gregory castellanosPor Lic. Gregory Castellanos Ruano

La Conferencia del Episcopado Dominicano ha escrito una página obscura, muy obscura, una página negra, muy negra de la Historia de la República Dominicana.   Los obispos católicos dominicanos que la componen la escribieron no obstante tener luces suficientes: para discernir que no todo lo que diga el Papa Bergoglio, por el sólo hecho de que sea Papa, es correcto; para éllos determinar y decidir no seguirlo en algo que está mal.

Bergoglio arrastra el trauma de su familia que era inmigrante italiana en Argentina y por eso mezcla una cosa con la otra. Los dominicanos no tenemos que ver con los problemas personales de la familia Bergoglio que dio origen a este Papa que se ha sumado al grupo de promotores de la destrucción del Estado llamado República Dominicana.   Además: la inmigración italiana a Argentina no fue con ánimo de apropiarse de Argentina, la inmigración italiana no viajó a este último país pensando que Argentina era un territorio que le pertenecía a Italia: la emigración italiana a Argentina fue una `emigración normal` en que los emigrantes sólo buscaban mejorar su suerte económica y por eso dichos inmigrantes italianos asimilaron la cultura argentina haciéndose argentinos que veneran los símbolos patrios argentinos y la Historia de Argentina.

La inmigración haitiana hacia la República Dominicana, por el contrario, se produce bajo la divisa del predicamento de que el territorio de la República Dominicana les pertenece a los haitianos, que los dominicanos somos unos usurpadores, y que, por todo ello, la República Dominicana debe ser destruída.   Los haitianos odian a Juan Pablo Duarte, odian a la República Dominicana.   Se trata de inmigrantes que vienen al territorio dominicano cargados de un odio visceral ancestral.

No es la Argentina de Bergoglio ni ninguna otra Argentina la que hace frontera con Haití: por eso la Argentina de Bergoglio no tiene una frontera abierta con Haití. No es la Argentina de Bergoglio ni ninguna otra Argentina la que tiene dos millones quinientos mil (2,500.000.00) haitianos en su territorio: es la República Dominicana la que tiene esos dos millones quinientos mil (2,500.000.00) haitianos en su territorio.   No es la Argentina de Bergoglio ni ninguna otra Argentina la que apenas tiene cuarenta y ocho mil kilómetros cuadrados (48,000 kms²): el territorio de la República Dominicana cabe en el territorio de Argentina una cantidad enorme de veces: el territorio continental de Argentina tiene dos millones setecientos ochenta mil con cuatrocientos kilómetros cuadrados (2,780.400 kms²) siendo el octavo país con mayor extensión del mundo; y si a eso se añade el conjunto de sus territorios extra-continentales, como los son las Islas Malvinas, las Islas del Atlántico Sur y la Antártida Argentina la superficie de dicho país asciende a tres millones setecientos sesenta y un mil con doscientos setenta y cuatro kilómetros cuadrados (3,761.274 kms²) lo que la hace ascender a ser el séptimo país más grande del mundo: somos nosotros, los dominicanos, los que apenas tenemos cuarenta y ocho mil kilómetros cuadrados(48,000 kms²).  ¿Porqué Bergoglio no le pide a su país, Argentina, que reciba a todos los haitianos que están en territorio dominicano y a todos los haitianos actualmente en Haití que quieran emigrar? No lo hace sencillamente porque su país, a pesar de tener esa cantidad enorme de territorio, se negaría a aceptar semejante cantidad de haitianos por múltiples factores y criterios. Para Bergoglio es muy bueno y fácil repartir lo de otros, pero no lo de su país Argentina.

No es la Argentina de Bergoglio ni ninguna otra Argentina la que tuvo que librar guerras contra Haití para lograr y consolidar su Independencia respecto de los haitianos: fueron los dominicanos los que tuvieron que librar esas guerras contra Haití para lograr y consolidar su Independencia respecto de los haitianos.

Los obispos católicos que conforman la Conferencia del Episcopado Dominicano, encabezados por Nicanor Peña, al prestarse a redactar y suscribir semejante documento anti-dominicano (pues hicieron suya la agenda que impulsan potencias extranjeras en contra de la República Dominicana ahora con el viento papal) ingresaron a una larga oquedad, a un hoyo, a un túnel, a un gigantesco socavón.   Dichos obispos católicos no ponderaron que los habitantes de la República Dominicana son titulares de derechos humanos y que entre esos derechos humanos figura el de que les respete a éllos como población, el de que se respete el territorio dominicano, el de que se respete su derecho a ser los dominicanos los que elijan a su gobierno y no manos extrañas a los dominicanos y el de que se respete su derecho a ser dominicanos exclusivamente los que tengan la facultad de ser elegidos a cargos electivos en su propia tierra y no personas provenientes de Haití y tampoco personas descendientes de haitianos.

Lo único bueno de todo esto es que esta parte de los malos dominicanos a que aludía Juan Pablo Duarte ha ido desnudándose evidenciando que nunca han estado a favor de la existencia de la República Dominicana.

No asimilan siquiera las lecciones del caso del Arzobispo Portes:

Esos obispos católicos no parecen recordar y mucho menos asimilar las lecciones del San Benito histórico que persigue al Arzobispo Portes y su homilía de mil ochocientos cuarenta y cuatro (1844) contra Juan Pablo Duarte y los demás trinitarios.   Gracias a esa pastoral del Arzobispo Portes se produjo la expulsión de la República Dominicana del creador de esta y gracias a esa pastoral ideológicamente se impuso la implantación de la dictadura de Pedro Santana Familia que culminó cediéndole la República Dominicana a España.

Portes, pero también con él toda la Iglesia Católica dominicana, cargó con esa cruz desde entonces hasta la época presente: no ha habido forma de encontrar argumento justificativo alguno a su favor.   Portes y toda la iglesia Católica dominicana, todavía al día de hoy, cargan con el pesado lastre de esos crímenes de lesa Patria que propiciaron.

Esta vez parte de la cúpula de la Iglesia Católica dominicana ha bendecido el proyecto de fusión entre dominicanos y haitianos.   Los componentes de esa parte de esa cúpula de la Iglesia Católica cargarán para el resto de su vida y para siempre con esa cruz: tampoco habrá forma de encontrar argumento justificativo alguno a su favor, pues le han dado la espalda al país en el momento en que el país necesitaba de todos sus hijos y muy especialmente de éllos a quienes por su educación e ilustración jamás se les hubiera creído capaces de cometer eso que cometieron.

Yo soy católico y siento que a mí y a todo el país esa parte de la cúpula católica no nos representa.   Soy católico y de los miembros de mi familia fue alto dirigente de la Iglesia Católica dominicana el Lic. Rafael Conrado Castellanos y Martínez (= el Padre Castellanos).   Ahora siento pena y vergüenza que de esa parte de la cúpula de la Iglesia Católica dominicana se haya apoderado la ambición y se haya apoderado `la Traición a los Intereses Fundamentales de la República Dominicana`.   Me da náuseas la posición indolente, servil, entreguista y fusionista de esa parte de la cúpula de la Iglesia Católica dominicana.

Posición de reconocimiento, por el contrario, me merecen las posiciones del Arzobispo Nicolás de Jesús López Rodríguez, del Auxiliar Víctor Masalles y del Arzobispo Freddy Antonio de Jesús Martínez Bretón, de Santiago, quienes sí han asumido posturas dignas al abogar por la defensa de la Soberanía Nacional.

La Traición a la Patria es la mayor de las corrupciones y el mayor de los crímenes:

En dicha última comunicación pastoral la Conferencia del Episcopado dice criticar la corrupción y la delincuencia, sin embargo no hay mayor corrupción que la `Traición a la República Dominicana`; no hay mayor acto delincuencial que el `Crimen de Traición a la República Dominicana`, crimen de `Traición a la República Dominicana` que ha sido cometido por gran parte de esa cúpula de la Iglesia Católica dominicana.

Desde ahí en adelante monseñor Gregorio Nicanor Peña Rodríguez, obispo de La Altagracia y presidente de la Conferencia del Episcopado Dominicano, es conocido como `Nicanor Judas` y como `Judas Peña`… ¿A quién traicionó?: a la República Dominicana, a los Intereses Fundamentales de la República Dominicana. En una noticia fechada 21/1/2016 Impactodigital publicó una noticia en la que, entre otras cosas, dijo: «Del mismo modo, el obispo de Higüey y presidente de la Conferencia del Episcopado Dominicano exhortó a los políticos a ser sinceros al momento de discutir los problemas del país y buscar soluciones. “Escuchémonos unos a otros y animémonos a debatir sin prejuicio y en profundidad los grandes temas que tocan la vida nacional”, manifestó el religioso durante la misa.« ¿Y fue «sincero« este vergonzoso obispo llamado Nicanor Peña?   El gran tema, el principal tema, de la vida nacional dominicano es el tema haitiano señor `Nicanor Judas` o `Judas Peña`…

Soy de opinión que este vergonzoso obispo católico llamado Nicanor Peña con su accionar también guarda similitud con Caifás, el entonces Sumo Pontífice de la religión judaica, por cuya culpa también Jesús cayó muerto a manos del Imperio Romano.   Es una perogrullada que Cristo fue materialmente sacrificado por manos romanas y que Jesucristo llegó a su crucifixión por la traición que Judas cometió en su perjuicio, pero a Judas lo indujo a la traición la cúpula de la iglesia judaica: Caifás, Ananías y otros tantos repulsivos personajes pares de igualmente muy desagradable recuerdo.

Los previsibles efectos de la errada posición de la Conferencia del Episcopado dominicano:

Esos obispos católicos creen con gran torpeza que la haitianización no los afectará ni a éllos ni a la Iglesia Católica a la que dicen representar.   Después de este paso tan desacertado se puede hablar con precisión de un antes y de un después de dicho paso: es con toda probabilidad seguro que jamás se recuperará la iglesia católica en la República Dominicana de los efectos devastadores de semejante paso tan repudiable, pues ésos obispos católicos han sembrado la semilla del descalabro de la propia Iglesia Católica en la República Dominicana. Ellos mismos, sin desconocimiento de causa, le han sacado la alfombra de debajo de los pies a la Iglesia Católica en la República Dominicana; y éllos mismos se han sacado la alfombra de debajo de sus propios pies.

Ahora bien: ¿Ellos creen que la porción de la población dominicana que hasta ese momento había sido católica toda su vida seguirá el extravío hacia el abismo a que éllos quieren que ella se lance?   ¿Bastará la palabra de ese grupo de obispos católicos para timar la consciencia de todo el pueblo dominicano? Lo dudo mucho.

Dichos obispos católicos dicen criticar en su pastoral “la devaluación de la credibilidad en el ejercicio de la política”; pero lo que éllos han hecho ha devaluado la credibilidad del pueblo dominicano en la Iglesia Católica dominicana. En torno a esa cúpula se ha abierto un proceso de crisis de credibilidad que todo apunta en la dirección de que el mismo se agrandará para convertirse en irreversible.   Si creen que hicieron algo bueno se equivocaron de medio a medio: lo que hicieron, reitero, fue cavar la tumba de su credibilidad frente a los dominicanos.   Esa credibilidad se irá muriendo en la medida en que la haitianización se siga haciendo cada vez más y más apreciable, cada vez más y más visible.

La Iglesia Católica dominicana que se prepare, pues llegará un momento en que su feligresía disminuirá tanto y a tanta velocidad que parecerá un Titanic naufragando.   Así como se produjeron los círculos de opiniones buscando la o las culpas del hundimiento del Titanic, del mismo modo se producirán los círculos de opiniones buscando la o las culpas del hundimiento de la Iglesia Católica en la República Dominicana.   Para cuando se llegue a ese punto es sumamente probable que la misma jamás pueda levantar cabeza, del mismo modo que jamás pudo levantar cabeza en la Historia el nombre de Judas por su traición a Cristo.   Esos obispos católicos han quedado entrampados por éllos mismos entre Avivato y el Dr. Merengue, entre Dios y Lucifer, entre el cielo y el infierno, entre farsantes y maromeros.

En la medida que siga creciendo la ocupación haitiana seguirá disminuyendo la visita de la feligresía dominicana a sus templos y catedrales porque esa feligresía seguirá disminuyendo producto de su repudio, resentimiento y rechazo a la postura externada por la Conferencia del Episcopado Dominicano. Habrá una deserción masiva de dominicanos respecto del catolicismo.

Esa deserción seguirá creciendo en la misma medida en que siga creciendo la presencia de la ocupación pacífica haitiana bendecida por los obispos de la Conferencia del Episcopado Dominicano.   En esa medida la Iglesia Católica se irá quedado prácticamente sin feligreses en República Dominicana: lo que esa parte de la cúpula obispal dominicana ha hecho firmando esa pastoral pro-haitiana y anti-dominicana es decretar la muerte de la Iglesia Católica dominicana.

Si en la Iglesia Católica dominicana alguna vez o algunas otras veces se dio o se dieron alguna(s) metida(s) de pata grande(s), la metida de pata de esta vez es tan, pero tan grande que todo parece indicar que es muy poco probable que el pie pueda sacarlo de ese hoyo profundísimo en que lo metió dicha cúpula de obispos, los cuales en hecho han dado el paso de romper con su base social: han dado el paso hacia el suicidio.

Así mismo, en la medida que siga creciendo la ocupación haitiana seguirá creciendo el número de muchas otras personas que por ello se darán cuenta de su error, de su desidia, de su ignorancia, de su recalcitrancia de pretender negar la realidad frente a las consecuencias de la invasión y de la ocupación pacíficas haitianas.

Avaricia obispal y refugios de haitianos:

¿Sueñan estos obispos con tener una feligresía más grande, como sueña el grupo de la oligarquía dominicana encabezado por los Juan Vicini y Fernando Capellán con tener una cantidad de consumidores más grande?   Si acaso están soñando con eso sólo les diré que por querer lo más van a tener lo menos: se van a quedar prácticamente sin feligresía dominicana y habría que ver si acaso pueden catequizar en el catolicismo a los haitianos de quienes éllos ahora se han convertido en aliados para destruir a la República Dominicana.

Esos obispos, a cambio de su posición de colocarse de espalda a los Intereses Fundamentales de la República Dominicana, con toda certeza podrán y efectivamente van a conseguir grandes y lujosos edificios para templos y catedrales con fondos gubernamentales e internacionales, pero serán cascarones vacíos, verdaderos elefantes blancos, al menos para los dominicanos, pues con toda probabilidad de muchísimos haitianos sí se van a llenar: veremos haitianos a borbotones hasta comiendo y durmiendo en esos templos y catedrales católicos.

¿De qué les servirá a dichos obispos conseguir y tener palacios de templos y palacios de catedrales si los dominicanos los verán con repugnancia tanto a dichos edificios como a dichos obispos co-partícipes de dicha Traición a la República Dominicana?   Los templos y catedrales católicos se vaciarán de dominicanos y se llenarán de haitianos: la primera parte de ese proceso lo veremos con mujeres haitianas y sus hijos, pedigüeños haitianos y haitianos en general en los alrededores y dentro de dichos templos y catedrales alimentándose y viviendo en ellas.   Dentro de muy poco tiempo veremos los templos y las catedrales católicos repletos y desbordados de haitianos. Dicho desbordamiento será mayor en la misma medida en que mayor vaya siendo la presencia haitiana en el territorio nacional.   Pueden empezar a computar el tiempo porque eso lo tienen a la vuelta de la esquina.

Esos grupos de haitianos metidos en los templos y catedrales católicos les harán imposible la visita y la estancia a los pocos dominicanos que acaso asistan a dichos templos y catedrales, terminando de espantar a ésos pocos.   Los haitianos tendrán en esos templos y catedrales verdaderos nichos físicos de alojamiento para comer y vivir en dichos templos y catedrales.   Igualmente lo harán en los monasterios de monjes y en los monasterios de monjas, de donde saldrán espeluznantes historias que serán conocidas a través de los medios de comunicación.

Habrá algún que otro obispo que reaccionará en forma adecuada a los intereses de la Patria para tratar de salvar no sólo a esta, sino también a su Iglesia Católica del abandono de sus feligreses, pues gran parte de éstos se abstendrán de entrar siquiera a un templo católico por el resentimiento que guardan por la postura anti-dominicana de ésos obispos, y otros católicos se irán de la Iglesia Católica hacia otras iglesias cristianas: hacia las denominadas evangélicas.

La Iglesia Católica dominicana, pues, parece encaminada a enfrentarse a dos posiciones para poder subsistir con feligresía dominicana: o se arma de valor para desandar el repudiable paso anti-dominicano que ha dado; o, finalmente, se separa de Roma para unirse a los Intereses Fundamentales de la República Dominicana asumiendo la defensa de estos.   De lo contrario: dichos obispos pueden empezar a recoger los instrumentales muebles con que celebran misas y empezar a pensar en emigrar hacia otros lugares, hacia otros países porque aquí jamás podrán levantar cabeza con los dominicanos; su único chance de subsistencia lo será la feligresía haitiana si es que los haitianos se convierten al catolicismo, pues de que se van a llenar, se van a llenar de haitianos, pero no precisamente por motivos religiosos, sino por la necesidad de los haitianos de encontrar dónde comer y dónde alojarse.

¡Qué paradoja de la Historia! En mil ochocientos veintidós (1822) fueron precisamente los haitianos los que cerraron los templos y la catedral católicos convirtiéndolos en arsenales y en almacenes para los miembros del ejército y de la burocracia haitianas ocupantes; y hoy los haitianos lucen destinados a ocupar nuevamente dichos espacios físicos  -hoy más numerosos-   de la Iglesia Católica dominicana.

Dichos obispos se suman a los `actos de Traición a la República Dominicana cometidos por Danilo Medina Sánchez`:

Al exhortar a los dominicanos a apoyar «a las autoridades civiles« en sus actividades a favor de los haitianos en territorio dominicano dichos obispos lo que están haciendo es pidiendo que se apoye el conjunto de `actos de Traición a la República Dominicana cometidos por Danilo Medina Sánchez`. Al exhortar a los dominicanos a apoyar el conjunto de `actos de Traición a la República Dominicana cometidos por Danilo Medina Sánchez` la Conferencia del Episcopado Dominicano no sólo desconecta a la Iglesia Católica dominicana de la sociedad dominicana, sino que contribuye a asestarle una puñalada de muerte a la sociedad dominicana.   La mano de la Iglesia Católica dominicana ha pasado, pues, a co-empuñar el arma para matar a la República Dominicana, a la Nación dominicana y al pueblo dominicano.

Exhortar a los dominicanos a apoyar el conjunto de `actos de Traición a la República Dominicana cometidos por Danilo Medina Sánchez` es lo mismo que llamar a que vengan más haitianos a un país sin frontera física real, a un país con una frontera abierta. Ahora, pues, es la Iglesia Católica dominicana la que los llama y dice que hay que ayudarlos.

Los obispos de la Conferencia del Episcopado Dominicano están respaldando la aceptación del plan extranjero de resolver la problemática de los haitianos a expensas de los dominicanos.   Los obispos de la Conferencia del Episcopado Dominicano no quieren una frontera real: quieren que las dos poblaciones (la haitiana y la dominicana) se fusionen; quieren borrar totalmente la frontera aparente que en hecho nunca ha existido; quieren que a personas haitianas se les den documentos como nacionales dominicanos cuando en realidad son falsos dominicanos; quieren darles la nacionalidad dominicana a haitianos a costa de la propia nacionalidad dominicana; quieren que los haitianos tengan seguridad social a costa de la seguridad social de los dominicanos; quieren que los haitianos tengan servicios de salud a costa de los servicios de salud de los dominicanos; quieren que a los haitianos les den trabajo a costa del derecho a trabajar de los dominicanos; quieren que en el territorio de la República Dominicana vivan los haitianos a costa del derecho de los dominicanos a vivir en el territorio de la República Dominicana; quieren que los haitianos voten en la República Dominicana a costa del derecho de los dominicanos a elegir a sus connacionales dominicanos para darse su propio gobierno de manos exclusivamente dominicanas.

Todo eso, y no otras cosas, es lo que ésos obispos católicos quieren que se haga. Pero, ¿se han detenido éllos a pensar que todo eso conduce a un solo objetivo? ¿Se han detenido éllos a pensar que todo eso sólo conduce a la disolución de la República Dominicana? ¿Se han detenido éllos a pensar que todo eso sólo conduce a hacer vano, a vaporizar todo el esfuerzo y todo el sacrificio de los dominicanos por tener una República Dominicana libre e independiente tanto de los haitianos como de cualquier otro país? ¿Se han detenido éllos a pensar que todo eso sólo conduce a hacer vano el sueño y el esfuerzo de Juan Pablo Duarte?

Repito: ¿Porqué Bergoglio no le pide a su país, Argentina, que reciba a todos los haitianos que están en territorio dominicano y a todos los haitianos actualmente en Haití que quieran emigrar? Igualmente repito la respuesta: no lo hace sencillamente porque su país, a pesar de tener esa citada cantidad enorme de territorio que tiene, se negaría a aceptar semejante cantidad de haitianos por múltiples factores y criterios. También repito el comentario de que para Bergoglio es muy bueno y fácil repartir lo de otros, pero no lo de su país Argentina.