ya las preguntas de los ciudadanos sobre el porqué de esta delincuencia serían fósiles en cuanto a antigüedad si se las formularan, pero ya prácticamente no se las hacen. De conformidad a una encuesta publicada por el periódico El Caribe de fecha seis (6) de Agosto del dos mil quince (2015) el ochenta y dos por ciento (82%) de la población estima que el problema de la delincuencia radica en el mal funcionamiento de la Justicia. Esa apreciación de la sociedad es producto de su contacto con la Justicia Penal que la hicieron infuncional producto de ponerla a aplicar el Código Procesal Penal (CPP).Ya «la tierra del contento perdido« está desapareciendo: los ojos de los ciudadanos se han ido abriendo al tener contacto con la Justicia Penal infuncional del cepepeísmo. El espanto y el sufrimiento ha ido acercando a nuestro país al conocimiento de su propia verdad. Esta sociedad está, pues, empoderada sobre el problema de donde se origina el problema de la delincuencia: en la falencia judicial producto de estar aplicando el CPP.
El hecho del General Castro Castillo convocar a una cumbre para un Acuerdo Nacional contra la Delincuencia iba necesaria y forzosamente a colocar sobre el tapete nuevamente lo que siempre ha sido colocado sobre el tapete: que mientras el Código Procesal Penal (CPP) esté vigente en la República Dominicana prevalecerá la Inseguridad Ciudadana porque prevalecerá la delincuencia, tal como amargamente la ha «saboreado« el pueblo dominicano. La actitud realista del anterior Jefe de la Policía Nacional puso en entredicho el egolátrico, narcisista y cesarista «Yo Prohibo« (que es lo que significa la palabra veto) del veto presidencial danilista cuando el actual Presidente de la República vetó la referida reforma apenas superficial al Código Procesal Penal para tratar de ponerle ciertos límites a la delincuencia.
No se ha querido, en ciertos sectores con pie en el poder (tanto del leonelismo como del danilismo), asimilar que la crisis delincuencial que sufre la población dominicana es una crisis jurídica muy seria y, por ende, una crisis de Estado. El actual Presidente de la República ha sido ostentador de una `Indiferencia glacial` grosera frente a la necesaria y urgente revisión muy, pero muy a fondo de ese código (yo particularmente abogo por su derogación y substitución).
Recordamos nuevamente el veto de Danilo Medina a la referida reforma superficial al CPP. La indiferencia de Heliogábalo entretenido que ha hecho presa del Palacio Nacional, no obstante sus promesas de campaña de combatir la delincuencia y, más aún: sus palabras frente al féretro de la Teniente encargada de la custodia de sus dos hijas. Ahora, a estas alturas del juego, supuestamente el Jefe de Estado considera que hay que frenar a la delincuencia y por ello ha colocado nuevamente militares en las calles a tratar de hacer el papel de espantapájaros contra los delincuentes. Lo cierto es que la copia y puesta en vigor del Código Procesal Penal son `esos polvos que trajeron estos lodos` de desgracias conexas a robos que hoy siguen cerniéndose sobre la sociedad dominicana como un ave de rapiña.
Esa indolencia gubernamental frente al sufrimiento de sus gobernados no delincuentes es lo que ha traído y provocado `El sacrificio de los corderos` , vale decir, de ésos ciudadanos no delincuentes que han caído víctimas de los delincuentes. Con la vigencia del Código Procesal Penal no hay posibilidad de escuchar los aleluyas de un feliz mañana. La población dominicana no delincuente vive al filo del espanto, en clave de pánico, de terror, que es la expresión máxima del miedo. Los corderos andan huyendo, están aterrorizados, no saben si quedarse o no en el rebaño porque la tentación es mayor para los que los depredan o los matan. Los delincuentes sangraron ese rebaño…Y lo siguen sangrando…
Los ciudadanos dominicanos no delincuentes son las víctimas de esta tormenta, viven tratando de esquivar las garras de la muerte que anda conectada con los robos. Son seres de la sociedad prácticamente aniquilada por el pernicioso despotismo de los delincuentes. Estamos, todos, en presencia de un escenario apocalíptico que se expresa en una lamentable orgía de sangre conectada con robos que se danza en esta selva que se llama República Dominicana. Lo que se ven son rostros convulsos, rostros que, a su vez, ven `la hora de las sepulturas`. Lo que da lugar a que lo que impere es el `Sálvese quien pueda`.
Ese es el drama terrible de esta sociedad desgraciada, desgarrada y desesperada, que vive una vorágine de crudo realismo, que sólo escucha y ve directamente sucesos espeluznantes, trágicos, que son temas y motivos de la entendible crispación que se visualiza en su faz.
Esa sociedad ve que `La Guillotina creada`, el Código Procesal Penal, tiene ruedas propias y también tiene motor propio…Y, más aún: tiene vida propia… Se la han insuflado no sólo los que instigaron a copiarlo, sino también aquéllos que con su obcecado y alienado negacionismo cepepepeísta han defendido que esa máquina de muerte y de robos siga un curso que hace tiempo debió de haber sido radicalmente interrumpido; esa no interrupción es lo que ha traído todos estos muertos, lesionados permanentes, heridos y contusos conexos a los robos que se han producido después de su vigencia. Y eso que la cantidad enorme de muertos, lesionados permanentes, heridos y contusos conexos a dichos robos son tan sólo una especie de «avanzadilla« (¡vaya con el voluminoso tamaño de dicha «avanzadilla« (¿?)), de presagio de una verdad tétrica y horrorosa más completa. Mantener vigente el Código Procesal Penal es mantener sumergida a la sociedad dominicana en el derrumbe eterno, en la desgracia permanente, tanto desde el punto de vista de la seguridad física como desde el punto de vista de la ausencia de prosperidad que en el plano económico apareja la Inseguridad Ciudadana.
La criminalidad es sistemática, incontenible e imparable con el uso del Código Procesal Penal, el cual actúa como un retro-alimentador incentivador de la misma por `La Puerta Giratoria` y la Impunidad en que desemboca casi la totalidad de los hechos criminales y delictivos que se materializan en toda la geografía del país. Los efectos negativos del CPP (en todos los órdenes de la vida cotidiana) los podemos apreciar directamente y cuando no directamente entonces a través de los titulares de todos los periódicos dominicanos ya que estos reflejan la realidad que vive el país, realidad que para nada se diferencia del `Chicago de Al Capone` (ya se puede hablar con propiedad de una `RD Chicago`), y para nada se diferencia tampoco de `El Salvaje Oeste`. Es una combinación de ambas cosas. Las reglas del CPP lo que han creado es una mega criminalidad nunca antes vista antes del mismo entrar en vigor el veintisiete (27) de Septiembre del año dos mil cuatro (2004), ni siquiera en los momentos de más alta delincuencia que tuvo el país antes del CPP entrar en vigor, más aún: ni siquiera sumando la totalidad de toda la delincuencia previa a esa fecha desde la Era Republicana.
Todo apunta en la dirección de que la USAID tuvo sus designios en el caos al promover que la República Dominicana copiara el Código Procesal Tipo para Iberoamérica y lo pusiera en vigor: el sello malthusiánico es inconfundible. Para tener una idea del grado de esquizofrenia que se puede tener para admitir como «bueno y válido« (¿?) algo semejante sólo hay que destacar que dicho código hace de los matones unos `matones victimizados`: según los ` Ideólogos Genocidas` del Código Procesal Penal Tipo para Iberoamérica el mismo lo que hace supuestamente es «humanizar« (¿?) al delincuente imputado, pero en lo que ellos no repararon fue en que al «humanizar« (¿?) al delincuente imputado correlativamente deshumanizaron a la víctima y a la sociedad; es más: en realidad fueron mucho más lejos de ahí: el Código Procesal Penal Tipo para Iberoamérica y los clones que cada país iberoamericano hizo del mismo poniendo cada uno de dichos clones en vigor lo que realmente han hecho es `celestializar` al delincuente o, lo que es lo mismo, lo han convertido en «inofensivas criaturas habitantes del cielo divino, de donde vienen a visitarnos« (¿?).
En realidad, pues, se trata de todo un sombrío falso discurso propio de una época equivocada. En el orden de los crímenes y delitos contra la propiedad han demacrado a estos de una forma increíble y para ello, entre otras, se han valido esencialmente de tres mecanismos: a) han acudido al uso de un enfoque bagatelarizante de las cosas objeto de dichos crímenes y delitos económicos: para justificar la inactividad, el desinterés y la indiferencia glacial; los representantes del Ministerio Público y los jueces hablan de «bagatelas jurídicas«, de «raterías« haciendo abstracciٕón total de las circunstancias agravantes en que se cometieron dichos crímenes y delitos y haciendo abstracción también del esfuerzo que tuvo que desplegar la víctima para poder llegar a adquirir ese bien del cual fue despojado, así mismo haciendo abstracción del valor personal que la cosa tiene para la víctima desposeída ; b) han acudido a lo que con propiedad puede denominarse la `Privatización` de una serie de crímenes y delitos; y c) han acudido al denominado criterio de oportunidad para podar lo que consideran cosas insignificantes. Todo ello ha redundado en reflejarse en que los pobres son los más afectados por el CPP y en que la Inseguridad se traduzca en ausencia de posibilidad de prosperidad.
Para tratar de impedir que los delincuentes los sacrifiquen los corderos han optado por colocar más petillos, más cerraduras y hasta rejas a todas las puertas y ventanas de sus casas. Le huyen, como es natural, a la piedra sacrificial a que los expone la normativa cepepeísta. Cualquier lugar del país, sin excepción, puede ser ese altar donde sacrifiquen a cualquiera, sin excepción, en aras de mantener vigente `las palabras sagradas del cepepeísmo`. Cualquier lugar del país, sin excepción, puede ser el lugar de un crimen in situ.
El mal que constituye la delincuencia ha sido banalizado, excusado y hasta justificado en la teoría del cepepeísmo, pues el mismo contiene un enfoque social según el cual el delincuente no es más que «una víctima de la sociedad« (¿?) y los crímenes y delitos económicos no son más que el producto de la dominación de clase de la burguesía por sobre el resto de la sociedad. Todo un escenario de coartadas teóricas. Los «Ideólogos Genocidas` del cepepeísmo parece que se fugaron del mundo de la fantasía para venir con esta al mundo de la realidad, pues en su torpe ingenuidad llegan a confundir lo real con lo fantástico `creando una `Utopía jurídica«, «otro mundo maravilloso« (¿?)). «El Nuevo Paraíso creado« (¿?) a través de un `Experimento jurídico` que el mundo de la vida, el mundo de la realidad lo ha evidenciado como fracasado.
El mundo procesal penal del cepepeísmo es tan alocado que se coloca de espaldas a la realidad de la repetición de un crimen o delito varias o numerosas veces por un delincuente e igualmente se coloca de espaldas a la realidad de la personalidad del delincuente: dicho código hace caso omiso de esa repetición del crimen o delito por el mismo delincuente e igualmente hace caso omiso de la personalidad de dicho delincuente. Con sobrada razón el funcionamiento de dicho código tiene que ser tan alocado y alejado de la realidad. Ese mundo procesal penal creado por dichos `Ideólogos Genocidas` podrá ser un mundo maravilloso para los delincuentes, pero no para los ciudadanos serios víctimas de dichos delincuentes.
El Código Procesal Penal Tipo para Iberoamérica fue vendido por los `Ideólogos Genocidas` del cepepeísmo como una especie de supuesto «código redentor« (¿?) de los pueblos iberoamericanos por una serie de autoconsiderados «los preclaros de la ciencia« (¿?) que se han erigido en `Los dioses del CPP`, verdaderos `Dioses Trágicos`; éstos, a su vez, tuvieron o crearon una serie de seguidores alienados que con propiedad pueden ser calificados de `Cepepeistas Genocidas`, verdaderos `Benefactores peligrosos` (me refiero a aquéllos que han pretendido erigirse en propagandistas locales en cada país iberoamericano) y de padecedores de un `Cretinismo Procesal Penal` rampante tanto ese grupo propagandístico como la parte restante de los abogados que nada dice frente a dicha normativa, pero que no está en labor propagandística. Los `Ideólogos Genocidas` y los `Cepepeistas Genocidas` (o propagandistas locales en cada país iberoamericano padecedores de dicho `Cretinismo Procesal Penal`) se auto consideran `Los revolucionarios jurídicos`, se han enganchado a tales `revolucionarios jurídicos`, se auto consideran una especie de seres que saltaron a la atmósfera terrestre procedente de un mundo extraterrestre con una «superioridad« (¿?) tan, pero tan «superior« (¿?) que les permite «levitar« (¿?): éllos creen de verdad que «levitan« (¿?). Mientras ellos creen que «levitan« (¿?) están destruyendo a la sociedad, esta se cae a pedazos por los zarpazos que recibe de las fieras delincuenciales que el CPP tiene y mantiene en libertad en las calles.
Dentro de su extraña vanidad éllos se preguntan: «¿Qué dirán los futuros siglos cuando se narren «las gloriosas« (¿?) reminiscencias de sus hazañas inauditas por «la redención jurídica«, (¿?), «la revolución redentora más grande« (¿?) de sus sociedades?« Es todo un circo propio de cuando se tropieza con algo tremendo de la humana estupidez. El lirismo y la superstición jurídicas tienen esas imaginaciones trastornadas. De ahí que lo fantástico, lo fanático lleve camino de la perdición a la República Dominicana y a todos los países iberoamericanos que copiaron el Código Procesal Penal Tipo para Iberoamérica.
Este, con su clon dominicano, es la llave de tantos males que tienen al país arruinado en su Seguridad Ciudadana. La brillante idea de éstos «Revolucionarios Jurídicos« (¿?) de «La Nueva Ola« metió a esta sociedad en `La Cueva del Infierno`: de momento el mismo Caronte renuncia a su oficio porque ya los muertos que ha transportado en su barca son tantos que está en el extremo del cansancio. Un día de estos renuncia.
Para vender propagandísticamente las supuestas «bondades« (¿?) del CPP se sembraron en irradiar o transmitir una serie de falacias a las que han querido presentar como tales supuestas «bondades« (¿?). Hay que huir de tantas falacias «acreditadas« (¿?). …¡Hasta las falacias se acreditan! ¡Qué mundo de falsedades se puso a gastar a este pueblo! ¡Qué mundo de falsedades pusieron a consumir a este pueblo! «El Paraíso Jurídico« (¿?) cepepeísta está adornado de muchos mitos, mitos que han sido desbaratados por la vida, por la realidad que los golpea desnudándolos como lo que son: mentiras, verdaderas mentiras, por suerte ya mentiras conocidas por la población dominicana por más que traten de enmascararlas, ocultarlas o negarlas éstos `Recitadores de Mantras` que con su recitación mentirosa sólo han traído de súbito un caos, haciendo de esta sociedad un volcán erupcionando lavas de miedo y de terror. Esas lavas de miedo y de terror son los «records revolucionarios« (¿?) de éstos «Revolucionarios de La Nueva Ola«.
El terror que están viviendo los corderos dominicanos es quizás el más denso que éllos han tenido la oportunidad de ver por medio de un descenso directo a los infiernos, viviendo una vorágine de crudo realismo como si dichos corderos hubiesen caído en una desgracia bíblica. Los robos (y sus conexos homicidios, lesiones permanentes, heridas y contusiones) cometidos por los delincuentes son temas de crispación de los corderos que se sienten vivir en un `Territorio de Fuego`; así mismo están viviendo los ciudadanos de los demás países iberoamericanos, en verdaderos `Territorios de Fuego`. Con razón ello es así, pues «Los Revolucionarios Jurídicos« (¿?) han creado un `Paraíso de los delincuentes` que, a su vez, es un `Infierno para los no delincuentes` con todos sus `Efectos Apocalípticos` tanto aquí como en otros países iberoamericanos.
El momento –que en realidad ha sido una larga asíntota en el tiempo desde el veintisiete (27) de Septiembre del dos mil cuatro (2004)- es muy dramático por la Infuncionalidad y el Fracaso del CPP, es por ello que la sociedad debe organizarse para solicitar y exigir la derogación del CPP, a esa metralla intrínsecamente aniquiladora de vidas humanas y de integridades físicas y creadora de miseria poniéndola a acosar a una sociedad entera como si el sombrío Dante estuviese dedicado a completar sus cuadros del Infierno. La sociedad dominicana camina sobre las tinieblas y sobre ellas corre huyendo de los ladrones-asesinos. Está abandonada en medio de un peligrosísimo océano de acechos de dichos ladrones-asesinos. Sólo se vislumbra un fin desastroso con ese germen destructor que es la normativa cepepeísta cuya eficiencia destructora de la sociedad es incuestionable.
En fin, el código en cuestión crea más problemas que los que «solucióna« (¿?). Hay que mirar hacia ese punto donde los `Ideólogos Genocidas-Dioses Trágicos` y los `Cepepeístas Genocidas-Benefactores Peligrosos` nunca han querido que el pueblo se enfoque: hacia la derogación y substitución del Código Procesal Penal, el cual, mientras siga vigente seguirá siendo un transmisor de memorias suspendidas en la consciencia colectiva, de historias trágicas.
En la caricatura de Diógenes & Boquechivo del Diario Libre del treinta de Julio del dos mil quince (30/7/2015), página No. 2, aparece el siguiente diálogo:
«Pero Monchy, ¿y qué fue lo que pasó con el proyecto Barrio Seguro?«`
«Oh, eso va bien, lo que pasa es que también tiene que funcionar la Justicia Segura y la Cárcel Segura.«
Esa caricatura radiografía muy certeramente una realidad literal: que mientras no exista `Justicia Penal Segura` y, por ende, `Cárcel Segura` que segregue, que aparte de la sociedad a los que tienen en zozobra a la población con sus crímenes y delitos ésos mismos delincuentes seguirán repitiendo sus crímenes y delitos, es decir, seguirán repitiendo asesinatos, lesiones permanentes, heridas y contusiones conexos a sus robos. El Código Procesal Penal (CPP) es un código cuasi-abolicionista, tiene una raíz abolicionista penal y por eso no cree en la cárcel como instrumento para doblegar a los incoercibles que existen y siempre existirán en todas las sociedades humanas de diferentes índoles. Al no creer dicho código en la cárcel eso explica el porqué los ladrones-asesinos seguirán en las calles hasta tanto no se derogue y se substituya dicha normativa legal hoy vigente con sus efectos trágicos sobre esta sociedad.
El nuevo Jefe de la PN tronó con una advertencia de «mano dura« que a los delincuentes a nada les sabe, pues saben que superada la etapa policial están a salvo en manos del Ministerio Público y de los jueces (si no que hablen «Batatica« y sus precedentes repetitorios y otras figuras de ese ámbito, numerosísimos como él), gracias a la alfombra roja que a los delincuentes les abre el Código Procesal Penal, el cual les garantiza muy, pero muy eficientemente que no haya `Justicia Segura` y que, en consecuencia, no haya `Cárcel Segura` contra éllos.
Con el nuevo Jefe de la PN sólo se inicia otro capítulo más en el camino del total o unánime convencimiento de la población de que pueden cambiar todos los jefes de la Policía Nacional que quieran para encontrarse con la dura realidad de que el problema no está ni radica ahí, sino exactamente en la normativa cepepeísta: lo único lamentable es la cantidad de corderos que tienen que ser sacrificados en el decurso de ese camino bestial y truculento. ¡Adelante, pues!: señores del Gobierno marchen al compás de sus ridículos y encubridores redoblantes, que, al final, poco antes de ser exterminados todos, se convencerán…Si es que ellos mismos siguen vivos por no haber sido ya exterminados. ¿Cuántos corderos quedarán sacrificados en el camino hasta que se llegue ahí? Eso sólo lo sabe el verdadero Dios. El Dios terrestre-Presidente de la República Dominicana eso no lo sabe, pues, a diferencia del de arriba, él no tiene el don de ver el futuro (aunque su envanecimiento le hace creer que sí lo tiene). ¿Quedarán obligados los corderos sobrevivientes, para no ser devorados, a imitar al ratón cuando éste se ve acorralado? Por lo pronto todo apunta en la dirección de que así será.