El suicidio del ingeniero David Rodríguez en uno de los baños de la OISOE el pasado mes de septiembre, la muerte a tiros del ex sindico Juancito Sport a manos de Luis Féliz en diciembre, la irrupción en la iglesia de un hombre gritando que el país tiene sed de justicia mientras se celebraba una misa con motivo del día del poder judicial y una fotografía de la entrada a la ciudad de San Cristóbal intransitable por la basura vertida, son hechos relacionados entre sí, relevantes, sintomáticos y premonitorios.
¿Por qué se suicidó el ingeniero? Porque estaba convencido de que no había justicia que lo protegiera en caso de que hubiera tratado de enfrentar la mafia que lo victimizaba. Pero no nos engañemos, el apetito por dinero, éxito, ganancias y consumo fueron las fuerzas que empujaron a ese ingeniero a la imprudencia, la temeridad y luego a la desesperación del que llega a un callejón sin salida.
¿Por qué un contratista, empleado, o de cualquier manera alguien vinculado comercialmente a Juancito Sport, como síndico y como empresario, decide tomar la vida de aquel y perder la propia? ¿Alguien es capaz de creer que el señor Luis Féliz contempló una demanda o procedimiento judicial contra Juancito Sport?
Si lo hubiera pensado, que lo dudo, todos a su alrededor le hubieran hecho ver la insensatez de semejante accionar. ¿Cómo podía ese señor esperar que ningún tribunal conociera su caso y le hiciera justicia? No importa cuánta razón tuviera o le faltara, ni cuan ambicioso fuera, ni tampoco cuan imprudente, gastador, indolente o desafortunado. Ese señor sabía, bien, siempre lo supo, que frente a Juancito Sport, judicialmente, no tenía la más mínima posibilidad.
Un periódico publica a mediados de semana una foto mostrando la basura tirada en las calles de San Cristóbal por la gente enojada y hastiada de que, ni resuelvan el conflicto con una empresa recolectora ni aparezca el síndico para dar la cara como corresponde.
Pero es el mismo síndico, un pelotero que ha sido denunciado, acusado y vinculado al fraude electoral y la manipulación política y a quien se reconoce competencia en todos los asuntos turbios menos en los que conciernen a sus obligaciones y responsabilidades como alcalde.
Solamente cuando la entrada a San Cristóbal estuvo bloqueada por la basura, apareció la fuerza pública y otro personal. ¿Qué quiere decir esto? Que la gente está convencida de que quejarse, denunciar, reclamar sirve para poco.
El hombre que interrumpió una misa en presencia de las autoridades del poder judicial evidentemente quería llamar la atención y lo hizo. Su discurso de que “ el pueblo tiene sed de justicia” sabía que avergonzaba a las autoridades allí presentes, sabía que lo iban a sacar a la fuerza, sabía que su acción recibiría publicidad, sabía que muchos lo exaltarían como un héroe, sabía que unos pocos lo criticarían como enajenado, pero ese señor sabía por sobre todas las cosas que ese discurso de solamente seis palabras iba a estremecer al país y a recordarle al poder que ya no está libre de acoso y reclamo en ninguna parte.
Todos los casos anteriores tienen el mismo denominador común. Mucha de la violencia en este país tiene el mismo denominador. La gente sabe que no hay autoridad, ni justicia, ni ley así que, hay que evadirla, trampearla, comprarla o romperla. La gente sabe que no hay instituciones.
Los robos es mejor ni denunciarlos, las muertes es mejor tratar de evitarlas porque no puedes esperar justicia a menos que la hagas con tus propias manos. Y en este entorno, en una nación que se desmorona, donde el mal ejemplo emana del despacho presidencial, donde el país, tolerante y condescendiente como ha sido, quizás hasta se hubiera conformado con una promesa de rectificación, con ver a alguien castigado, con saber de algún ejemplo de justicia servido, pero no, esta gente sigue jugando a las nominaciones, los fraudes, las elecciones y el circo donde el Sr. Medina a ocho columnas, en la primera página, sin ruborizarse y sin que se lo estrujen en la cara anuncia:” “No creo que RD pueda tener otro gobierno tan honesto como el que yo presido. Tengo mis manos limpias, libre de pecado”.
A todos los defectos, desaciertos, torpezas y perversidades atribuidos – con sobrada razón- a Danilo Medina, hay que añadir otro: insensatez. Este señor cree y apuesta a que sus actos depredadores, sus ilegalidades y abusos no tendrán consecuencias para él y su entorno. Ya sé que les ampara la tradición que es más poderosa que los jueces que tienen comprados, porque la acción de estos jueces es coyuntural mientras que la tradición de impunidad está de alguna manera inscrita en el código genético de la república.
Nosotros debemos hacer todo lo que esté a nuestro alcance, y más allá también, para demostrar lo contrario. Hay gente que ha empezado a hacerlo. Aprendamos a ver en este tipo de acciones las señales, los indicadores que muestran que aquí, algo se está rompiendo o se ha roto ya.
Hay que seguir y seguir, acabarlo de romper. La sumisión, el discurso políticamente correcto y el querer estar bien con todo el mundo nos han traído donde estamos. ¿Vamos a seguir glorificando las apariencias a expensas de los contenidos?
Emiliano Zapata lo dijo hace más de un siglo y muchos lo recuerdan con frecuencia: “Si no hay justicia para el pueblo que no haya paz para el gobierno”