Segunda parte
NEW YORK, Estados Unidos.-En medio de un mar de dudas, distanciamiento y falta de fe, Jesús Burgos y los pocos que le seguían, en representación del municipio cabecera de San Felipe de Puerto Plata, decidieron con entusiasmo y optimismo, hacer contactos con amigos de otros municipios para sumarlos al proyecto unionista que impulsaban con fe y decisión inquebrantable.
Convencidos de que encontrarían que encontrarían a esos puertoplateños idealistas y de buena voluntad, se lanzaron a luchar de manera obstinada y denodada en pos de persuadir a otros coterráneos para que se sumaran a la hermosa empresa unitaria.
En principios, este noble proyecto de hermanar a Puerto Plata fue un tanto quijotesco y utópico, porque el individualismo se interponía como una inmensa montaña hecha de individualismo y un espíritu gregario que como obstáculo insalvable y gregario se había apoderado de las mentes de sus compatriotas residentes de la Gran Urbe.
“Por qué no contactamos a representantes de otros municipios?”, preguntó Jesús Burgos al exiguo grupo alineado con su admirable propósito unionista, logrando que su llamado cayera en tierra fértil y fuera secundado de manera entusiasta por los interpelados.
De inmediato se midieron en marcha y comenzaron a recorrer el camino que los conduciría a crear las condiciones mínimas para que poco tiempo después lograran el respaldo necesario para construir el consenso indispensable para que prosperara el noble propósito de congregarse año tras año como una gran familia, capaz de abrasarse de manera cálida, poner a latir al unísono a miles de corazones y a bailar la danza de la unidad espiritual de la diáspora puertoplateña y con una parte importante de sus compueblanos.
El primer contacto fue con los representantes del municipio de Altamira, que tenía su propio club y un equipo de sóftbol, como resultado de que emularon a Puerto Plata que tenía al Club Gregorio Luperón, que les sirvió de inspiración, ya que lo visitaban de manera asidua.
Luego contactaron a representantes de Imbert, que también poseían un colectivo de softbol y así la ola se fue expandiendo a los demás municipios existentes, logrando vencer la posición negativa de los que creían de que no se podía derrotar la creencia arraigada de que la unidad en la que creían Jesús Burgos y sus partidarios no se podía vertebrar y convertirla en palmaria realidad.
“Es bueno insistir, en que, en principios, los primeros en ser invitados en favor de impulsar el proyecto unitario concebido por Burgos, reaccionaron con escepticismo, porque crean que había gatos entre macutos y que en el trasfondo podía esconderse un proyecto político personal, muy lejos de procurar el bien colectivo de los municipios de la provincia norteña. Fuimos contactando a representantes de los municipios, hasta que hicimos contactos con los seis enviados de igual número de comunidades que existían entonces”, remarcó Burgos.