El día despuntaba radiante, hermoso. Aunque llovió la tarde del sábado, el cielo estaba limpio y permitía observar a considerable altura el ir y venir de aviones que en diferentes direcciones surcaban el espacio de New Jersey, donde me encontraba.
Había manifestado al presidente del Comité Provincial de Puertoplateños Residentes en USA y Canadá, Ing. Manny (Jesús) Burgos, mi intención de llegar temprano a Randalls Island Park, para observar como un búho sobre la rama, parte del trabajo inicial de ese XI Encuentro de Puertoplateños realizado el pasado 2 de agosto del cursante año en Nueva York.
Pasó a recogerme, a la hora convenida. Daniel Ciriaco había preparado café. El reloj marcaba las 5:47 minutos. Partimos dejando a Daniel, que más tarde se uniría al grupo.
Durante el camino, el Ing. Burgos nos habló del trabajo en equipo, de la disciplina, del respeto a las ideas ajenas, de la unidad en la diversidad dentro del Comité Organizador, lo que ha permitido con éxitos la permanencia durante once años, del Encuentro de los Puertoplateños.
Es una actividad única, en la que compueblanos residentes en distintos estados norteamericanos y por igual de Canadá, disponen de esa fecha para re encontrarse con amigos y familiares.
Desde Puerto Plata es costumbre el viaje de autoridades legislativas, del gobierno central, ayuntamientos, empresarios, comunicadores y periodistas que disfrutamos del Encuentro.
Notaba en su rostro mientras hablaba, una especie de alegría, de satisfacción. Abrigaban todos la expectativa que el Encuentro iba a superar – como así fue – todos los realizados desde el año 2005.
Llegamos al Randalls Island Park, cuando todavía el rocío de la mañana no había desaparecido del césped, con todo y que el Sol estaba presente antes que nosotros.
Había una sensación de frescura la que desaparecía, a medida que pasaba el tiempo.
Oscar Well fue uno de los primeros muchachos con que nos encontramos. Servicial, cooperador y muy atento con todos.
La familia Román buena parte de ellos, ya estaban instalados. Es de ley señalar que ellos, son los encargados del asado del cerdo que comparten entre los asistentes.
El Ing. Burgos entró en acción de inmediato junto a los miembros del Comité. ¡Cuánto trabajo por delante! ¡Cuánta resistencia y dedicación! Todos vestían una camiseta color vino.
Prestaron su ayuda para la ubicación de un vehículo que más bien parecía un remolque cerrado, y resultó una especie de tarima equipada con micrófonos y bocinas, desde donde se animó el Encuentro.
Llegaban carpas, mesas y sillas. Lo mismo decenas de personas de todas las edades. Familias enteras jóvenes y niños, cuya presencia hizo superar con creces los encuentros anteriores.
La carpa de Montellano, fue de las primeras en ser instaladas. Un hermoso letrero señalaba la misma.
Ocurrió lo propio con la del municipio de San Felipe de Puerto Plata, cuyo letrero y banderas ayudamos a instalar.
Bajo ella y en su entorno se cobijarían más tarde las autoridades de Puerto Plata, familiares y amigos.
Los abrazos, el apretón de manos, la risa, los cuentos, las anécdotas entre los asistentes no cesaban, en la medida que se sucedían las horas.
¡Y de pronto, una buena extensión del parque tal vez más allá de lo previsto, estaba totalmente llena de gente!
La Isabela, Los Hidalgos, Luperón, Altamira, Guananico, Imbert, Montellano , Sosúa y el municipio cabecera estaban dignamente representados por sus hijos e hijas en ese recordado XI Encuentro de Puertoplateños.
Una verdadera hermandad al compartir comida y bebida, abrazos y fuertes apretones de manos. Las fotos no se hacían esperar. Siempre hay motivos para una fotografía.
Estuvo presente, el juego de dominó para quienes gustan del mismo, y asimismo canciones dominicanas. Baladas, boleros y merengues que hacen sentir estar disfrutando en cualquier campo de nuestra amada República Dominicana.
Discursos, entrega de Placas y Reconocimientos, forman parte del amplio programa formulado por el Comité Organizador.
Once años compartiendo de manera similar por nuestros hermanos puertoplateños residentes en USA y Canadá.
Las autoridades que facilitan esos terrenos, no tienen una sola queja del comportamiento de esos compatriotas. No es tal proceder digno de encomio?
Cerca de las seis de la tarde, se leva ancla. Se levanta el campamento y se inicia la retirada.
El órden es imperante. Personas debidamente encargadas de recoger algún desperdicio que no hubiera sido depositado en fundas dispuestas para ello, terminan pulcramente su labor.
Desde este rinconcito del norte de República Dominicana, el que una vez llamó Juan Lockward “pueblito encantado” desde aquí, nuestros saludos y felicitaciones al Comité Organizador de ese XI Encuentro de Puertoplateños Residentes en USA y Canadá, con el Ing. Burgos a la cabeza. En ellos, a todos y todas que hacen posible esa interesante actividad. La más concurrida de las realizadas hasta la fecha.
El apretón de manos, la sonrisa franca, y un fuerte abrazo para despedirnos hasta el año que viene si Dios quiere.