gregory castellanosPor Lic. Gregory Castellanos Ruano

La Historia Colonial de Puerto Plata se inicia cuando las naves colombinas surcan las aguas oceánicas de los límites geográficos de lo que actualmente es la Provincia de Puerto Plata y ello se produce cuando movido por la ambición de encontrar oro en grandes cantidades y a escondidas del Almirante Cristóbal Colón, Martín Alonso Pinzón se separa en la carabela La Pinta de las otras dos embarcaciones, la Santa María y La Niña, cuando se encontraban navegando frente a las costas de Cuba.

Pinzón había sido enterado por boca de uno de los indígenas que habían subido a bordo de su nave de la existencia de una isla rica en oro llamada Babeque en cuya busca partió partió de inmediato hacia el Este llegando hasta lo que hoy han de ser las islas Caicos, en las cuales no encontró las riquezas minerales de que le había hablado el indígena, por lo que, obedeciendo aún las indicaciones de él y los demás aborígenes que todavía se encontraban a bordo, pone rumbo a la isla nuestra a la cual Colón bautizaría el cinco (5) de Diciembre de mil cuatrocientos noventa y dos (1492) con el nombre de La Española.  Aquí duró Pinzón tres (3) semanas, tiempo que usó comerciando con los habitantes de la Isla, y es durante él que Pinzón llega al río que los naturales llamaban Chuzón, cuyo estuario elige para anclar su nave.

La desembocadura del río Chuzón tiene lugar en la bahía que más tarde, como veremos más adelante, Colón llamó Puerto de Gracia y el cual se encuentra antes en la punta de La Isabela. Aquel fue el lugar donde Pinzón realizó mayor adquisición de oro.

Cuando Colón capitaneaba la carabela La Pinta, pues la Santa María había ya naufragado y con sus restos se había construido el Fuerte de La Navidad, y costeaba la Isla navegando hacia el Este antes de marcharse de vuelta a España, al salir de lo que hoy es la Provincia de Monte Cristi y penetrar en las aguas que bañan las costas de la hoy Provincia de Puerto Plata, uno de los marineros divisó a La Pinta. Las dos naves navegaron entonces a su mutuo encuentro, pero La Pinta tuvo que detenerse antes de que ambas carabelas pudieran juntarse, virando hacia el Oeste, debido a los fuertes vientos que soplaban desde el Este, los cuales aceleraron, por el contrario, la marcha de La Pinta que navegaba así con viento en popa. Colón mandó enfilar rumbo a Monte Cristi para protegerse de la tormenta que se avecinaba, siendo seguido por La Pinta.

Después de llegar a la bahía de Monte Cristi Colón pidió explicaciones a Martín Alonzo de su actitud,, pero sin hacer muchas exigencias pues en la mayoría de los tripulantes de las dos carabelas los Pinzón tenían mucha influencia ya que la mayor parte eran conciudadanos suyos, unos cuantos incluso estaban emparentados con ellos y  Colón frente a todos ellos era tan sólo un extranjero, por lo que ante estas circunstancias se contuvo de reprimir a Martín Alonso, quien le describió los lugares por él visitados. Después de partir nuevamente hacia el Este llegaron al río Chuzón el día diez (10) de Diciembre de mil cuatrocientos noventa y dos (1492) bautizándolo Colón con el nombre de Río de Gracia. Enterose allí el Almirante que era falso lo afirmado a él por Martín Alonso de que había permanecido tan sólo seis (6) días en su desembocadura comerciando con los indígenas, siendo lo cierto que había durado dieciséis (16) días. A partir de entonces Colón pierde la confianza en los hermanos Pinzón, pero nada puede hacer sobre el particular debido a lo anteriormente explicado. Antes de llegar al Río de Gracia Colón pasó por Punta Rucia, a la cual bautizó como Punta Becerro.

En el Puerto de Gracia permaneció Colón hasta la madrugada del once (11) de Enero de mil cuatrocientos noventa y dos (1492). Al salir del Puerto de Gracia, hoy Puerto de Blanco, pasó por la punta de La Isabela a la que llamó Punta Roja.

Ese memorable día Viernes el Almirante tenía la intención de seguir navegando hacia el Este, y en el trayecto se detuvo en el Cabo que llamó Belprado, hoy Punta Patilla, el cual se encuentra situado a cuatro leguas de distancia del Puerto de Gracia. Al seguir el rumbo hacia el Este avistan una montaña cuya cima estaba cubierta de neblina haciéndola aparecer como blanca o plateada. Colón y los españoles creyeron que aquella montaña estaría cubierta de nieve, pero bien pronto se desengañaron, pues al pasar la nube que adornaba su cima y despejarse por consiguiente, pudieron apreciar que la nieve que ellos estaban acostumbrados a ver en las altas montañas de Europa no existía en nuestra elevación de setecientos cuarenta (740) metros de altura, pues en nuestro clima, aún en el invierno más agudo, es imposible que caiga nieve del cielo. Para verla de cerca, la carabela penetró en el puerto natural situado a la falda de la montaña. Esta le pareció muy bonita al Almirante y le puso por nombre Monte de Plata y al puerto Puerto de Plata. Colón presumía que en el Monte de Plata habría enormes cantidades de oro y que tendría grandes ríos.

De aquí siguió Colón costeando el Norte de la Isla, siempre hacia el Oriente, hasta que llegó a un cabo que bautizó con el nombre de Angel, hoy Sosúa. Mirando desde aquí hacia el Oeste pudo Colón apreciar la belleza de estas tierras al contemplar aquellas verdes llanuras que se extendían penetrando hacia el interior, a las cuales llamó el Padre Las Casas, al compendiar el itinerario del primer viaje del Almirante, como «las mejores y más bellas tierras del mundo«.

Al retornar Colón en su segundo viaje y descubrir la tragedia ocurrida en el Fuerte de La Navidad, envía al Capitán Melchor de Maldonado a explorar la costa adyacente al lugar de la tragedia encomendándole para esa misión trescientos hombres bajo su mando y dándole instrucciones de que al término de su reconocimiento de esas áreas se dirigiese hacia el Este donde se encontraría con él (Colón), y los demás expedicionarios en el Puerto de Plata, lugar donde Colón estaba pensando fundar el primer establecimiento europeo en tierras americanas y el cual estaría situado, según los planes de Colón, al pie de la montaña que él bautizara el once (11) de Enero de mil cuatrocientos noventa y tres (1493) con el nombre de Monte de Plata, en su primer viaje.

Con ese propósito en su mente, el día siete (7) de Diciembre de mil cuatrocientos noventa y tres (1493) Colón da la orden de levar ancla a todos los navíos de la flota para buscar el lugar que habría de ser el asiento de la Colonia. Con ese propósito las naven enrrumban proa hacia el Este, pero los fuertes vientos de una tormenta que se había desatado son el obstáculo que le impiden alcanzar al Puerto de Plata en momentos en que se aproximaba a la punta de Cafemba. Al parecer, Colón temió que si entraba a la bahía con las diecisiete (17) naves de la nueva expedición, ellas chocarían entre sí por las poderosas brisas de la tormenta y lo agitado en que se encontraba el mar.

Como aquel resultara pequeño y la entrada difícil, Colón ordena retroceder tres leguas para buscar un sitio más apropiado para poder proteger las naves de la flota. Los marineros y los demás componentes de la tripulación estaban en un estado de ánimo tal que Colón pudo notar su impaciencia y desasosiego y como conocedor que era de ese estado de espíritu (pues recordaba que el temor y la impaciencia de la tripulación de la Santa María en su primer viaje estuvieron a punto de no permitirle descubrir estas tierras al querer retornar a España), origina, al aproximarse al estuario del Río Bajabonico, desembarcar.

Así este último lugar por la urgencia de la necesidad vino a suplir el que en su mente tuviera Colón para fundar la Colonia y que de no haber sido por la inclemencia de la naturaleza expresada en un temporal con vientos terriblemente poderosos, nuestra ciudad de Puerto Plata hubiera sido hoy, quizás, la capital de la República.

A consecuencia de los acontecimientos que tuvieron  lugar en la Villa de La Isabela (que fue el nombre que dio Colón a la población allí fundada), los Reyes Católicos enviaron como Visitador Regio a Juan de Aguado. Este a su llegada tuvo serias diferencias con Colón.

Hastiado del trato irrespetuoso y despectivo que recibía por parte del Visitador Regio, cuando él, en contraste, le trataba con suma deferencia y cortesía, es lo que lleva a Colón a decidirse a ir a la Corte a hablar con los Reyes Católicos, pero una fuerte tormenta de las llamadas «Norte« causa estragos entre las naves que hallaban fondeadas en el Puerto de La Isabela provocando el hundimiento de las cuatro naves que había traído Aguado y las otras fueron a parar a la playa arrojadas y destruidas por las fuertes y enormes olas que penetraron varias millas adentro. De todas las naves la única que se salvó, pero quedó muy maltrecha, fue La Niña, la cual se ordenó se reparara y se mandó también se construyeran nuevas naves con los restos de las que habían quedado destruidas y con las hundidas. Mientras se reparaba La Niña y se construía una nueva nave que habría de llamarse Santa Cruz llegaron a La Isabela las noticias de la existencia de ricas minas de oro en el Sur de la Isla.

El descubrimiento de las mismas se debió a un incidente que habría de influir poderosamente para que no se fundase la ciudad de Puerto Plata: dos grupos pequeños de españoles chocaron entre sí en La Isabela y uno de ellos, Miguel Díaz, hirió gravemente a otro del bando contrario. Díaz, creyendo que le había ultimado y temiendo la represión de la Justicia, huyó con unos cinco o seis compañeros que tomaron parte en la reyerta, yendo a parar a lo que hoy es Santo Domingo, en un poblado de indígenas gobernado por una mujer, la cual no tardó en enamorarse de Díaz. Este le correspondió y mantuvieron relaciones amorosas por mucho tiempo, sus compañeros de fuga también buscaron sus respectivas compañeras. Pero con el paso del tiempo la melancolía y la soledad vinieron a arraigarse en Díaz que extrañaba entrañablemente a sus demás compañeros de La Isabela y la vida de esta.

Su mujer, notando esto, trata de alegrar su estado de ánimo y le propone que lleve muestras de la existencia de las ricas minas de los alrededores a las autoridades de La Isabela para que éstas le perdonasen a él y a sus amigos e hicieran trasladar la colonia al Sur de la Isla. Así lo hizo Díaz yendo a La Isabela, donde se encontró con la sorpresa de que aquél a quien creyó muerto en realidad sobrevivió,  y proponiendo el plan ideado por su mujer. El Adelantado, Bartolomé Colón, quiso comprobar cuanto le decía Díaz y viajó con un grupo de soldados y guías aborígenes hacia el Sur atravesando las cordilleras de la Isla y encontrando que era cierto todo lo que le había dicho Díaz a él y al Almirante.

Después de reparada la carabela La Niña y construida la «Santa Cruz«, Colón dispone las medidas necesarias para el gobierno de la colonia durante su ida y estadía en España. Esas medidas fueron las de confirmar a su hermano Bartolomé en su Título de Adelantado y de nombrar a otro hermano, Diego, su sucesor en caso de que faltara aquél, y elevación de Francisco Roldán del cargo de Alcaide ordinario (alcaide era el encargado de la guardia y defensa de una población) de La Isabela al de Alcaide Mayor de La Española. Así, el diez (10) de Marzo de mil cuatrocientos noventa y seis (1496) parten las dos carabelas hacia la Metrópoli, en ellas van Colón, Aguado, Bartolomé, Caonabo (que ya había sido hecho prisionero), otros veintinueve (29) indígenas y doscientos veinticinco (225) españoles todos los cuales no querían saber de Colón y a los cuales el Almirante consideraba facciosos y se alegraba de que fueran a España para quedarse.

Las dos embarcaciones no partieron de inmediato, sino que fueron costeando la Isla hacia el Oriente hasta llegar a Puerto de Plata, allí el Almirante mandó a desembarcar a su hermano Bartolomé a quien había pedido le acompañase hasta ese lugar para que lo explorase y viese si habían buenas fuentes donde aprovisionarse de agua, pues el Almirante, que había quedado deslumbrado con las bellezas naturales de Puerto de Plata, tenía la intención de fundar allí una población. El Adelantado bajó en una chalupa con diez hombres y exploraron los alrededores encontrando en ellos dos arroyos con los cuales se podía abastecer una ciudad de agua potable, pero al volver a la nave Bartolomé informó al Almirante que la búsqueda había sido infructuosa. Colón fue víctima del engaño de su propio hermano por dos razones: 1) porque en su primer viaje al visitar al Puerto de Plata no quiso bajar a tierra temiendo que Martín Alonso Pinzón, que había seguido navegando hacia el Este, desertara nuevamente o que realizara otro secuestro de indígenas que pudiera malquitar a éstos contra los españoles, y de que Martín Alonso había hecho subir a la fuerza a su nave a seis (6) indígenas, antes de abandonar el río Chuzón para dirigirse hacia el Oeste en cuyo trayecto se encontró con la carabela La Niña capitaneada por Colón. Y cuando volvieron al citado río y antes de partir, Colón obligó a Pinzón a devolver a los naturales a su aldea; y 2) porque su hermano Bartolomé no deseaba que se impidiese la fundación de una ciudad a orillas del Ozama en el Sur de la Isla donde Miguel Díaz vivió tras su fuga de La Isabela.

Y son esas las causas de que no se fundara de inmediato la Villa de Puerto de Plata; sin embargo, el plano de construcción de esta villa fue trazado por Colón y Bartolomé al regresar éste a bordo de la embarcación, para luego volver a la playa y regresar por tierra con diez (10) hombres a La Isabela con instrucciones de construir un fuerte en el Sur de la Isla, en las cercanías de las minas que él había explorado en aquellas regiones. Después de algunos acontecimientos que se sucedieron en la vida de la colonia, Bartolomé Colón decide llevarse hacia el Sur de la Isla a los colonos que quedan en suelo isabelino despoblando así la que fuera la primera población cristiana de América. Después de esto, dentro de lo que hoy son los límites geográficos de la Provincia de Puerto Plata no hubo ningún núcleo poblacional colonizador sino hasta el año de mil quinientos dos (1502), año en que el entonces Gobernador de la Isla, el Comendador Nicolás de Ovando, decide plasmar en realidad la idea que tuvo Colón de fundar una villa al pie de la montaña que él en su primer viaje bautizó con el nombre de Monte de Plata. Con ese propósito Ovando despacha desde Santo Domingo, por mar, y en el año ya citado, un grupo de colonos que al navegar frente a la Isla Saona, desembarca en busca de agua en los dominios del Cacique Cotubanamá, cuyos subordinados los atacaron infligiéndoles horrible muerte. Apesadumbrado con la noticia de lo acontecido a ésos pobres diablos que habían venido con él en busca de fortuna y riqueza y que no hallaron otra cosa más que un terrible destino, pero conocedor de lo necesario  que era el poblar la Isla de extremo a extremo, Ovando no se arredró por lo sucedido y despacha otro grupo de colonos bajo el mando de Rodrigo de Mejía, quien fue el primer alcaide de la Villa de Puerto de Plata.