gregory castellanosPor Lic. Gregory Castellanos Ruano

Cafemba

Extraño olvido de Cafemba

I

Esa punta geográfica,

sobre el Atlántico colocada,

en la Poesía no ha sido cantada

ni por otras actividades culturales ha sido considerada.

II

Las letras del Atlántico

no se han dignado a orlarla,

no se han dignado a adornarla,

a engalanarla,

ni siquiera con versos de rudimentarias hebras,

no obstante constituir su presencia parte de un emblema.

III

A Cafemba

nadie versos le avienta.

Tratando de romper la inercia

para a ella cantarle,

yo lo intentaba:

versos libres yo inflaba.

IV

Al fin algo de inspiración sale,

corre,

se eleva

y dispara estos intentos sobre Cafemba…

V

Cafemba,

esa gran desconocida,

es tierra ignota,

y, sin embargo,

no es remota.

VI

Desde la mirada que sobre ella permite su contraparte,

semeja un mundo desconocido, aparte.

No se divisa actividad humana,

como si el misterio se hubiese posado y establecido

sobre algo conocido.

VII

Cafemba permanece ajena,

como si la división hecha por la Bahía la hiciera insalvada,

no comunicada.

Esa punta de la Bahía permanece huérfana, aislada,

y que la oculte no hay niebla que la mantenga marginada.

El culto al sonido de una palabra

VIII

Cafemba

es un nombre que se eleva

desde la macorix etnia

que habitaba estas tierras.

IX

De la razzia

que aquí habitaba

el llamativo apelativo sorpresa causó

a Colón

y a todos los acompañantes de Colón.

X

Era parte de los sonidos nativos

del Nuevo Mundo.

En el Viejo Mundo:

Atenas, Bohemia, Eslovenia, Siena, Venecia, Viena

parecían ser los que más próximo se le acercaban.

XI

Esta frase de altos quilates sonoros,

una palabra de misteriosa y seductora sonoridad,

expresión única, excepcional,

flotaba con suavidad algodonada

sobre la mente deslumbrada

de aquellas gentes extrañas recién llegadas

que por primera vez la escuchaban,

conformantes todas

de una etnia descubridora

por dicho seductor sonido conquistada.

XII

Aquella impresionante combinación de sonidos

los dejó tan irresistiblemente atraídos,

tan fascinados,

que para nada les interesó preguntar

ni por su significado indagar.

El sonido inverosímil, increíble, admirable,

creó así, ipso facto, una secta de adoradores

que a España habría de transportarle.

XIII

Cuando los navegantes salían

lo hicieron todo el tiempo mirando con reverencia

hacia aquella extremidad de la Bahía

hasta que la perdieron de vista.

Inspirados y obsesionados por el nombre de Cafemba

retornaban a España

con las estrellas en sus ojos reflejadas.

La frase deslumbrante fue transportada por mar,

como si fuera un tesoro material;

y su sonoridad inescuchada y extraña en Europa deslumbró

en la Corte de los Reyes de España

causando igual admiración.

XIV

De la admiración

por ese nombre exótico que llevó Colón,

al por vez primera escucharlo los visitantes de la Corte, absortos,

dentro del largo éxtasis en éllos producido

exclamaron a unanimidad:

«¡Cafemba!: ¡Ese nombre es una diadema!«

¡Tanta fue la admiración que los reyes y los cortesanos deslumbrados

rindieron pleitesía y culto a aquel sonido esplendoroso y aterciopelado por éllos por primera vez escuchado!

¡Sólo les faltó ubicarse postrados!

La locura de veneración

que provocó

es comparable tan sólo a la locura que con el tulipán a los holandeses enfebreció.

¡Esta es la única noción,

en toda la Historia,

de un culto a un nombre de un lugar, a un sonido, a una frase, a una expresión!

XV

La sonora y admirable construcción de esa palabra,

el nombre de ese rincón puertoplateño,

así operó en España

sus sensibles efectos estéticos.

Cafemba escandila a la Corte española

y en Puerto de Plata es una gran olvidada,

cautiva de una mención de gran fugacidad apenas de pasada.