Por Lic. Gregory Castellanos Ruano
Ese cielo azul bajo el cual se encuentra la Provincia de Puerto Plata y esa mole de la naturaleza hoy coronada por El Cristo Redentor, casi eternamente nimbada por nubes deslumbrantes como las que deslumbraron los ojos del Almirante Cristóbal Colón cuando en su primer viaje pisó la tierra a la que bautizó `Puerto de Plata` y a dicha mole `Monte de Plata`, han sido testigos de acontecimientos y del brillo fulgurante de la estelaridad de algunos de sus hijos en el firmamento de la Patria.
Esas manifestaciones sempiternas de la naturaleza evocan el recuerdo para nada despojado de terror y de espanto de acontecimientos históricos indisolublemente ligados tanto al dramatismo de la tragedia como también a la gloria.
Cuando en mil ochocientos cinco (1805) las hordas del Emperador haitiano Dessalines cometieron los genocidios de Moca y de Santiago, a Puerto Plata corrió a caballo un mensajero a dar las noticias de la comisión de aquellas carnicerías humanas para que los puertoplateños adoptasen las precauciones que estimasen pertinentes para protegerse ya que Dessalines impartió instrucciones de disparar a matar, de hundir bayonetas y de degollar para aniquilar a toda persona habitante que fuese encontrada en la entonces Villa de Puerto de Plata. Producto de ello todos los puertoplateños y los extranjeros existentes en el pueblo corrieron con su respectiva familia hacia la loma Monte de Plata o Isabel de Torres para esconderse de los militares haitianos que venían con dicha orden de matar a los habitantes de Puerto Plata. De no ser por ese mensajero la muerte hubiera arrasado con la población de Puerto Plata.
Al aplastar los haitianos encabezados por Boyer la independencia dominicana proclamada por Núñez de Cáceres a comienzos de 1822 y tenerse conocimiento en Puerto Plata de que hacia ella se encaminaban las tropas de ocupación, de inmediato se produjo en el seno de la población una reacción violenta tendente a darle a detener, para lincharlo, a José María de Rojas, entonces Administrador de la Aduana de Puerto Plata, debido a que se supo de su participación de colaboracionismo para que los haitianos ocupasen esta parte de la Isla. El traidor José María de Rojas tuvo que darse a la fuga hacia otro país a bordo de una goleta que estaba surta en el puerto llevándose también todo el dinero recaudado por dicha aduana portuaria.
El General Antonio López Villanueva, personaje central de la Historia de Puerto Plata por casi medio siglo, desde mil ochocientos nueve (1809) hasta su muerte en los comienzos de la década de mil ochocientos cincuenta (1850), es quien encabeza a los puertoplateños armados que ante la ayuda solicitada por el General José María Imbert, desde Santiago, llegó el treinta (30) de Marzo de 1844 en los momentos en que los haitianos se retiraban apresuradamente de Santiago tras el General José María Imbert engañarlos haciéndoles creer que Herard había sido matado en el Sur por tropas dominicanas en la batalla del diecinueve (19) de Marzo y que en Haití se había desatado una lucha por el poder político, procediendo los puertoplateños a morderles los talones a la retaguardia haitiana, cosa que hicieron conjuntamente con el Coronel Francisco Caba y sus hombres que llegaban confluyendo allí desde La Sierra.
En la sala del Ayuntamiento de Puerto Plata se proclamó a Duarte como Presidente de la República a solicitud del Padre Manuel González Regalado y Muñoz en mil ochocientos cuarenta y cuatro (1844), Cura Párroco de Puerto Plata desde mil ochocientos veinte (1820) hasta el momento de su muerte en mil ochocientos sesenta y siete (1867).
En su obstinación de volver a ser los dueños de esta Parte Este de la Isla los haitianos en Diciembre de mil ochocientos cuarenta y cinco (1845) enviaron, bajo la comandancia de Cadet Antoine, último Comandante militar haitiano de Puerto Plata y expulsado al producirse la Independencia dominicana, y ahora como recién designado «Almirante«, una escuadra compuesta por numerosos barcos de guerra que naufragaron en `La Poza del Diablo` (ubicada frente al sector de Puerto Plata conocido como `Los Castillitos` y donde él tuvo la residencia de su finca o quinta particular llamada `Maluis`, un disminutivo o una abreviatura de `Marie Louise`, el nombre de su esposa): una intervención de Dios usando de instrumento a la naturaleza y gracias a la no ausencia de tropas ya que estas se disponían a viajar hacia la frontera, específicamente hacia Monte Cristi, las cuales tropas dominicanas pudieron apresar la mayor cantidad posible de militares haitianos invasores mientras una buena parte de éstos logró esconderse en el entonces bosque tupido de Puerto Plata para subrepticiamente encaminar sus pasos por las lomas hacia Haití.
Puerto Plata fue la última plaza del país en que en mil ochocientos sesenta y uno (1861) se arrió la bandera dominicana bajo la censura del hermano de Matías Ramón Mella, Idelfonso Mella, que a caballo arengaba a las tropas dominicanas en formación, leales estas a Pedro Santana y comandadas por el General Lora allí presente, a desobedecer la orden de plegarse a la Cesión a España. Al ser enarbolada la bandera española en la casa consistorial de Puerto Plata el General Idelfonso Mella gritó: «Viva la república, y pese a quien le pesare«,…« La bandera dominicana arriada fue conservada por mi bisabuelo paterno, quien era hermano de padre y de madre de Pedro Castellanos el padre de Gregorio Luperón; mi bisabuelo paterno se la entregó al Padre Manuel González Regalado y Muñoz, el cual, a su vez, posteriormente se la entregó a los restauradores puertoplateños y no puertoplateños que repitieron en Puerto Plata el grito de Restauración de la Independencia Nacional iniciado en Capotillo.
El primer ataque a las tropas interventoras estadounidenses (que bombardearon desde sus buques de guerra a Puerto Plata el dieciséis (16) de Mayo de mil novecientos dieciséis (1916) y desembarcaron) se produjo en El Túnel (del Ferrocarril Central Dominicano) de Puerto Plata cuando dichas tropas marchaban a ocupar a Santiago.
En mil novecientos sesenta y cinco (1965) el Capitán del Ejército Nacional de la plaza de Puerto Plata se sumó al retorno a la Constitucionalidad siendo llevado prisionero a Santiago en helicóptero por el General Méndez Lara, quien para lograr tal cosa se valió de un ardid. Y al producirse la intervención militar estadounidense de mil novecientos sesenta y cinco (1965) en Santo Domingo hubo un comando integrado específicamente sólo por puertoplateños.
Hoy la República Dominicana confronta el mayor de los peligros, el peligro más serio que ha confrontado a lo largo de toda su Historia: se quiere haitianizar a la República Dominicana dejando sin sentido la existencia y razón de ser de la República Dominicana, dejando sin sentido los miles de muertos dominicanos y los sacrificios económicos que significó el estado de guerra con Haití que duró doce (12) años para nuestro país poder conquistar y afirmar su Independencia.
Si permitimos que esa haitianización se siga produciendo la República Dominicana se extinguirá inexorablemente. Y todo cuanto hicieron Juan Pablo Duarte y los demás Patricios y Héroes Nacionales de todos los tiempos para conquistar y preservar la Independencia Nacional quedará en la Historia, como actuaciones en vano, como actuaciones sin sentido.
El Centauro militar puertoplateño que recorre los caminos infinitos de la gloria, que está encumbrado en el Olimpo de la Gloria, el General Gregorio Luperón, en fecha once (11) de Diciembre del año mil ochocientos setenta y cinco (1875), en el seno de la sociedad puertoplateña Liga de la Paz propone traer a Duarte desde Venezuela: ello revela la continuidad de pensamiento de Luperón en el sentido de que daba por entendido que los restauradores lo que hicieron fue rescatar la obra de la Independencia Nacional motorizada por Juan Pablo Duarte. La reseña aparece publicada en el periódico puertoplateño El Porvenir, el periódico más importante del país hasta el momento en que se produjo el ascenso al poder del déspota Rafael Leónidas Trujillo Molina; la edición es del diecinueve (19) de Diciembre de mil ochocientos setenta y cinco (1875) y dice de la siguiente manera:
«En sesión de la memorable sociedad Liga de la Paz, de Puerto Plata, el Gral. Gregorio Luperón, su Presidente, aboga por la repatriación de Duarte. También fue acordado en la misma sesión, solicitar por medio de circulares, a todas las sociedades y personas notables del país -después de obtenido el apoyo del superior gobierno-, para que ayudándonos en lo que puedan contribuyan a hacernos menos difícil la muy importante y meritoria empresa de poder volver al seno de la Patria, al Gral. Juan Pablo Duarte, benemeritísimo patriota, Padre de la Patria y mártir de todas nuestras contiendas, hombre en fin, que después de haber dado vida a nuestra nacionalidad, recibió por premio a sus nobles afanes la expulsión del suelo nativo; haciendo hoy larguísimos años que gime en el ostracismo y en la miseria sin que hasta la fecha se hayan acordado los dominicanos hacer justicia a tanto heroísmo, abnegación y martirio! Es el Gral. Juan Pablo Duarte, de cuyo cerebro brotó la idea de independencia para Santo Domingo… (aquí dio el orador breves pero interesantísinas noticias biográficas sobre aquel eminente prócer). Vive -prosiguió- miserablemente en Caracas: dos hermanas suyas -que han protestado vivir en la pureza virginal por no ver a su anciano hermano salir a mendigar un pan- son las que lo mantienen con el trabajo de sus costuras; y durante el tiempo que llevan allí de residencia jamás han pedido una limosna!…Ni siquiera nuestro Gobierno le ha mandado a decir: `¡Duarte, ven a tu Patria! ¡Ven a morir al lado de los tuyos!` Lo han mirado con indiferencia! ¡Ni aún de esa Capotillo (goleta) ha podido disponer para traerlo!… y sí ha tenido de qué disponer para enviar Comisiones a Europa!…Participemos, señores, nuestra resolución a las demás sociedades amigas! ¡Abramos una suscripción para que nuestro padre Duarte vuelva a su Patria! ¡Solicitemos recursos del Gobierno; y si él no puede -si se encuentra pobre-, contribuyamos nosotros con lo que podamos para realizar este propósito!!!… «Ahora quiero saber si la Sociedad está de acuerdo con mis opiniones, si lo está, me lo hará saber poniéndose de pies… (Todos los miembros, enternecidos, ebrios de entusiasmo y con frenéticos y acalorados aplausos así lo hicieron)«
Las rencillas políticas y la enfermedad de Duarte lamentablemente impedirían ese retorno de Juan Pablo Duarte propuesto por el General Luperón, pues el quince (15) de Julio de mil ochocientos setenta y seis (1876) fallece «en la ciudad de Caracas, Juan Pablo Duarte y Diez, Fundador de la República Dominicana, después de haber consagrado su vida al sublime apostolado de legar a sus conciudadanos un suelo libre de toda ingerencia extraña.« («Cronología de Duarte« de Pedro L. Bergés Vidal, en «Duarte en la historiografía dominicana«, de Jorge Tena Reyes, páginas Nos. 44-45)
Reitero: esa propuesta de Luperón revela la continuidad de pensamiento de Luperón en el sentido de que daba por entendido que los restauradores lo que hicieron fue rescatar la obra de la Independencia Nacional motorizada por Juan Pablo Duarte.
En el año cuatrocientos setenta y seis (476) de la Era Cristiana se produjo oficialmente la caída de Roma en manos bárbaras: si el imperio romano de Occidente hubiese amurallado sus fronteras, específicamente en la parte que conecta a Italia con Germania (hoy Alemania), con gran probabilidad Roma no hubiese caído nunca en manos de los bárbaros.
Los hunos fueron los que provocaron el desparrame de los pueblos bárbaros hacia las posesiones romanas. Y, ¡paradoja de la Historia!, Hungría, la sede del Imperio Huno fundado por Atila, es la que hoy se muestra más reticente a aceptar emigrantes.
Se ha querido presentar la idea de la construcción de un muro en la frontera entre la República Dominicana y Haití como una idea supuestamente «retrógrada« (¿?) y para ello se suele acudir al sofisma, a la falacia de pretender compararlo con el Muro de Berlín cuando lo cierto es que el Muro de Berlín existió para impedir que los alemanes orientales, sojuzgados por una dictadura cruenta, criminal, pudieran respirar los aires de la libertad en Alemania Occidental; es decir, ese muro fue usado para dividir a una misma Nación: la alemana.
Ante el derrame de emigrantes de todas índoles hacia Europa que se viene produciendo desde hace menos de cinco años, muchos de los países del viejo continente han tenido que erigir enormes y extensas vallas, alambradas y muros. Así, entre otros, podemos mencionar algunos de ellos: los muros fronterizos erigidos por Bulgaria en las localidades búlgaras de Kraynovo y Lesovo; b) el muro fronterizo erigido por Hungría; c) el muro fronterizo erigido por Serbia; d) el muro fronterizo erigido por Macedonia; e) el muro fronterizo de Céuta y Melilla; etcétera: estamos hablando de muros con extensiones de más de cien kilómetros y similares al que dominicanos nacionalistas queremos que sea edificado en la frontera dominicana con Haití. Todos esos muros son construidos porque de los mismos no ser erigidos los países afectados por la emigración hacia Europa corren el riesgo de perder su identidad, de desmembrarse y de desaparecer como estados independientes; es decir, las mismas razones que justifican la construcción del `Muro Juan Pablo Duarte` en la frontera entre la República Dominicana y Haití.
La expulsión de los haitianos del territorio nacional y la construcción del muro fronterizo completan la obra de Juan Pablo Duarte. Juan Pablo Duarte no luchó para que vinieran los haitianos a apoderarse de este país. Contribuyamos a completar la obra de Juan Pablo Duarte impulsando la expulsión de los haitianos del territorio nacional e impulsando la construcción del `Muro Juan Pablo Duarte` en la frontera dominicana con Haití. Hagámoslo por la República Dominicana, por la Nación dominicana, por el pueblo dominicano. El Presidente Danilo `Dañino` Medina Sánchez, al permitir la mudanza del pueblo haitiano hacia la República Dominicana, está promoviendo la destrucción de esta.