¿Y esto es la democracia? ¿Cuánto costó cada voto del presidente Medina? ¿Si la historia es eso, todos terminaremos recogiendo el rostro de nuestras verdades? ¿Solo él en este universo puede salvarnos? ¿Él sabe adónde nos lleva? ¿Cuánto gastó comprando senadores y diputados para alterar la constitución y reelegirse? ¿Él nos trae el progreso? ¿Él guía nuestros pasos? ¿En un relámpago, sus votos nos hacen sentir la asombrosa grandeza de que él es el tiempo? ¿No es un mentiroso por partida doble, quien miente y nos quiere hacer creer que no ha mentido? ¿El poder que juega a ser Dios no espejea ante los ojos del triunfador? ¿No agota siempre toda la tradición autoritaria de nuestro país ese verbo melifluo, ese catálogo de zalamerías repugnantes? ¿Y en qué se concreta después el “lambonismo” como categoría histórica de lo dominicano? ¿En la marrullería de Lilís, el bozo tieso de Mon Cáceres, el bicornio de Trujillo, el sombrero de Balaguer, o en el Pegaso que erigieron los militares para Hipólito?
¿No es el “liderazgo” de éste hombre que apuesta ser Dios un producto del clientelismo, una “construcción” mercadológica que se sustenta en el poder del dinero? ¿Alguien conoce una idea, un pensamiento, una propuesta teórica que Danilo Medina haya esculpido? ¿No es el conocimiento de la maquinaria partidaria, su capacidad de “amarrar”, su cínica destreza de político pragmático, lo que le ha dado nombradía? ¿Los arrumacos del conmilitón, los “análisis” del escribidor pagado, la ruina moral en que su ambición ha convertido el país, no llevan al despotismo y la exclusión? ¿No es la prédica moralista de Juan Bosch apenas un pálido referente romántico, y sus defensores ortodoxos se les exilia en la burla y la desconsideración, como si Juan Bosch fuera el adorable fantasma de sí mismo? ¿Son intercambiables Juan Bosch por José Ramón Peralta, o Juan Bosch por Gonzalo Castillo? ¿Todas esas andanzas de Juan Bosch no estaban teñidas por el martirio de la inadaptación entre práctica política e idealidad? ¿Juan Bosch hubiera aceptado competir con una abrumadora ventaja que es un pleno acto de inmoralidad política?
¿Ahora que un hombre ambicioso maneja casi el poder absoluto, bajo “la tiranía de la mayoría”, sería bueno aferrarse a lo que no hay que olvidar? ¿En un país en el cual las instituciones no funcionan la desgraciada tradición del autoritarismo no marca a un gobernante que pidió a gritos “su” congreso? ¿Un candidato-presidente mirando con ojos de ternero degollado a un anciano conmovido que lo observa, y exclamando “yo soy un instrumento del destino”, no es una réplica del pasado, una mala copia del poder mesiánico, una caricatura de la verdad? ¿Un diputado que gasta doscientos millones de pesos para ser electo qué es, ¿un tipo popular? ¿ un héroe? ¿un corrupto? ¿No fueron las elecciones un VERDADERO torneo de prostitución institucional? ¿No se ha cerrado sobre sí mismo todo el frágil espacio democrático que a duras penas hemos construido en el país después de la muerte de Trujillo? ¿No fue ése 61.7% de Danilo Medina la repetición del guion que la miserable historiografía dominicana reitera, en el que el uso demencial de los fondos públicos construye falsos héroes? ¿Por qué Danilo Medina promete que no nos perseguirá? ¿Quién volverá a creer en elecciones? ¿Su ambición se detendrá en el 2020? ¿Se puede, en el marco de la “democracia formal y la dictadura real”, parar la práctica de un grupo económico, que es quien en realidad gobierna, y domina todos los tinglados del comercio estatal?
¿Importa para el 2020 que exista un impedimento constitucional para la reelección? ¿Y éste hombre no juró por la constitución del 2010, y la echó al zafacón, y acorraló con dinero y persecuciones al doctor Leonel Fernández, e impuso su reelección sin miramientos? ¿No fue reelección por reelección, llevando al colmo de la inmoralidad política la manipulación de las instituciones? ¿Hubo límites, acaso, en el uso de los fondos públicos y en la manipulación de la voluntad ciudadana?
¿Y esto es la democracia en que vivimos?