gregory castellanosPor Gregory Castellanos Ruano

«Parecía como si le hubiera estado esperando todo el tiempo.«

(Copper, Basil: La cámara oscura)

 

Señor:

Danilo Alcántara Jiménez

Mayor de la Policía Nacional (PN)

Departamento de Homicidios

Cuartel General de la Policía Nacional en Puerto Plata

 

Saludos respetuosos y de hermandad.

Antes de ejecutar el acatamiento del traslado rutinario que de mi persona provino de la Jefatura de la Policía Nacional para destinarme a la Provincia de Santiago, el cual se produjo con los traslados igualmente rutinarios de otros oficiales de otras áreas hacia respectivos diferentes lugares de la geografía nacional, consideré prudente dejarle a usted, como mi sucesor en el cargo de Encargado de la División de Investigaciones del Departamento de Homicidios en la Provincia de Puerto Plata, la presente carta.

El repentino alboroto:

Un repentino alboroto con claras soleras de escándalo se produjo en la ciudad de Puerto Plata.

Lo acontecido:

Se produjeron unas lúgubres apariciones de esqueletos humanos… Desde que empezaron a aparecer, uno tras otro, los primeros tres esqueletos de personas adultas en el vertedero de las afueras de la ciudad de Puerto Plata se produjo una fuerte conmoción en la población puertoplateña.

Lo que más llamaba la atención era que la blancura de los esqueletos era tan perfecta, tan limpia que originalmente la mayor parte de los que los vieron creyó que se trataba de esqueletos artificiales hechos con algún material idóneo al respecto para usarlos para dar clases de Anatomía en algún centro docente de alguna de las extensiones universitarias locales. Después, al intervenir el Médico Legista, se supo la verdad, la impactante verdad y ahí fue que la conmoción cobró cuerpo: eran reales esqueletos humanos; aquellos esqueletos humanos no presentaban la más mínima huella, el más mínimo vestigio de que alguna vez hubo carne humana sobre ellos, no había en ellos gota seca alguna de sangre, tampoco resto de hilacha alguna de tejido humano…

Los habitantes de Puerto Plata estaban totalmente perplejos.

Las especulaciones:

Los puertoplateños trataban de interpretar aquel mensaje aterrador, se susurraban entre ellos escalofriantes suposiciones acerca de lo que estaba pasando al respecto. Las más diversas especulaciones se tejieron alrededor de aquellas macabras apariciones de esqueletos humanos, y entre ellas la que más prevaleció por considerarse por la mayoría como la más verosímil delas hipótesis fue la de que alguien estaba profanando cementerios en diferentes localidades de la Provincia de Puerto Plata.

Pero, por orden mía, se investigó en cada uno de esos cementerios y la investigación arrojó como resultado que esa hipótesis era incorrecta, pues dichos camposantos estaban incólumes, no se había producido profanación de tumba alguna. Después de descartados los cementerios de la Provincia de Puerto Plata decidimos consultar y pedir ayuda a los respectivos Departamentos de Homicidio de las restantes provincias del país y de la ciudad capital. Estos nos informaron que los camposantos correspondientes a sus respectivas jurisdicciones también estaban incólumes.

La interrogante rutilante era, entonces: ¿De dónde diablo salían esos esqueletos impolutos? Habíamos llegado a una especie de callejón sin salida.

La intervención de la precisa prueba de ADN:

Lo más interesante dentro de semejante extraño contexto fue el de que las autoridades médicas pudieron establecer a través de los análisis de ADN que esos tres cadáveres correspondían a personas que recién habían sido liberadas por la Justicia de la ciudad de San Felipe de Puerto Plata, cabecera de la Provincia de Puerto Plata, y sobre las cuales pesaban acusaciones bien fundadas en su aspecto probatorio. Uno de los esqueletos respondía al de un asesino de una pareja de ancianos, a los cuales mató de manera atroz para robarles en su casa. El otro correspondía al del asesino de un niño al que mató cuando éste, por encargo de su madre, se dirigía a un colmado a comprar pan. Y el tercero era el de un violador y asesino de una niña de trece años.

Los tres, por separado, habían obtenido su libertad mediante el mecanismo de la libertad provisional bajo fianza con la concesión obsequiosa en ese sentido de las autoridades judiciales.

La blancura de los huesos de los esqueletos de los delincuentes era tan llamativa que podría decirse que parecía ser una blancura bruñida, brillante; aquello que parecía ser una blancura bruñida era inversamente proporcional a la negrura de las almas de dichos criminales, es decir, tan notoriamente blancos eran aquellos esqueletos como notoriamente obscuros eran los crímenes cometidos por los delincuentes a que ellos correspondían.

En fin, esa blancura era tan, pero tan notoria que lo que parecía era denotar que alguien se esmeraba en demasía en hacer lucir y relucir el color blanco de aquellos huesos humanos.

¿Quién o quiénes se esmeraban por lograr tal cosa? ¿Qué perseguía(n) con lograr tal cosa? Eran algunas de las interrogantes que circulaban en las cabezas de los asombrados puertoplateños y de nosotros en el Departamento de Homicidios.

La opinión pública se calmó:

La noticia en el sentido de a quiénes pertenecían dichos esqueletos tranquilizó en gran medida, enormemente,  a la opinión pública, la cual, de inmediato se sintió satisfecha de saber que alguien había hecho Justicia respecto de dichos tres canallas. Por eso empezó a hablarse de que alguien se había dedicado a hacer el papel de Vengador o Ajusticiador social. Y ello, como pude constatar luego, no dejaba de ser en gran medida cierto, pero la realidad oculta que me tocó conocer iba mucho más allá de esa capa superficial de apreciación.

Dicha noticia sobre a quiénes pertenecían los esqueletos produjo un efecto idéntico al de un calmante poderoso y, prácticamente, al de una anestesia: de inmediato cesaron los gritos de reclamos. Nadie volvió a expresar preocupación alguna por que hubiesen aparecido esos esqueletos bruñidos. Después de esos tres primeros esqueletos fueron apareciendo sucesivamente otros y cada vez que aparecía uno se sabía, al poco tiempo, que el examen de ADN siempre confirmaba que correspondía al de un abominable criminal.

Creo que ésos periodistas que muy rara vez me preguntaron por ese caso en particular de la aparición de los esqueletos tan llamativamente blancos era más bien por pura curiosidad y, quizás, por tener alguna noticia que difundir antes que por deseo de que quien estaba decidido y dedicado a esta tarea fuese interrumpido en su labor de dar caza a todos estos criminales tan enormemente repudiables por sus crímenes tan atroces y abominables.

El espíritu de vindicta:

Evidentemente un espíritu de vindicta, por una gran sed de justicia aplazada y acumulada, dominaba a la inmensa mayoría de la población que se expresaba sobre el particular. Decían que quien fuese que estuviese haciendo eso le estaba haciendo un gran favor y un gran bien a la sociedad al librarla de esos monstruos sociales.

El asunto siguió. Fueron apareciendo más esqueletos humanos  de manera sucesiva. Cada vez que el autor de un crimen atroz obtenía la libertad porque los jueces se la concedían alegremente, apenas unas dos semanas después aparecía dicho personaje repudiable en el vertedero de la ciudad convertido en esqueleto.

Las especulaciones en la población:

Del campo fértil de la imaginación de la población también salió a comentarse la hipótesis de que era posible que quien o quienes estaban administrando Justicia de paso aprovecharan para extraerles los órganos a los criminales ajusticiados para venderlos a quienes los necesitaran.

Esa corriente de opinión circulaba profusamente en Puerto Plata y, al mismo tiempo, algunos de los que la propagaban no dejaban de exteriorizar su temor de que si era para comerciar con los órganos entonces ello era un gran peligro porque un día el que o los que estuviesen en eso podían con facilidad pasar de la caza de los criminales a la caza de ciudadanos no criminales, inocentes. Y que eso sería un gran peligro para el conglomerado puertoplateño.

Nuestra opinión y nuestra actitud en el Departamento de Homicidios:

En el Departamento de Homicidios a confianza comentábamos soto voce que qué diablo importaba que a esos criminales repugnantes les quitaran los órganos para venderlos, que ojalá y fuera así para que de esa manera contribuyeran «mínimamente« a «reparar« los sufrimientos y los daños enormes y terribles que habían causado.

La pregunta que se hacía el Médico Legista que levantaba los esqueletos y que también nosotros nos hacíamos en el Departamento de Homicidios era cómo se la arreglaba quien o quienes estuviesen detrás de todo esto para que el esqueleto apareciese tan limpio y tan reluciente como si nunca con anterioridad hubiese tenido carne ni tejido alguno. ¿Qué procedimiento, qué técnica usaba para lograr tal cosa?

Cómo pude dar con el autor de los ajusticiamientos de los criminales puestos en libertad por la Justicia:

 

La realidad oculta tras la serie de esqueletos esmeradamente limpiados, relucientes, que aparecían en el vertedero de la ciudad, puede decirse que  estaba muy, pero muy lejos, sumamente lejos de todas esas especulaciones lógicas y entendibles que teníamos tanto la población de Puerto Plata como nosotros en el Departamento de Investigaciones de Homicidios de la Policía Nacional. Con semejantes especulaciones estábamos a años luces, literalmente a años luces, de saber la verdad de todo aquello tan extraño.

 

No doy mayores detalles de los que aquí toco sobre este punto porque creo    –y esta es mi opinión personal–   que El Vengador está realizando una función de profilaxis social en la cual nuestro sistema de administración de Justicia ha fallado groseramente. Probablemente pueda pensarse que estoy expresando lo más obscuro de mi alma y de las almas de quienes conmigo estaban en el Departamento de Homicidios y de las almas de la inmensa mayor parte de quienes conforman la población de Puerto Plata, pero creíamos estar en lo correcto y yo sigo creyendo que razonábamos correctamente sobre ello, que nada de malo podía haber ni puede haber en querer que esos sujetos desalmados  y enteramente despreciables fuesen extirpados del seno de la sociedad como lo venía y lo viene haciendo El Vengador. Por eso cuando alguien o algún periodista muy rara vez me preguntaba sobre si estábamos investigando quién podía estar detrás de esta actividad yo siempre le contestaba con un falso sí.

 

No era para nada de mi interés capturar a El Vengador, pero la curiosidad por saber quién era él me mataba; por lo que coloqué cuatro cámaras en sitios estratégicos del vertedero de Maggiolo, frente a Lomas Negras. Precisamente una de dichas cámaras logré colocarla en una de las blancas piedras de granito rompientes de Lomas Negras, y las otras tres las coloqué en forma muy disimulada en tres respectivos distintos sitios del vertedero y en forma muy disimulada.

 

Finalmente las cámaras hicieron su trabajo: conseguí imágenes del vehículo en que eran transportados allí los esqueletos de los grandes criminales, de una persona que tenía la cara tapada con un paño que de aberturas sólo tenía para los ojos y usaba camisas mangas largas de color negro y guantes igualmente negros en sus manos. Los horarios de aquellos vertidos tétricos eran siempre diferentes.

 

Era una camioneta blanca grande de doble cabina con los vidrios tintados de un negro fuerte que impedía toda visibilidad.

 

La placa que tenía la camioneta en cuestión resultó no corresponderse con nadie de Puerto Plata ni nacido ni domiciliado ahí, por lo que era obvio que se trataba de un medio para distraer y entorpecer la investigación, pero en una ocasión en que me dirigía hacia el vertedero a chequear el contenido de lo recién filmado alcancé a ver la camioneta blanca saliendo del mismo, por lo que, ante semejante oportunidad, extremé las precauciones para impedir ser visto por El Vengador por su espejo retrovisor. Le dí seguimiento a una distancia sumamente prudente. Pude seguirlo hasta el lugar a donde él llegó: una estancia muy apartada de la ciudad. Al él desmontarse de su vehículo no se quitó de inmediato el paño que tenía sobre su cabeza y que cubría toda su cara, procedió a abrir el portón del cobertizo y luego entró su camioneta a aquel enorme edificio de esos que se usan para meter forraje y colocar en corrales  internos a vacas preñadas o enfermas para alimentarlas o tratarlas y, sobre todo, para ordeñarlas, al lado de lo que indudablemente era una elegante casa de su propiedad o de alguien muy cercano a él.

Muy discretamente me devolví un poco del sitio desde donde lo había visto bajarse de la camioneta y aparqué mi pequeño carro en un lugar que tenía tantas hierbas altas que lo consideré prudente porque ahí no sería visible y, sobre todo, porque estaba a una distancia considerable de aquella estancia.

Fui caminando hacia aquella estancia siempre con la precaución de no ubicarme en el camino, cuestión de así impedir ser visto por El Vengador, por lo que tuve que internarme por pequeñas sendas alternas.

Al llegar a la vivienda y al edificio conexo escuché algunos pequeños ruidos que me indicaron que provenían del referido cobertizo, por lo que, por precaución, procedí a gatear sobre mis manos y rodillas para aproximarme a la pared que más inmediata tenía del mismo. Busqué en dicha pared algún orificio desde el cual se pudiera ver hacia dentro.

De esa manera pude acechar por una estrechísima hendidura cuando El Vengador sacaba de la cabina trasera de su camioneta un alargado fardo de plástico que por la forma que le daba lo contenido al plástico me indicaba claramente que se trataba de un cuerpo humano. Se lo colocó sobre el hombro derecho, dio algunos pasos y casi de inmediato lo tiró sobre una parte del piso del cobertizo. A través de aquella pequeña ranura pude ver el rostro de El Vengador.

A seguidas no pudo ser mayor la sorpresa: el espanto me sobrecogió y me estremeció, sentí un infinito pánico desconocido, lo que ví me heló la sangre de estupefacción y horror, sentí el pelo erizado: ¡El horror se alzó ante mi vista! ¡Un tipo de horror más allá de toda comprensión humana!: ¡…Una increíble cosa viviente desconocida!¡Una monstruosidad indecible, una criatura horripilante estaba ante mi vista!  ¡Recibí el fortísimo impacto de la visión jamás esperada de aquel rostro!: La criatura que yo estaba viendo tenía el tamaño de un enorme buey fuerte muy bien  alimentado, pero su grueso era de superior entidad: era de un poco más del doble de ese tipo de buey, tenía un rostro grandemente similar al de una culebra, era de color negro, su piel no era escamosa, era como la de los sapos, pero sus enormes ojos negros tenían párpados semejantes a la piel rugosa y gruesa de la creta de los gallos y eran de color rojo como dicha creta,  con cuatro patas parecidas a las de un cocodrilo, pero un poco más grandes. Aquello parecía una cabeza gigante de culebra con cuatro patas y sin la lengua bífida propia de las culebras y de las serpientes. Su imagen era horribilísima e igualmente era difícil de asimilar por un ser humano que algo así pudiese existir, mi interior repugnaba de ver lo que estaba viendo.

 

Una vez El Vengador le quitó el plástico al hombre cautivo que yacía en un estado de dormir evidentemente provocado, procedió a hacerle una seña con su mano derecha al ser horroroso que estaba allí para que se acercara al hombre que yacía inconsciente en el suelo, cuando estuvo frente a éste aquel horripilante ser hizo un gesto propio de cuando se huele algo y acto seguido, pero con cierta lentitud empezaron a formarse grandes espumarajos alrededor de su boca, que, con la misma lentitud luego empezaron a desaparecer, luego lanzó un enloquecedor rugido parecido al de un perro, pero amplificado y con un extraño tono metálico grave, se trataba de una sonoridad   –estoy plenamente seguro–   que antes de esta criatura nunca se había escuchado en este planeta, en su boca no se veían ni dientes ni colmillos, tras aquel rugido cerró su boca y empezó a inflarse como lo hace un sapo grande … Y de repente volvió y abrió la boca y de esa boca salió una lengua que no era bífida como la propia de una culebra o de una serpiente, sino que era blanca y con la forma de una medusa marina enorme que se abrió para arropar aquel cuerpo al cual haló inmediatamente hacia los adentros de la criatura; tras esta así engullirlo se escuchó una serie de ruidos de líquidos y de enormes tripas funcionando y luego de cesar aquellos escalofriantes sonidos la criatura escupió los huesos, escupió el esqueleto completo de aquel hombre sin que los huesos del mismo sufrieran desarticulación alguna. Aquel cuerpo humano entró con carne sobre esos huesos y sólo el esqueleto, tal cual, salió de las entrañas de aquella monstruosidad viviente.  Acto seguido El Vengador le hizo una nueva seña, también con su mano derecha, a la criatura y esta de inmediato volvió al sitio original  donde había estado y allí se echó en el piso y cerró sus enormes y escalofriantes ojos con párpados revestidos de aquella piel rugosa similar a la creta de los gallos dedicándose a dormir.

 

Contemplando aquel espectáculo horroroso sentí que los párpados de mis ojos le abrieron todo el espacio posible a estos, mi corazón se disparó, un miedo profundo e intenso me inundó por completo al ver a aquella criatura horrorosa y al contemplar cómo deglutió a un hombre; nunca en mi vida había sentido tanto miedo, un miedo inmenso, pesado, opresivo, y, al mismo tiempo, un frío indescriptible se movía a lo largo y a lo ancho de mi cuerpo desde los pies hasta la cabeza.

La visualización de todo aquello fue demasiado para mí, por lo que me volví lentamente, con gran sigilo, despegándome de aquella ranura y a pesar de que estaba armado, cosa que olvidé, inmediatamente me puse de pie con la virulencia de un resorte que había sido tensado y salí huyendo a todo dar, me lancé a correr, me di a la fuga: cuanto había visto era demasiado para mí, no soportaba haber visto una cosa tan tremendamente horrible; no sé qué tiempo duré corriendo, pero paré en el lugar que había considerado seguro para esconder mi vehículo, al parar lo hice sin aliento y con muchos jadeos. La conmoción de ver eso me sacudió y casi me aturdió.

No sé cómo en el momento de la contemplación referida un grito no se me escapó de los labios o cómo no causé algún ruido por mis movimientos de sobresalto ante aquella figura horrible que mis ojos veían.

En el sitio donde paré me tumbé sobre la hierba como si en mi casa me hubiese tumbado en un diván. Allí, cuando una ligera calma empezó a dejarse sentir, algo se preguntó dentro de mí que qué hacía yo, que porqué había salido huyendo pues los policías se supone que no corren ni deben de tener miedo porque nuestra ocupación es de confrontación del peligro.

–¡Bah! ¡Eso es teoría, y para situaciones que no son como esta! Esto no es una situación de peligro normal lo que me ha generado este espanto. Esto es otra cosa, un miedo desconocido a algo radicalmente horroroso e igualmente desconocido, y una cosa que nadie en sus cabales estaría libre de ser afectado por el pánico que me dominó    –me dije en mis pensamientos–.

A diferencia de la mayor parte de mis compañeros de armas yo tengo una formación profesional y cultural que, sin pretender dármela o tener ínfulas de superioridad, es muy, pero muy inmensamente superior a la de éllos, pues en la universidad estatal comencé a estudiar medicina durando cuatro años en ello, después, desorientado por los problemas económicos que confronté pensé en dedicarme a dar clases de Biología en la secundaria de escuelas públicas, cosa que conseguí, y cuando me recuperé en gran medida económicamente tomé un concentrado en Biología en la universidad estatal, luego me pasé para la carrera de Derecho a cuyo término ingresé a la Policía Nacional porque desde joven me fascinaban las novelas de Arthur Conan Doyle sobre su personaje Sherlock Holmes y las de Agatha Cristie. Quería dentro de la Policía Nacional llegar a ser un detective como Holmes y como Poirot, y por el conocimiento de Biología y de cultura general que tengo no tengo dato alguno de que una criatura como esa exista o haya existido alguna vez en este planeta. Lo que vi estoy totalmente seguro de que no es de este planeta, que es manifiestamente de otro mundo. ¿Cómo llegó aquí? No lo sé. ¿Cómo llegó a manos de ésa persona o cómo la capturó dicha persona a la que seguí? No lo sé.

Reflexioné repetidamente sobre lo que había visto que me había aturdido y perturbado y cuyo recuerdo permaneció vívido en mi mente y aunque aquella criatura, que obviamente no era de ningún punto de este planeta, me repugnaba por el horror que me causaba el sólo recordarla, lo mismo que el haber visto su accionar respecto de cómo en cuestión de segundos transformó a un hombre en un esqueleto, me dije a mí mismo lo que antes les había expresado a mis compañeros de investigación en la Policía Nacional de que qué diablo importaba que a esos criminales repugnantes les pasara lo que les pasara.

En fin, el caso de El Vengador se trata de una persona que alimenta a una monstruosa criatura extraterrestre con los asesinos y grandes delincuentes que se dedica a cazar.

Sé que no existen los «crímenes hermosos«, pero por mí el sujeto que está haciendo esto lo puede seguir haciendo, así salimos de todas esas lacras sociales que lo único que saben hacer es causarles daños y sufrimientos a los demás. El dato de quién es El Vengador y el instrumento de que se vale y dónde están ambos se mantiene en mi memoria por si acaso el llamado «Vengador« se desvía y en vez de a los malvados ataca a los buenos ciudadanos, a los indefensos y pacíficos.

Realmente no sabía si acaso se daba esa hipótesis si yo me atrevería a enfrentarme a semejante criatura tan fea y tan horrorosa. Pero me daba ese ánimo como compensación al horror que me provocaba el sólo pensar en ella.

Pero esa hipótesis para mí es totalmente improbable debido a que mi entrenamiento como apreciador de perfiles psicológicos me permite aquilatar en él una determinación muy clara que le permite separar la paja del grano, es decir, que estamos en presencia de alguien que sabe hacia quiénes enfila.

Ante esa certeza que tengo en un noventa y nueve punto noventa y nueve por ciento me permití desmantelar el sistema de cámaras que instalé y guardé en un archivo muy secreto las imágenes que recopilé con dichas cámaras.

Los móviles de «El Vengador«:

Conociendo yo el trato complaciente que muchos representantes del Ministerio Público y muchos jueces penales dan a los criminales puede Usted estar seguro de que ese seguirá siendo el foco de atención de El Vengador.

Lo que lleva a El Vengador a capturar a los criminales a los que la Justicia libera con facilidad extrema no es sólo la indignación que eso le genera a él como a cualquier ciudadano, sino también la necesidad de alimentar a una monstruosa criatura procedente de algún punto del espacio extraterrestre; con ello de paso se hace Justicia al usar para dicha alimentación a los más temibles y desalmados delincuentes.

Estoy seguro de que los datos de que se nutre El Vengador respecto de esos criminales no son sólo los que salen en los medios de comunicación, sino que hay otras personas en determinados ámbitos que también le proporcionan datos confiables sobre cada uno de dichos criminales. Pero a mí no me importaba ni me importa nada de eso con tal de que los sacados de circulación fuesen y sean los sujetos más perversos y perniciosos de la sociedad.

 

La conclusión a la que he llegado:

A consecuencia precisamente tanto de que la visión de esa horrible criatura galáctica, que parece haber salido del mismísimo infierno, como de que la pregunta específica de cómo llegó  a este mundo ocupan los lugares más privilegiados en mis obsesiones, son puntos fijos inamovibles en mi mente: no hay un solo día, no hay una sóla hora, no hay un solo minuto en que yo no me pregunte de dónde diablo salió ese monstruo. Pero si bien los orígenes de esa criatura monstruosa están envueltos en el misterio, por la investigación que hice sobre la persona de El Vengador tengo mi propia tesis sobre el particular; para mí es obvio que él halló la criatura producto de sus investigaciones en el campo de la actividad u ocupación a que se dedica y muy posiblemente la consiguió estando dicha criatura en un tamaño muy, pero muy pequeño, sumamente pequeño; cuando ese monstruo llegó a este planeta procedente de algún lugar no conocido del Cosmos estoy plenamente seguro de que llegó en forma embrionaria conservado incrustado en un meteorito que cayó en alguna parte recóndita de la zona rural de Puerto Plata. ¿Cuándo cayó ese meteorito? No lo sé, quizás hace millones de años, quizás hace miles de años, quizás hace cientos de años, quizás fue relativamente reciente, y terminó siendo descubierto por El Vengador y éste se encontró con la sorpresa de esa vida que portaba y conservaba dicho meteorito. Es lo más elaborado a lo que creo haber llegado.

Mi más sano consejo de colega a colega:

Le aconsejo no remover ni hurgar en torno a ese caso porque si los puertoplateños se enteran de la existencia de esa criatura horrorosa y que ella está viviendo en territorio puertoplateño usted puede tener la certeza de que todo sufrirá un giro dramático, que esa ciudad con todos sus alrededores quedará desierta, totalmente deshabitada y por ello hasta carecería de razón de ser que la Policía Nacional tenga presencia ahí. Ellos podrían vivir el mismo horror que yo viví y no creo que la reacción consecuente traiga nada bueno, me parece que la reacción más inocua ante lo que eventualmente podrían ver como una amenaza proveniente del espacio exterior sería esa de salir huyendo de la ciudad.

Estoy a su disposición bajo una condición:

No sé, pues no investigué ese aspecto, de qué manera acecha, se les acerca y les da caza El Vengador a cada uno de los criminales, si alguien le ayuda o si actúa solo en esa cacería. Aunque por la precisión con que selecciona a los criminales, esto es, por el hecho de no equivocarse respecto de la culpabilidad de los mismos, me huele que tiene apoyo en algunos estamentos que le permiten realizar eficientemente esa labor de selección.

Pongo a su disposición mis conocimientos precisos sobre el caso siempre y cuando yo vea que El Vengador se haya desviado de usar anti sociales para usar, en vez de a éstos, a personas inocentes y no dañinas  para la sociedad para alimentar a esa criatura procedente de otro mundo.

Es obvio que no todo ha concluido realmente, pero yo prefiero que se quede así, salvo que se produzca lo que ya le dije de que El Vengador se desvíe…

De monstruos a un monstruo:

Después de descubrir algunos de los secretos alrededor de El Vengador, en mis reflexiones sobre la calificación merecida de `monstruos sociales` que les dan los habitantes de la ciudad a los psicópatas y antisociales eliminados por su conversión en esqueletos yo me decía: «Si éllos supieran que a esos monstruos sociales se los está comiendo otro monstruo y que este proviene del espacio sideral. ¿Qué dirían éllos si lo supieran?«

 

La Justicia proviene del espacio exterior:

El alimentador de la criatura, pues, ha devenido paralelamente en Vengador o Ajusticiador social. Jamás se imaginaron esos criminales desalmados que la Justicia les caería a éllos desde el espacio exterior.

La injusticia de los hombres es la que está alimentando a la criatura extraterrena… La verdadera justicia se está administrando a través de un ser que proviene del espacio exterior…

 

Atentamente,

Ramón Almonte Díaz

Mayor Policía Nacional (PN)

Ex Encargado del Departamento de Homicidios

Del Cuartel General de la Policía Nacional en Puerto Plata

en tránsito hacia la Provincia de Santiago a asumir mis nuevas funciones.