Segunda parte
Por Manuel Gilbert
Aunque se considera que el turismo moderno aparece a finales del siglo XVI con el nacimiento del Grand Tour, ganó su consistencia durante el siglo XVII. Se cuenta que para esta época los jóvenes ingleses pertenecientes a las clases altas, pasaban de dos a cuatro años recorriendo a Europa en un esfuerzo por expandir sus horizontes y aprender sobre arquitectura, lengua, geografía y cultura de los países que visitaban.
El término Grand Tour lo introdujo el autor Richard Lessels en su libro del año 1670 “Viaje a Italia”. Las necesidades de los turistas jóvenes y sus tutores, ayudaron a la aparición de múltiples guías de viajes, libros y el desarrollo de la industria turística. Un ejemplo lo podemos encontrar en Francia en el año 1672, en el cual Saint Maurice publicó la “Guía fiel de los extranjeros en los viajes por Francia”. En ella daba detalles de los sitios de mayor interés, así como información sobre las modalidades sobre las lenguas y los dialectos. Tambiés describió los atractivos sitios de diversión en los alrededores de París, los cuales designó con las expresiones de “le grand et le petit tour” (la grande o pequeña vuelta o visita).
En el siglo XVIII ya se empleaba en Inglaterra la frase de origen francés “Faire le grand tour” (dar la gran vuelta) para referirse a estos jóvenes turistas. Partían del sur de Inglaterra con cartas de referencia y presentación y cruzaban el Canal de la Mancha desde Dover hasta Catails (la ruta actual del Eurotúnel) durando tres días hasta alcanzar a París. Pero el viaje no era una empresa fácil, ya que existían múltiples riesgos de enfermedad, naufragios y robos.
Los Grandes Turistas estaban interesados principalmente en visitar las grandes ciudades que en la época estaban consideradas como centros de la cultura: París, Roma y Venecia, sin olvidar como destinos secundarios, Florencia y Nápoles.
Los viajeros se desplazaban de ciudad en ciudad pasando semanas en las ciudades pequeñas y varios meses en las ciudades principales. París era sin lugar a duda el destino más popular, debido sobre todo a que el francés era el segundo idioma para la élite británica y además las carreteras y caminos que discurrían hasta la capital francesa, eran excelente para la época.
Los turistas no solían llevar mucho dinero con ellos, debido al alto riesgo de atracos que existía , así que se desplazaban con cartas de crédito de sus bancos de Londres que canjeaban en las ciudades principales del Grand Tour, lo cual dio dinamismo a las transacciones bancarias entre distintos países. La mayoría de turistas gastaban grandes cantidades de dinero y esta salida de divisas al extranjero provocaba la repulsa de los políticos británicos al Grand Tour, al considerar que dañaban la propia economía.
Una vez en París los turistas solían alquilar una casa o un apartamento, según las posibilidades, durante semanas o meses y eran muy comunes los viajes hasta Versalles (hogar de la monarquía francesa) y los alojamientos de los embajadores y cónsules británicos en Francia, se convertían en hoteles y zonas de reunión para estas personas.
Desde París se solía viajar a través de Los Alpes o mediante un barco hasta Italia. Roma era inicialmente el punto más al sur de su viaje. No obstante cuando se iniciaron las excavaciones en las ruinas de Pompeya (1748) y Herculano en (1738) estos lugares comenzaron a considerarse destinos interesantes por lo llamativo de sus restos.
Otros destinos ocasionalmente incluidos en algunos otros Grand Tour fueron España, Portugal, Alemania, Holanda, Europa Oriental, los Balcanes y el Báltico. No obstante, estos destinos carecían para los británicos en la mayoría de los casos, del interés histórico, que París e Italia les despertaba, y el mal estado de las carreteras y los caminos de estas zonas alternativas, hacían el viaje tan complicado, que permanecían fuera de la mayoría de los itinerarios.
A su regreso a Inglaterra estos jóvenes estaban supuestamente preparados para las responsabilidades de un aristócrata inglés. Aunque el viaje tenía el objetivo primordial de enseñar a estos jóvenes candidatos los conocimientos y los logros de los estados europeos modernos, y sobre todo en las regiones italianas, el esplendor de las antiguas civilizaciones, uno de los objetivos primordiales era el de formar un cuerpo de diplomáticos, políticos, abogados y militares bien capacitados.
El turismo en ese momento constituía una ciencia más que una actividad de ocio, una materia más entre las que debían formar los lores ingleses. No se trataba pues de cultivar la vista ante fantásticos edificios antiguos o ante pintorescos paisajes, sino el oído ante el saber que se les mostraba en el extranjero. Generalmente los tutores solían ser irlandeses católicos y que tanto sentían cierta afinidad con los pueblos que se visitaban, lo que facilitaba en ocasiones los contactos con personas de interés.
Con los años el Grand Tour se popularizó y fue cambiando. Los períodos de viajes se redujeron hasta únicamente tres o cuatro meses, y la edad media de los turistas se elevó hasta los treinta y cinco años . Finalmente con la llegada en 1789 de la Revolución Francesa desapareció debido al rechazo de la nueva sociedad francesa, por todo lo que tuviera relación con la aristocracia, pero las bases para el futuro turismo estaban ya establecidas.
Sin embargo, algunos autores no están de acuerdo en considerar el Gran Tour como un fenómeno verdaderamente turístico, por su escasa magnitud en cuanto a movimiento de viajeros y retrotraen la génesis del turismo a un fenómeno muy posterior, en concreto el gran tráfico de personas que conllevó el Indian Mail, el viaje de británicos hacia y desde la India, por diferentes motivos (comerciales, militares, familiares, etc.)