andres lANDRES L. MATEO

(“El 13 de febrero del 2007 publiqué este artículo con motivo de la reelección de Leonel Fernández, y el célebre “Me derrotó el Estado” de Danilo Medina. Hoy lo vuelvo a publicar después de ver en la televisión la firma del pacto con dos comerciantes de la política dominicana: Miguel Vargas y Peggy Cabral, que lleva al más bajo nivel de degradación al bestiario político. Para ver cómo éste es un país inmóvil, se debe leer “Danilo Medina” donde quiera que diga “Leonel Fernández”, y se comprobará el engaño de una partidocracia podrida”).

El último tributario de la consigna trujillista ¡prohibido joderse! era Ramón Font Bernard (recientemente fallecido), un león afeitado que se desayunaba con un té de tachuelas y ni siquiera eructaba, cuya divertida figura nadaba en el cinismo oportunista sin inmutarse, dejando a la sociedad pasmada por la utilidad vulgar que de sus taras extraen quienes se abrogan el derecho de su representación.

El ¡prohibido joderse! era en el aparato burocrático trujillista la forma despiadada de sobrevivir en medio de la humillación y el miedo, y quedar en la nómina, no salir del círculo de influencia del poder, agarrarse de cualquier bejuquito cuando la ira del tirano hacía soplar vientos huracanados. La abyección funcionaba como el cemento invisible que le garantizaba a Trujillo la fidelidad, y el ¡prohibido joderse! el alerta apropiado para permanecer en el reino del príncipe.

El proyecto de reelección de Leonel Fernández ha revivido la consigna hacia dentro de los cuadros de ese partido, y muchos danilistas han comenzado a sentir la embestida del poder, desertando, o escurriendo el bulto, porque está ¡prohibido joderse!

En la historia penosa de la reelección presidencial en la República Dominicana, el pequeño burgués que se traga el suspiro de su condición de insustituible, construye siempre un mundo de justificaciones hecho a la medida de su comercio. Santana, Báez, Heureaux, Trujillo y Balaguer; Hipólito, y ahora Leonel Fernández, han atribuido sus propias ambiciones de poder a encantadoras cláusulas conjuratorias de todos los males del país, y el lenguaje oficial y su sustantivación hacen creer que únicamente el príncipe detentador del poder puede resolverlos. Ese lenguaje liga siempre el destino sagrado de la patria a las manipulaciones para la permanencia en el poder de una determinada persona (La continuidad del progreso, el mantenimiento de la paz social, el liderazgo insustituible, etc.), pero todos sabemos que solo sirve para cubrir la realidad incontrovertible de la historia dominicana, según la cual la reelección ha sido siempre fuente de corrupción y despotismo. Por eso los reeleccionistas de nuevo cuño carecen de originalidad.

¿O no ha ocurrido siempre que en el universo de la tradición institucional de este país, el candidato que se sucede a sí mismo desde el poder alcanza el olimpo de los sentimientos elevados, únicamente porque el poder le presta la pasta milagrosa del mito, y no hay escrúpulos que tomar en cuenta cuando de mantener el disfrute del poder se trata?

Hegel decía que para el mozo de cabecera no había héroe, pensando en Napoleón, a quien admiraba profundamente, y en el mozo que le limpiaba los vómitos en su tienda de campaña, por los ataques esporádicos de una enfermedad incurable. Danilo Medina fue el mozo de cabecera de Leonel Fernández, y no sólo conoce los fuegos de su ambición, sino que sabe con certeza de lo que es capaz. Leonel Fernández, para él, no es héroe, sino manipulador. ¿No fue Danilo Medina quien dirigió la campaña electoral de síndicos, senadores y diputados, en la que se gastaron más de cinco mil millones de pesos del erario público para que el PLD obtuviera el triunfo? ¿No fue esta campaña el reinado de los tránsfugas, y la más descarada degradación de la práctica política dominicana? ¿No es el clientelismo y las miserias humanas el nutriente de casi todos los liderazgos en nuestro país?

Quienes a toda velocidad, dentro del partido de gobierno, se están acogiendo a la consigna trujillista de ¡prohibido joderse!, lo que están es congregando el pasado, sufriendo el habla elegida de una postura socio moral, la de la reelección; que tiene una realidad entre nosotros perfectamente histórica, y que cuando de mantener los privilegios del poder se trata, no le importa nada.
Si alguien lo sabe es Danilo Medina.