GREGORY CASTELLANOS RUA14

Por Lic. Gregory Castellanos Ruano

En fecha trece (13) de Septiembre del dos mil catorce (2014) el Diario Libre Digital publicó la noticia «Núñez Collado: la sociedad tiene que liberarse de la inseguridad e impunidad« a raíz de Monseñor Agripino Núñez Collado pronunciar un discurso con motivo de la quincuagésimo séptima graduación del Campus Santo Tomás de Aquino, aquí en Santo Domingo, Distrito Nacional; en dicha reseña de dicho discurso, entre otras cosas, dicho alto miembro de la jerarquía eclesiástica dominicana dijo que «la sociedad necesita liberarse de la inseguridad ciudadana, de la inequidad social y de la impunidad.« En todo el tiempo que tengo leyendo las noticias sobre crímenes y delitos ocurridos a partir de entrar en vigencia el Código Procesal Penal sólo he leído dos declaraciones de Monseñor Agripino Núñez Collado refiriéndose al tema de la Inseguridad Ciudadana, una de hace varios años atrás en que reconocía la incidencia negativa del Código Procesal Penal sobre la seguridad ciudadana, pero luego se recogió en el sentido de no volver a opinar al respecto (parece que algunos autocreídos «iluminados« (¿?) del Cepepeísmo próximo a él lo contactaron y le dijeron que si seguía con ese tipo de reconocimiento quedaría ante un determinado grupo de la población (ante ese grupúsculo del Cepepeísmo) como «un cura de la caverna« y que pura y simplemente se dejó extorsionar);  y la otra declaración suya es esta que acabo de citar y con motivo de la cual se genera el presente artículo.

Durante mucho tiempo ha circulado la versión de que Monseñor Agripino Núñez Collado está directamente ligado al copiado y puesta en vigor del Código Procesal Penal,  y que su participación tuvo que ver con un plan de la USAID de «civilizarnos« (¿?) a través de dicho código.

La Inseguridad Ciudadana a la que se refiere Monseñor Agripino Núñez Collado es cosa tan funesta como común en el día de hoy gracias a dicho Código Procesal Penal. Los hechos de la vida cotidiana que, al parecer, a Monseñor Agripino Núñez Collado le alarman nuevamente, han evidenciado que la «cultura del suéltenlo«, que apareja la vigencia del Código Procesal Penal con su Favorabilidad Pro Reo llevada más allá del extremo de lo razonable, es otra modalidad expresiva de La Cultura de la Muerte. No podía ser de otro modo, pues lo que ingénuamente se suponía sería una herramienta para un hombre de bien injustamente acusado poder evadir la injusticia de su persecución,  no se advirtió (por parte de quienes así, tan simplonamente, pensaban), que se le estaba proporcionando al hombre perverso que es el delincuente, el criminal, un dispositivo nuclear capaz de poner en jaque a la paz y al orden en la sociedad, como en efecto ha ocurrido,  creando, así, una situación de tan extrema gravedad de Inseguridad Ciudadana en la que numerosos ciudadanos dominicanos, tras salir el Sol, para ir a trabajar o a cualquier otra actividad cotidiana prácticamente parafrasean la expresión de los gladiadores en el coliseo romano: «Ave César, moriture te salutant« («Salve César, los que van a morir te saludan«): no saben si regresarán vivos a sus respectivos hogares.

De ser cierto que Monseñor Agripino Núñez Collado tuvo participación en que ese código fuera puesto en vigor en la República Dominicana entonces, sin él proponérselo, él contribuyó a la creación de otra Iglesia, a la creación de otra religión en la República Dominicana: el referido Cepepeísmo: al penetrar este en cerebros acríticos, ha creado «dioses«, «profetas«, «apóstoles«, «evangelistas«, etcétera: dichos cerebros acríticos han hecho, de dicha corriente jurídico-ideológica, un culto, un verdadero culto en el sentido estricto y literal de la palabra,  de un matiz tan religioso como el de cualquier religión. A través de dicha corriente jurídico-ideológica una serie de reglas fueron creadas y fueron elevadas a la categoría de dogmas y, como tales,  pretendidamente son  incuestionables.

Una vez  atañía a los teólogos de una religión establecer los límites de lo justo y lo injusto; después se aceptó que otros hombres podían establecer tal cosa. En ese sentido, en dicha errada normativa procesal penal cepepeísta no se persigue  hacer Justicia, es decir, no se persigue el clásico `dar a cada cual lo que le corresponde`: dicha errada normativa procesal penal substituyó el fondo por la forma: la forma, vale decir, dicho procedimiento cepepeísta, tiene una serie de dogmas a los cuales erradamente se les presupone de antemano «cargados, preñados de Justicia«  y la presión que el condicionamiento que esos dogmas ejercen sobre los casos penales ha dado lugar a que el Código Penal prácticamente sea mera Letra Muerta en tanto que, por el contrario, lo que sí es Letra Viva son las disposiciones mesiánicas de dicho Código Procesal Penal «dejado caer a la tierra por Jehovah Dios« y por ello convertido en objeto de adoración fanática: que no crea Monseñor Agripino Núñez Collado, por su formación religiosa, que sólamente las disputas religiosas crean fanatismo.

El cementerio y el hospital que ese código ha creado son enormes: la guerra civil no declarada que su vigencia desató alimenta diariamente con carne humana y con sangre humana a ese cementerio y a ese hospital de proporciones nunca antes vistos (y todo eso sin mencionar lo relativo al despojo y a la suerte de los bienes producto de los robos). Ese cementerio y ese hospital gigantescos lo arrastran todos aquéllos que tuvieron que ver con que dicho código fuese copiado y fuese puesto en vigor.

Para que pueda Monseñor Agripino Núñez Collado tener una mejor perspectiva de lo que pasa en su Santiago de Los Caballeros le recomiendo, respetuosamente, que él vea diariamente el programa que se produce allá en Santiago de Los Caballeros y que se llama `José Gutierrez en CDN`, que se transmite por el Canal 37 de Cadena de Noticias (CDN) de una de la tarde (1:00 PM) a dos treinta de la tarde (2:30 PM), para que él pueda darse cuenta de cómo su Santiago querido `se transformó`  (y `en lo que se transformó`), después del Código Procesal Penal entrar en vigor en la República Dominicana. Si Monseñor Agripino Núñez Collado ve ese programa él se dará cuenta de que el delincuente se burla del hombre serio que es su víctima, literalmente se burla del hombre serio que es su víctima. Esa burla, Monseñor Agripino Núñez Collado, es una consecuencia de la vigencia de ese código, aunque le digan lo contrario los que se le acerquen luego a usted para hacerle «razonar« (¿?) que eso es «incierto« (¿?)… Si logran nuevamente la inhibición de usted respecto del tema,  si logran que usted se deje convencer, por ésos cretinos procesales penales del Cepepeísmo, o no, eso es cosa suya… Entre tanto, José Gutiérrez seguirá revelando todo lo que sucede en su Santiago querido a consecuencia de la vigencia de dicho Código Procesal Penal (todo ello sin mencionar los mismos efectos devastadores causados por el código en cuestión en todo el resto del país).

Para finalizar: sería pertinente que Monseñor Agripino Núñez Collado analice si antes del Código Procesal Penal existía la Inseguridad Ciudadana que existe después de dicho código.  El infierno camina en la tierra dominicana. El infierno comenzó a caminar en la República Dominicana al entrar en vigor el Código Procesal Penal (CPP). Y ha caminado, y camina, entre nosotros sobre rieles aceitados gracias a ese acriticismo que, correlativamente, genera todo un verdadero Cretinismo Procesal Penal. Dicho código ha hecho de los ciudadanos dominicanos no delincuentes verdaderos `ciudadanos del infierno`.

Monseñor Agripino Núñez Collado: dice un refrán dominicano que el que contribuye a hacer un nudo también puede contribuir a desatar ese nudo. Igualmente hay otro refrán que dice que corregir el error es de sabio. De su tardía «sorpresa«(¿?), Monseñor Agripino Núñez Collado, pase al remedio, contribuya a ese remedio.