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El delírum trémens cuando se asocia a la política es sumamente peligroso para la libertad y la democracia de un país, principalmente cuando se padece desde el poder absoluto.

El paciente pierde la noción de la realidad convirtiendo mentira en verdad, habla sin cesar, se cree sus propias mentiras, no mide las consecuencias de sus palabras ni de sus acciones; insulta, ofende, maltrata, avasalla y agrede gratuitamente a sus adversarios; se vuelve paranoico huyendo hasta de su propia sombra.  Se agita y convulsiona abruptamente. Es un ser desquiciado.

Suele ser inofensivo cuando no está en el poder, protegido por policías y militares, cuando no es un dirigente político;  pero cuando se considera “líder”, “dirigente importante”, funcionario o ministro, con recursos económicos a su disposición, entonces es peligroso. Expresa odio, rencor y se convierte en un ser violento, capaz de comerse vivo a cualquiera. Es un   soberbio caníbal político.

El poder embriaga, corrompe y envilece cuando es  muy prolongado, más en personas que logran escalar posiciones cimeras en la economía de una sociedad después de haber estado en las capas sociales más bajas. Pasar de lumpen proletario, de clase media, media, baja o muy baja, a burgués, (“tutumpote”) es cosa para la que no todos están preparados.

Pasar de pobre de solemnidad a rico, de estar abajo y verse arriba, en la cúspide, suele producir un schock psicológico que debe ser tratado por un profesional de la conducta. Pasar de “lavagallos” a “coñac”, de “triculí” a ron extra viejo, de whisky 8 años a whisky 18 y 21 años, de vino piña y Caballo Blanco a los vinos más finos y caros del mundo,  es un salto que no todos pueden asimilar, ni justificar.

Cambiar el agua de “tinaja”, de la llave  o de botellón a “San Pelegrino” o “Perrier” produce algunos malestares psicosociales peligrosos. Hay que tener la cabeza bien “amueblada” para asimilar esos cambios.

A lo bueno todos se acostumbran, principalmente cuando no cuesta nada, cuando se obtiene desde una posición en el congreso, un ministerio, una dirección general o una embajada, etc.

Los que padecen del delíriun trémens en el PLD y en el gobierno no se imaginan la vida sin los beneficios que les proporciona su condición de miembro “fundador” o no del partido. Son capaces hasta de matar, no solo de insultar y agredir a todos los que no coinciden con sus prácticas malsanas, ni con sus discursos cargados de arrogancia y petulancia.

El mataburro de la Real Academia lo define como “delirio caracterizado por una gran agitación y alucinaciones, que sufren los alcohólicos crónicos”.

De un partido abstemio en sus inicios (1973) el PLD ha llegado al delírum trémens, consecuencia de sus casi 20 años en el poder, confirmando lo que dijera Lord Acton en 1887: “El poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente”. Y, digo yo,  produce, delíriun trémens.

PD: No estaré en la lista de 35 periodistas que serán propuestos para ser miembros del Comité Político del PLD. No tengo méritos para ello. En cambio otros colegas que hacen de bocinas y cornetas diariamente, sí. Al fanfarrón mayor le puedo enviar un listado de mil para que seleccione los 35 que considere, contribuyendo a así con la democratización de ese órgano de dirección partidaria que se ha distribuido el país en cacicazgos modernos.