Crucero AIDA BELLA en Santo DomingoAlmomento.net

WASHINGTON.- En 2015, el número de viajeros extranjeros registrados en América Latina y el Caribe ascendió a más de 96,6 millones, la mayor cifra alcanzada durante la última década, según la Organización Mundial del Turismo (OMT).

El repunte ha sido resultado, según los analistas, de una mayor afluencia de estadounidenses, movidos por la fortaleza de su moneda, y a una creciente e imparable demanda de viajes por parte de la clase media latinoamericana, pues siete de cada diez llegadas tienen su origen dentro del mismo subcontinente.

EE UU, el primer emisor de turistas a nivel mundial, ha sido siempre el motor que ha dado vida y fuerza al sector al sur de la frontera.

Entre enero y noviembre de 2015, según la Oficina del Sector de Viajes y Turismo de ese país (OTTI), más de 66,7 millones de estadounidenses (un 7,7% más que a igual fecha de 2014) decidieron emprender un viaje fuera de su territorio.

El valor del dólar —que en el último año se ha revaluado un 20%, en promedio, frente a las principales monedas latinoamericanas— siempre ha sido un factor determinante para los estadounidenses al momento de elegir un destino para vacacionar, asegura Terry Dale, presidente de la Asociación de Operadores Turísticos de Estados Unidos (USTOA, por sus siglas en inglés).

Además, los ciudadanos de la primera potencia del mundo han tenido un año sin sobresaltos (el PIB de EE UU logró un repunte del 2,4% y se crearon 2,65 millones de empleos) y eso ha incentivado los salidas al extranjero, afirma Carlos Vogeler, secretario ejecutivo de relaciones con los miembros afiliados de la OMT.

En el resto de la zona, aunque con menor medida, los turistas estadounidenses también han dejado su impronta. Más de 11 millones, según las cifras del Departamento de Comercio de EE UU, han disfrutado de las playas del Caribe, de las calurosas ciudades de Centroamérica o de los antiguos pueblos sudamericanos, principalmente de Brasil, donde el real se ha depreciado un 47% frente al dólar, y de Argentina, cuya moneda ya se había devaluado un 14% en diciembre de 2015, antes de que el Gobierno pusiera fin a los controles cambiarios. “Hay una relación de causa-efecto directa en la depreciación.