La dictadura institucional bajo control de la fraccionada Corporación-PLD y de la lumpen burguesía (vieja y nueva) asociada a ella en todas sus suciedades, se “blindó” para garantizarse a sí misma la impunidad de todas sus fechorías.
Igual convirtió en instrumentos a su servicio los mecanismos de arbitraje electoral para asegurarse permanecer en el poder prostituyendo la competencia política, el derecho sufragio y la alterabilidad en los cargos electivos.
Así como el ladrón no admite ni persigue el robo, este tipo de régimen no admite los fraudes que ejecuta, menos aun barrer su basura.
La JCE concluyó haciendo “honor” a su origen espurio al negarse a reconocer sus evidentes complicidades con una de las mas grotescas imposiciones fraudulentas de la historia electoral del país. Y todas las sentencias del TSE serán por el mismo tenor. Para eso fueron constituidos esos dos organismos bajo las órdenes del cogollo de este régimen.
Luce imbécil seguir recurriendo a una maquinaria de fraudes, trampas y manipulaciones para que ella decida echarla al basurero. Jamás florecerá la verdad apelando a esta institucionalidad perversa. Es más, es tal la contaminación y perversión del proceso electoral en sus tres vertientes (presidencial, congresual y municipal) que los resultados reales son ya irrecuperables.
Más allá de esas complicidades concretas abundan los hechos que indican que todas las instancias de este Estado (Poder Ejecutivo, Congreso, altas cortes, altos mandos, liderazgo peledeísta) han estado comprometidas hasta el tuétano con las adulteraciones evidenciadas. Y esto es válido para su composición anterior y actual, y para la que se instalará el próximo 16 de agosto.
No hay “tutía. Nada cambiará para mejor -menos aun para garantizar elecciones confiables- dentro de un marco constitucional e institucional tan degradado. Olvídense de eso, cualquier reforma o variación de actores, será de nuevo prostituida. Más allá de querer insistir en el cretinismo electoralistas, no hay razones para pensar de otra manera.
La clave está en entender que esta dictadura no se ha fortalecido, sino que estás mucho más débil después de esta farsa pestilente. Más dividida, descompuesta, auto-desfalcada. Más deteriorada, en guerra interna y en guerra potencial contra una gran parte del pueblo.
La calle, el territorio, población que lo habita -convertida en fuente de democracia y de poder, en contra-poder paralelo- movilizada y organizada en redes y cadenas humanas, tiene la posibilidad de crear algo opuesto y diferente a este poder constituido ya decadente. Clausuremos, pues, su impunidad disponiéndonos a barrer esa basura.