La reelección de Danilo Medina recibe, con preocupante frecuencia, el beneficio que le conceden muchos de quienes la adversan cada vez que, al abordar el tema, le reconocen alta popularidad y aceptación según citan numerosas encuestas.
Periodistas, sociólogos, dirigentes políticos y analistas en cuyos discursos se adversa al PLD, al señor Medina y a la reelección incurren en la práctica de aceptar esa popularidad suya como buena y válida.
Lamentablemente, semejante aceptación contiene tres errores, todos importantes y cada uno de ellos con consecuencias potencialmente nefastas.
1.- Vamos a suponer que la popularidad de Medina fuera realmente alta y que la intención de voto a su favor fuera igualmente superior al 50%. Ese no es el caso, pero vamos a suponerlo, aceptémoslo como base de la discusión. Si la popularidad de Medina fuera alta, el deber de sus adversarios todos, es destruirla, no legitimarla con su aceptación. Si en verdad, ese fuera un punto fuerte de su proyecto y gestión política lo último que deberían hacer sus adversarios es aceptarlo como tema, legitimarlo como dato y descansar el resto de su discurso sobre la admisión de dicha popularidad. No tiene mucho sentido concederle de gratis una ventaja al adversario.
Si su popularidad es alta que lo digan, lo proclamen y que lo difundan ellos. Nosotros -y quienes se le oponen- no ganamos nada -y perdemos mucho- dando por aceptado en público un dato que no es esencial a nuestro discurso y que solamente revela que nos hemos dejado arrastrar por la propaganda oficial que así lo proclama. Si el señor Medina es popular y está bien posicionado en las encuestas, que lo digan y difundan ellos. Nosotros, si supiéramos que es verdad lo que hacemos en callar. No hay que desmentirlo si fuera cierto, pero tampoco hay que difundirlo.
2.-El hecho de que ese beneficio concedido a Medina sea involuntario, no desmiente para nada la ventaja que le otorga y conlleva una carga de credibilidad de la cual carecen otros testimonios a su favor. Cuando las voces pagadas con que cuenta el PLD y el gobierno difunden los resultados de las encuestas que ellos mismos mandan a hacer, compran cuando las ha mandado a hacer otro y maquillan el diseño y los resultados cuando las hace alguna institución, el efecto y las consecuencias son menores que si la misma afirmación la hace un adversario.
Todo el mundo sabe quienes son los voceros pagados y todo el mundo espera que ellos hagan de cajas de resonancia a la política oficial. Pero si la aceptación de la supuesta popularidad de Medina proviene de mi propia voz o de la de algún reconocido adversario, entonces no quedan dudas en la mente de nadie respecto a su veracidad. Nuestra aceptación funciona como un visado de credibilidad otorgado graciosamente al adversario y ese otorgamiento es aun mas grave en sus consecuencias a la luz de la próxima argumentación.
3.-Se ha dicho, he dicho, se ha demostrado y he demostrado que el PLD sistemáticamente y durante años ha usado las encuestas no para constatar una situación determinada sino para inducir resultados de la situación que ellos esperan alcanzar: así pueden llevar al electorado a donde ellos quieren, pueden condicionar la opinión pública para sembrar seguridad en sus filas e inseguridad y derrotismo entre la oposición.
Desde aquella famosa y vieja afirmación de Leonel Fernández de que el, lo que necesitaba para ganar es un periódico y una firma encuestadora, hasta la evidencia reciente reiterada, demostrada e incluso denunciada por personal que trabajó en esas encuestas respecto al alcance de la manipulación nadie debería usar los resultados de esas encuestas para diseñar campañas y menos aun para difundir gratuitamente sus resultados.
Aceptar en el discurso público que Danilo Medina tiene esa popularidad es afilar cuchillo para la garganta propia. Las encuestas que se publican no recogen la verdad existente sino la que quieren vendernos. Medina no tiene ahora ni ha tenido nunca la popularidad que le han atribuido pero el gran éxito del PLD y de su formidable maquinaria de comunicaciones ha sido lograr que incluso sus adversarios acepten moneda falsificada como auténtica.
Toda la propaganda del gobierno ha sido exitosa como bien señala Nelson Marte en un artículo reciente no tanto porque ellos hayan saturado los medios repitiéndola sino porque nosotros mismos la hemos validado.