gregory castellanosPor Lic. Gregory Castellanos Ruano

Borrasca frente a Puerto Plata

I

La borrasca

se plantó frente a Puerto Plata

obscureciendo la tela celeste

y clausurando el horizonte.

I I

Se podían observar sombras con malvados rostros

que reflejaban su deseo de aplastar el entorno.

Desde el horizonte obscuro
provenían vientos igualmente obscuros

resoplando su lenguaje también obscuro

hacia la confluencia noroccidental de las cosas,

empleando sonidos que parecían palabras sombrías

añadidas a imágenes igualmente sombrías,

eran estruendosas explosiones

que seguían

a intensísimas iluminaciones:

allí estaba

todo el espanto que transmitía

la borrasca,

que hacía que todos temieran
mirar la niebla enlutada.

Relámpagos sobre Puerto Plata

I

Sobre Puerto Plata,

en lo alto del cielo,
entre las obscuras nubes,

se observan

relámpagos serpenteando,

dibujando

sierpes de oro

entre chispas cabalgando,

con metálicos reflejos amarillos,
destellos áureos

de resplandores que llegan lejísimo

tras la blanquísima deflagración

en la que estallan
las luces violentas.

II

Esas luces que vienen a lo largo de la costa

trasladándose sobre la ciudad

y los picos de su Iglesia,

lo mismo que sobre el Monte de Plata.

III
Su lengua de fuego

busca ser emulada por el contrafuego

que parte de otra nube igualmente frenética

produciendo aquella batalla sorda,

aquellos duelos intra-naturaleza,

con numerosos resplandores que llegan a su destino

en su vertiginoso tiempo fugaz.

IV

Las nubes sonríen malhumoradas

de relámpagos

que aparecen rasgando las tinieblas

de los negros nubarrones que empizarran el cielo,
iluminando rostros y todo,

provocando a las intimidadas gentes

salir a buscar refugio

contra la luminosidad encandilante y atemorizante.

Truenos sobre Puerto Plata

I

Los terribles quebrantos de nubes

dibujaron sus pautadas explosiones

en el silencio trastornado y apabullado.

II

Despavorida,

ante la secuencia

del atroz ruido,

ensordecida,

toda especie de vida sobre la tierra en Puerto Plata,

hasta la más lenta,

salió huyendo,

desapareció devorada por el miedo

causado por los potentísimos estruendos.

III

El retumbante estruendoso sonido devastador

de los truenos

nunca agradó

ni conozco en la Historia

a algún humano

que se atreva a sostener

que los truenos son de su agrado.

IV

Y si acaso lo hubiere,

¿quién será él?

¿quién será ése ser?

…Indudablemente

ha de ser

un extraño ser…

Por Lic. Gregory Castellanos Ruano