Por Manuel Gilbert
Tras perpetrarse el secuestro del Premio Periodístico Epifanio Lantigua, a pesar de mí persistentes reclamos formulados por diversos medios de comunicación hablados y escritos dirigidos a Ventura Serra, a Manuel Quiterio Cedeño, a presidentes de la Asociación Dominicana de Prensa Turística (ADOMPRETUR) durante la existencia del certamen, sólo obtuve como respuesta silencio, contemporización, complicidad y hasta amenazas veladas de hacerme un juicio que culminara en una sentencia de expulsión, contribuyendo a que el despojo se consumara por completo.
No obstante, esas amenazas y actitudes complacientes nunca dejé expresar, no mi verdad, sino la verdad sobre la historia y el génesis del evento, cuya primera, segunda y tercera ediciones, las únicas que se efectuaron en Puerto Plata, se llevaron a cabo en el hotel Club On The Green, una de las trece propiedades hoteleras del complejo turístico de Playa Dorada en los años 2003, 2004 y 2005. Produciéndose una pausa fríamente calculada en el 2006, que sirvió de transición para llevárselo subrepticiamente a Santo Domingo.
Como puede apreciarse, en la forma como se llevaron el concurso a Santo Domingo hubo ofensa, ingratitud y todas clases de bajezas hacia el verdadero creador del evento y se despojó al destino turístico de Puerto Plata de una valiosa herramienta de exposición de todo lo relativo a la difusión de los acontecimientos relacionados con sector del ocio y la hospitalidad y su proyección más allá del túnel.
Sin embargo, el Quijote, Ventura Serra y su Sancho, Manuel Quiterio Cedeño, estaban dispuestos a soportar más mordaces críticas y los más mortificantes comentarios, con tal que llevarse el Premio Periodístico Epifanio Lantigua a un escenario que les permitiera recibir una impactante publicidad gratuita durante varios meses, antes y después de su montaje a ellos y a sus empresas, Occidental Hoteles y CICOM.
Además de la que recaía sobre ellos la noche de la gala de entrega de los premios y menciones a los concursantes que se llevarán la palma de los galardones y rosarse con ministros de Turismo, con figuras como Juan Luís Guerra y con los dirigentes principales de las instituciones vinculadas al turismo y con los patrocinadores.
Su egolatría colmaba y acaparaba todo el oropel que se derrochaba en aquel ambiente fatuo, que emulaba la pompa de las más rancias cortes de la Europa del medioevo en todo lo relativo a vanidad y otros anacronismos propios de gobiernos monárquicos y absolutistas, donde imperaba un completo menosprecio al derecho de todos los que no formaban parte de las castas reales que ejercían su predominio y su hegemonía sobre la mayoría de la población a que llamaban la gleba o los parias.
Por ese complejo de superioridad y la falsa idea de que un miembro humilde de la gleba periodística no se le podía permitir formar parte de una dupla inescrupulosa constituida dos figuras rapaces, una venida de España, heredera histórica de las villanías y despojos contra las razas originarias de América, comenzando en la Hispaniola, donde causaron un exterminio casi total y, la otra, un don nadie, con ínfulas de miembro de la élite periodística del país, con un intelecto estratosférico privilegiado, insuperable e inalcanzable, jamás visto en nuestro
planeta.
Provistos de esos atributos casi mesiánico, pero para nada plausibles, fue que el hotelero y el periodista de marras, se confabularon y han querido desaparecer la parte más trascendental de la historia de la creación del Premio Periodístico Epifanio Lantigua, un certamen que esos personajes de baja estofas y mezquinos han convertido en un drama vergonzoso y triste, que deploramos y lamentamos.
(Continuará)