Por Lic. Gregory Castellanos Ruano
El `Cartel Ideológico de Argentina` ha desarrollado un cuerpo de doctrina en el que es apreciable `un humanismo para los delincuentes y una deshumanización para las víctimas y para los no delincuentes en sentido general` o, lo que es lo mismo, `una deshumanización de las víctimas y de la sociedad`.
Los componentes de dicho cartel ideológico han ido tan lejos como Jesucristo («Al que te dé una bofetada en una mejilla, ponle la otra mejilla«) o quizás más lejos que el hijo de Jehovah Dios hecho carne. Han aprendido a amar no sólo a los ladrones, sino también a los ladrones-asesinos y han aprendido a amarlos de tal forma que saben amar a los ladrones-asesinos con mucho más intensidad que a los asesinados y a las familias de éstos; con muchísima más intensidad que a los asesinados y a las familias de éstos; con manifiesta muchísima más intensidad que a los asesinados y a las familias de éstos.
Dichos integrantes de dicho cartel ideológico no ocultan para nada su extraño -extrañísimo- y sospechoso -sospechosísimo- amor por dichos verdugos; pero, correlativamente, tampoco ocultan para nada a su fría -friísima- y calculada distancia respecto de las víctimas inocentes. Son claros `Partidarios de los Victimarios`. Enarbolan un `humanismo extraviado` que se cimenta en el Abolicionismo Penal para procurar indultos camuflados, y, en todo caso, su obra ideológica aparece instrumentalizando al `Debido Proceso` usándolo, por una parte, dentro de sus justos límites y, por otra parte, llevándolo más allá de dichos justos límites (=Ultragarantismo) para sus propósitos de lograr lo más posible, en sentido general, la no aplicación del Derecho Penal.
Lo terrible es la indulgencia indultante y amnistiosa que desemboca en especie de clara camaradería con los ladrones y con los ladrones asesinos y demás especies delictivas.
Mientras los integrantes del `Cartel Ideológico de Argentina` son ciegos, sordos y mudos frente al sufrimiento de las víctimas de los robos y de las consecuencias violentas y luctuosas como resultados de dichos robos porque éllos se han resistido a entender algo tan elemental como lo es el sufrimiento de dichas víctimas, dicha cúpula de dicha banda -tan terrorista y tan genocida como los ideólogos del anarquismo que, al igual que éllos, propugnaban por el abolicionismo penal- prefiere seguir contemplando más robos y más asesinatos, y más lesionados permanentes y más heridos y más contusos a través de la vigencia del modelo procesal penal genocida del cual son ideólogos; es decir, dicha cúpula prefiere seguir viendo más robos y más acciones armadas para lograrlos.
El que se sorprenda a estas alturas es porque quiere, porque le da la gana de sorprenderse, no porque la sorpresa sea espontánea. ¡Valga la paradoja!
Como hemos dicho: los integrantes del `Cartel Ideológico de Argentina` conforman una verdadera banda, ideológica, pero banda al fin y al cabo. Dicho cartel, como banda al fin y al cabo que es, tiene claramente su cúpula. Dicho cartel, como banda al fin y al cabo que es, tiene claramente su jefe, un jefe de banda, pero dicha jefatura parece ser compartida actualmente como una especie de diarquía entre Eugenio Raul Zaffaroni Cataneo y Alberto Bínder.
Como cartel que es, los fines del cepepeísmo creado por el `Cartel Ideológico de Argentina` también son opiáceos: Marx calificó a la religión como «el opio de los pueblos«; el marxismo fue calificado por Raymond Aron como `el opio de los intelectuales`; y el cepepeísmo puede y debe ser calificado como `el opio de los abogados`, pues a través de la alienación que provoca genera `Cretinismo Procesal Penal`.