gregory castellanosPor Lic. Gregory Castellanos Ruano

Es probable que en sus inicios lo que habría de ser el Monte de Plata hoy montaña Isabel de Torres o loma Isabel de Torres, toda realizara contorsiones contentivas de fuerzas descomunales producto de los violentos movimientos geológicos correspondientes al desprendimiento y nacimiento de Antillía.

La llegada de Colón un once (11) de Enero de mil cuatrocientos noventa y tres (1493) la encontró apacible.  En tiempos de la colonia el Padre Las Casas en vano intentó subir a su atractiva cúspide innúmeras veces, pero la fatiga le abatía y tenía que ordenar retirada a su séquito de acompañantes.

El gozo que se siente  con palpar el ambiente que existe en dicha cúspide junto con el poder ver los paisajes que desde esas alturas se contemplan vale la pena el riesgo que se asume al ascender a sus alturas.

Pero la monumental belleza natural que es el Monte de Plata hoy montaña Isabel de Torres o loma Isabel de Torres, que es como más comúnmente la denominamos los puertoplateños, tiene, correlativamente, un lado siniestro con una correspondiente historia siniestra.

…No es el flanco del frente o Norte ni el del lado Este ni el del lado Sur: es el del flanco Oeste, más específicamente el conformado por la conjunción del flanco Oeste con la parte correspondiente del flanco Sur.  Ese es el lado obscuro, el lado poco conocido de su historia.

A estas alturas del tiempo pocos quizás conserven en su memoria los recuerdos infaustos en dicho lado acaecidos.

Ahí se produjeron muertes, muertes terribles, espantosas.

Las muertes, hasta hoy conocidas por mí,  que ahí se han producido fueron a consecuencia del uso de dos vehículos de motor terrestres y del uso de uno aéreo:

1.- El caso de una profesora y varias monjas a bordo, no preciso de si de una guagua o de un pequeño autobús o si de un carro: lo cierto es que el freno de dicho vehículo en que andaban falló. Dicho grupo de monjas andaba con una profesora de apellido Miller que daba clases de Algebra y a quien por ello los muchachos y las muchachas bajo su orientación escolar cariñosamente le llamaban «Doña Algebra«.

2.- El caso del hijo del constructor italiano del teleférico se fue por aquella barranca tremenda sobre el lomo de un tractor apisonador de varias toneladas que perdió los frenos: dicho tractor apisonador corrió como nunca en su vida había corrido; el vehículo en cuestión y quienes iban montados sobre él, el conductor, y el hijo del ingeniero, un jovencito, volaron por los aires encima de dicho aparato de hierro como si se tratara de jinetes sobre los lomos respectivos de caballos indomados.

¡En ambos casos se despeñaron con vida por el barranco inmenso allí colocado al final del borde…! ¡Saltaron al vacío!

¡Cayeron en el vacío!… ¡Tuvieron de primera mano la sensación del temor causado por el hecho de sentirse flotando en caída libre con destino hacia una colisión con la tierra allá en el inmenso fondo…!

3.- El caso de un amigo de adolescencia y de juventud, Guidino Merette  y el avión de Cubana de Aviación en los años noventa del pasado siglo XX: el vuelo de dicho avión provenía de Cuba (Guidino toda su vida fue simpatizante de izquierda, aún después del derrumbe del Bloque Soviético); la torre de control del Aeropuerto Internacional Gregorio Luperón le dio la orden al piloto (un joven que hacía su primer vuelo como profesional de la aviación) de que procediera a ubicarse volando en círculo a equis altura hasta tanto se le diese la orden de aterrizar; la aeronave carecía de radar; Isabel de Torres estaba totalmente cubierta por nubes que impedían su visibilidad; al intentar ascender a la altura que le fue indicada lo hizo estando colocado en la parte Oeste de la loma de la cual no veía absolutamente nada: la tragedia fue inevitable, se produjo una colisión enorme que causó una explosión cuyo fuego fue visto ascender desde diferentes lugares de Puerto Plata: hasta desde el mismo Aeropuerto Internacional Gregorio Luperón fue vista aquella bola de fuego por pasajeros que aguardaban precisamente para subir a bordo de ese avión para viajar a Cuba.

No sé de otro caso u otros casos, esos casos que refiero que al desafiar esos vehículos la ley de la gravedad ésas personas encontraron una suerte atroz son los casos que la memoria me trae al recuerdo; si ocurrió algún otro o si ocurrieron algunos otros pido, pues, excusa por no poder citarlos.

El Monte de Plata hoy montaña Isabel de Torres o loma Isabel de Torres actuó como un dios cruel de una cultura primitiva, como un dios terrible, como un dios azteca derramador y bebedor de sangre y rompedor de carne humana, como un sanguinario dios azteca que ocasionalmente mora en ese alto lugar y que al ser interrumpido en su sueño cobra las vidas de aquéllos que osan entrar en sus dominios: se cobró todas esas vidas. Igualmente: nada más parecido al de los sacrificios que hacían los incas del Perú en una de las escarpadas montañas Pichu.

Todos sufrieron una muerte atroz… Chocaron con ramas de árboles a los que la velocidad de la caída les hacía desempeñar el rol de especies de sierras cortadoras de miembros; o el rol de piedras cortantes, afiladas. …¡Cuerpos estrellados!

Terminaron siendo recogidos literalmente en pedazos, en trozos, literalmente en pedazos, literalmente en trozos… ¡Una cosa totalmente espantosa y penosa!

El terror, la angustia y el sufrimiento de sus parientes que les supervivieron supongo, mejor, me atrevo a asegurar, llevaría a éstos a proscribir para siempre de su mente la posibilidad de pisar aquellas alturas: de no volver a ellas si acaso alguna vez la habían visitado o de ni siquiera intentarlo si no la habían visitado nunca…Y, naturalmente, hasta a maldecirla…No hay porqué dudarlo pues no les es exigible otra conducta.

La tremenda terrible lección que queda para los descuidados o imprevisores, lo mismo que para sus acompañantes, es que dicha escalada o subida con descuido o imprevisión puede tener un precio: un precio de sangre, un precio de muerte.

…En un tramo de los años setenta, también del pasado siglo XX, mi padre pudo adquirir una elegante guagua nueva color amarillo marca Colt Galant (fue el primer vehículo que hubo en casa) y todos los domingos mi padre y mi madre le pagaban a un `chofer` llamado Esteban para que manejara dicho vehículo (ni éllos ni yo sabíamos manejar) para dar vueltas de esparcimiento a todo lo largo y lo ancho de la ciudad, mis padres iban en el asiento trasero y yo en el delantero al lado del `chauffer`; uno de esos domingos a mis padres se les ocurrió que subiéramos al pico del Monte de Plata o  loma Isabel de Torres ; el `chauffer` enfiló hacia allá por la vía oriental de El Cupey, pero ya cuando estábamos a nivel de donde surge la cuesta o empinada mayor aquello fue impresionante, nos causó profundo temor, y más con el conocimiento que vagaba en el recuerdo de lo que les había acontecido a la profesora Miller, a las monjas con las que élla andaba y al hijo del constructor del teleférico (todo lo cual precisamente los comentaban mis padres y Esteban que eran mayores), razón por la cual mi padre decidió que nos desmontáramos y que el `chauffer` parqueara el vehículo a un borde, lo más próximo posible a la pared de piedra de la loma que nos quedaba paralela para no estorbar a quien pudiera querer subir o bajar por dicha vía tan peligrosa; y con gran esfuerzo físico, y consiguientes numerosas paradas para poder descansar, por fin pudimos los cuatro arribar a pie a la cima del Monte de Plata o  loma Isabel de Torres…  En medio de aquel miedo le habíamos ganado a aquella empinada vía de subida y bajada…