Por Lic. Gregory Castellanos Ruano
La poderosa tormenta que sorprendió a los españoles casi llegando a la Punta de Cafemba destruyó casi todas las naves del segundo viaje de Cristóbal Colón en el espacio marítimo a donde llegaron buscando refugio: sólo La Pinta no pasó a la fase de destrucción total, pero quedó seriamente averiada; y asentados forzosamente los colonos en la tierra de aquél lugar, que el Almirante denominó La Isabela, comenzó la vida del tejido social que fue creado por España en este hemisferio.
Colón ordenó la reparación de La Niña, y mandó también se construyeran nuevas naves con los restos de las que habían quedado destruidas y con las hundidas.
Mientras se reparaba La Niña y se construía una nueva nave que habría de llamarse Santa Cruz llegaron a La Isabela las noticias de la existencia de ricas minas de oro en el Sur de la Isla.
El descubrimiento de las mismas se debió a un incidente consistente en que dos grupos pequeños de españoles chocaron entre sí en La Isabela y uno de ellos, Miguel Díaz, hirió gravemente a otro del bando contrario. Díaz, creyendo que lo había ultimado y temiendo la represión de la Justicia, huyó con unos cinco o seis compañeros que tomaron parte en la reyerta, yendo a parar a lo que hoy es Santo Domingo, en un poblado de indígenas gobernado por una mujer, la cual no tardó en enamorarse de Díaz. Este le correspondió y mantuvieron relaciones amorosas por mucho tiempo, sus compañeros de fuga también buscaron sus respectivas compañeras. Pero con el paso del tiempo la melancolía y la soledad vinieron a arraigarse en Díaz que extrañaba profundamente a sus demás compañeros de La Isabela y la vida de esta.
Su mujer, notando esto, trata de alegrar su estado de ánimo y le propone que lleve muestras de la existencia de las ricas minas de los alrededores a las autoridades de La Isabela para que éstas le perdonasen a él y a sus amigos e hicieran trasladar la colonia al Sur de la Isla. Así lo hizo Díaz yendo a La Isabela, donde se encontró con la sorpresa de que aquél a quien creyó muerto en realidad sobrevivió, y proponiendo el plan ideado por su mujer. El Adelantado, Bartolomé Colón, quiso comprobar cuanto le decía Díaz y viajó con un grupo de soldados y guías aborígenes hacia el Sur atravesando las cordilleras de la Isla y encontrando que era cierto todo lo que le había dicho Díaz a él y al Almirante.
Después de reparada la carabela La Niña y construida la «Santa Cruz«, Colón dispone las medidas necesarias para el gobierno de la colonia durante su ida a y estadía en España.
Así, el diez (10) de Marzo de mil cuatrocientos noventa y seis (1496) parten las dos carabelas hacia la Metrópoli, en ellas van Cristóbal y Bartolomé Colón.
Las dos embarcaciones no partieron de inmediato, sino que fueron costeando la Isla hacia el Oriente hasta llegar a Puerto de Plata, allí el Almirante mandó a desembarcar a su hermano Bartolomé a quien había pedido le acompañase hasta ese lugar para que lo explorase y viese si habían buenas fuentes donde aprovisionarse de agua, pues el Almirante, que en su primer viaje había quedado deslumbrado con las bellezas naturales de Puerto de Plata, tenía la intención de fundar allí una población. El Adelantado bajó en una chalupa con diez hombres y exploraron los alrededores encontrando en ellos dos arroyos con los cuales se podía abastecer una ciudad de agua potable.
¡El `Hado funesto` volvió a manifestarse: esta vez a través de quien menos se podía pensar: a través de Bartolomé Colón!
El engaño de Bartolomé Colón:
Todo conspiró contra la fundación de la Villa de Puerto de Plata.
Esta vez la causa impediente de la fundación de la Villa de Puerto de Plata lo fue un engaño de Bartolomé Colón a su hermano Cristóbal Colón: al volver a la nave Bartolomé informó al Almirante que la búsqueda de agua había sido infructuosa y que, por lo tanto, el lugar no era propicio para fundar una villa en él. Colón fue víctima de ese engaño de su propio hermano Bartolomé porque éste no deseaba que se impidiese la fundación de una ciudad a orillas del Ozama en el Sur de la Isla donde Miguel Díaz vivió tras su fuga de La Isabela.
Es obvio que con velocidad relampagueante la mente de Bartolomé Colón escribió y desplegó una agenda oculta: una agenda oculta motorizada por la avaricia, la misma que a lo largo de la toda la Historia de la Humanidad ha sido motivo de escrituración de capítulos de ocultación, simulación, engaño y traición.
Si alguien con justa razón debía de ser llamado un «Adelantado« ése era Bartolomé Colón: la mente codiciosa de éste le hizo vislumbrar que si desplegaban esfuerzos en fundar la villa de Puerto de Plata se podía perder la oportunidad de obtener oro en grandes cantidades.
Para Bartolomé Colón la fundación de la Villa de Puerto de Plata era un proyecto sacrificable ante aquella expectativa aurífera. Si en el infierno tendría que arrodillarse como penitente en una piedra y recitar los ejemplos de avaricia y sus virtudes opuestas, se decidió por esta última opción.
¿Qué diablos importaba un capricho, un romanticismo de su hermano Cristóbal Colón, anonadado por las bellezas naturales que veía desde la bahía del Puerto de Plata, frente a la posibilidad de explotar el oro que él mismo constató se podía conseguir con facilidad en el lugar que decía Miguel Díaz?
Aquella ocultación, aquella simulación, aquel engaño que le hizo Bartolomé Colón a su hermano Cristóbal Colón diciéndole la mentira de que en Puerto de Plata no había fuentes de agua para sustentar la vida de una villa allí era una expresión de traición entre los Colón.
Es decir, de esa manera Bartolomé hacía un gesto de traición a su propio hermano: a la confianza que éste tenía en aquél, al sueño de Cristóbal de fundar la Villa de Puerto de Plata que tuvo desde su primer viaje.
¿También Bartolomé Colón pensó que por los graves problemas que tenía su hermano con las intrigas en su contra en la Corte era posible que, a consecuencia de algún acuerdo con la Reina, él (Bartolomé) quedara al frente de todo?
Parecería ser obvio que Bartolomé llegó a dudar de la suerte de su hermano, que analizó que si Cristóbal no quedaba bien parado en la Corte él podría continuar la empresa colonizadora de estas tierras y ¿qué mejor carta de presentación la suya ante la Corte que demostrarle que fue pragmático y veloz tras la búsqueda del referido metal precioso?
Bartolomé pudo intentar razonarle a su hermano Cristóbal que él entendía que «lo más razonable« era no desconcentrar su foco de atención en la búsqueda de oro invirtiendo tiempo en fundar otra villa cuando ya se tenía noticia de que había oro en cantidades abundantes en la tierra donde le dieron refugio a Miguel Díaz, pero no: lejos de intentar razonarle, `le ocultó`, entiéndase bien, `le ocultó` la información de que había agua de la cual podía consumir la población que se asentara en la Villa de Puerto de Plata que Cristóbal estaba resuelto a fundar y que fue la razón por la cual le envió a tierra para explorar sobre el particular; y `le ocultó` esa información porque ya rápidamente había diseñado qué hacer inmediatamente Cristóbal regresase a España.
Y es esa la razón por la que no se fundó de inmediato la Villa de Puerto de Plata; pero el plano de construcción de esta villa fue trazado por Colón y Bartolomé al regresar éste a bordo de la embarcación, pues Cristóbal seguía empecinado en que allí se estableciera la Villa de Puerto de Plata confiando para ello en la posibilidad de que su hermano Bartolomé encontrara la fuente de agua buscada al hacer una nueva exploración, esta vez de otros lugares, colocados estos un poco más hacia la parte Oeste del Puerto de Plata, lugares estos por donde Bartolomé tendría que cruzar tras volver a la playa para poder regresar por tierra con diez (10) hombres a La Isabela con instrucciones de construir un fuerte en el Sur de la Isla, en las cercanías de las minas que él había explorado en aquellas regiones.
¡La Historia detenida…! La Historia lineal de Puerto de Plata allí fue nuevamente detenida.
Después de algunos acontecimientos que se sucedieron en la vida de la colonia que era la Villa de La Isabela, Bartolomé Colón decide llevarse hacia el Sur de la Isla a los colonos que quedan en suelo isabelino despoblando así la que fuera la primera población cristiana de América.