Que tu muerte inesperada, indignante, inaceptable y dolorosa sea espejo de vergüenza para todo el que se prepara a diario para ejercer algún rol en la vida pública dominicana.
El dolor de tu ausencia, la impotencia por esa partida sin auxilio ni despedida, abate como a nadie a una familia azuana que te adoraba y te proyectaba como el centro de sus ilusiones, el duelo no solo abarca a los que te conocieron, te quisieron y te trataron, lacera el alma de todo el que conserva un poco de sensibilidad a lo largo y ancho de la geografía nacional.
No te mató un hecho aislado, no aceptaremos la infamia de que te vean como una cifra, una ocurrencia lamentable entre otras tantas, al pretender proyectar que en el índice de hechos criminosos por cada cien mil habitantes andamos mucho más bajo que otros países, que no nos cuenten para ese juego, porque tú no eres percepción, eres la demostración de una espantosa realidad, tenemos una Policía Nacional infectada por la delincuencia.
Y ya no me trago el cuento de que hay manzanas podridas de las que se puede salir con las tradicionales profilaxis, mediante las cuales jefaturas tras jefaturas se expulsan a los que incurren en inconductas inocultables.
Esas son burlas y manipulaciones, por las historias que uno recibe a diario, algunas que se denuncian y otras que no para no poner en riesgo a personas que sirven las informaciones, estoy cada vez más convencido de que no hay policía corrupto sin un superior igual.
A vinculados y amigos, cada vez que me dicen que en tal o cual barrio hay policías que andan extorsionando, robando o atracando, les digo que tengan cuidado porque donde quiera que eso ocurre, es porque el comandante del destacamento lo consiente y los jefes departamentales son cómplices de los que andan en tropelías, al final de la jornada los policías ladrones roban para repartirse con sus superiores el fruto del hurto.
Que no es bueno generalizar, yo no lo estoy haciendo, y prueba son las muchas excepciones en los destacamentos en los que el comandante no es un cómplices de subalternos delincuentes, policía que se equivoca tiene un reporte inmediato de su inconducta.
Tu caso, Franchesca Lugo, trascendió por el escándalo inevitable de tu muerte, pero si se queda en robo de vehículo es probable que sus autores hubiesen continuado en lo mismo amparados en la protección de su uniforme.
Es evidente que quien le encomendó la misión de robarse un Honda Civic de tal año se dirigía a personas que eran expertas en esa materia. ¿Y a qué unidad estaban adscriptos esos agentes? ¿Cuántas otras actuaciones similares tenían encubiertas por sus superiores? ¿Atracaban y robaban vehículos y su hoja era limpia? ¡Más sospechoso todavía!
Desde luego, que poco hacemos con reclamar una policía distinta a la que la sociedad paga, con lo que gana un raso y hasta con el sueldo de un oficial, una de las principales fuentes de captación de personal será la de aquellos que buscan un manto protector para delinquir.
Necesitamos una policía profesionalizada, con ingresos que satisfagan las necesidades básicas de sus miembros, con seguro de vida y de salud, una policía verdaderamente depurada que atraiga a jóvenes con deseos de contribuir con la mejora de la sociedad de la que son parte.
Mientras la Policía sea cuna de delincuencia, no hablemos de seguridad ciudadana.