gregory-castellanos-ruanoPor Lic. Gregory Castellanos Ruano

En fecha ocho (8) de Septiembre del dos mil veintitrés (2023) el historiador de izquierda José del Castillo publicó un escrito suyo titulado «Arabes de aquí« en su columna, antes sabatina y ahora de los días Viernes, del periódico Diario Libre. En dicho escrito, después de un paréntesis o ligero repliege creado por una publicación suya en que trata cuestiones habaneras (cubanas), retomó el hilo conductor pro-haitiano de sus escritos anti-dominicanos. Allí, con pretendida sutileza, vuelve a hablar de la oposición que le hicieron comerciantes dominicanos a comerciantes árabes recién llegados, siempre con el trasfondo de que quede en la mente de todo lector desprevenido el sedimento de que lo mismo ocurre actualmente respecto de los haitianos en todas las actividades y dentro de ellas muy particularmente las actividades de la agricultura y las de la construcción, citamos:

«En El Pueblo Dominicano 1850-1900 -justo considerado un estudio seminal de nuestra sociología histórica-, el sociólogo holandés Harry Hoetink consigna cómo en 1896 diecisiete comerciantes establecidos en el distrito azucarero de San Pedro de Macorís peticionaban al Congreso Nacional la adopción de medidas proteccionistas, ante la competencia simultánea de las bodegas centrales de los ingenios y el comercio ambulatorio de los inmigrantes árabes.

Apostrofando a estos laboriosos y emprendedores comerciantes dotados de un ángel en el arte de negociar, los peticionarios acotaban: «Nuestros campos están llenos de casas de comercio…todo lo cual nos perjudica notablemente, y este perjuicio se aumenta en máximo grado con una invasión de árabes en pueblo y campo, de puerta en puerta, que, dadas sus operaciones comerciales, han abarcado todo el negocio y nos han ido arrollando hasta convertirse nuestro comercio en un cementerio desolado y triste.»

Anatematizando a los árabes, los reclamantes afirmaban: «Sus depósitos son de mayor importancia ya que nuestras casas, y dados sus ínfimos gastos, pues altamente conocida es su manera de vivir, omitiendo todo gasto que no sea estrictamente necesario a la inmunda y mísera subsistencia a que se someten, es imposible luchar con ellos.»

Órganos de prensa secundaron estos esfuerzos por bloquear el libre comercio, pero al final de la historia la perseverancia y las ventajosas formas de practicar el comercio de sirios, libaneses y palestinos, se impusieron a sus contradictores.« (Fin de la cita.)

La publicación en cuestión del señor José del Castillo tiene dos propósitos aviesos: uno de carácter general y el segundo de carácter especial.

Ello así porque él no escribe sólo para el gran público dominicano (el objetivo general), sino que también escribe para un personaje especial (el objetivo especial) en la vida presente del amenazado de muerte Estado dominicano: es al Presidente Luis Rodolfo Abinader Corona a quien simultáneamente tiene en la mira con sus escritos envenenados dicho historiador de izquierda José del Castillo, lo cual es advertible cuando de manera reiterada toca la tecla de los comerciantes `árabes` y sus inicios en la República Dominicana.

Esto es, dicho historiador de izquierda tiene al actual Presidente de la República en la mira por su ascendencia libanesa por parte de su padre Rafael Abinader: le está haciendo a Luis Rodolfo Abinader Corona el recordatorio de que su padre fue un inmigrante al igual que los haitianos, es decir, está colocando en la misma línea a los libaneses (y árabes en sentido general) con los haitianos; le está haciendo el recordatorio de que así lo dijo el propio Luis Rodolfo Abinader Corona en la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD) cuando aquí vino una delegación de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos orientada y prejuiciada visceralmente a favor de los haitianos.

Le está martillando la cabeza con el tema y dentro de la cabeza del Jefe de Estado está dándole una vuelta de tuerca para que éste no abandone su debilísima, por no decir inexistente, actitud frente al problema de la ocupación haitiana in crescendo y la correlativa disolución en pleno curso de la Nación y del Estado dominicanas.

Es un franco tirador que tiene bien definidos, muy claros, sus objetivos. Su propósito es doble: confundir al público general y también trabajarle y manipularle la mente a un Presidente de la República que al momento de juramentarse como tal evadió la frase del juramento relativa al deber de «preservar la Independencia« creando desconcierto entre los que advirtieron tal cosa e igualmente entre quienes vimos dicha juramentación.

No es otro el motivo por el cual el historiador José del Castillo toca reiteradamente la tecla de «los comerciantes árabes y sus inicios en la República Dominicana«.

Es un calculador, un premeditador, que tiene bien delineado su plan.

Ojalá y Luis Rodolfo Abinader Corona tenga en el fondo de su alma algún dolor por este país por el lado de los Corona por lo menos  (si es que estos eran dominicanos), pues es obvio que por el lado de su padre Rafael Abinader no lo tiene por el hechizo que sobre Abinader padre ejerció José Francisco Peña Gómez y el consiguiente sentimiento de culpa enterrada de haber tenido por líder a un haitiano.

Lo que si veo claro es que Luis Rodolfo Abinader Corona será el último Presidente de la República de ascendencia árabe que tendrá la República Dominicana debido a su inacción frente a la desaparición en curso de la Nación y del Estado dominicanas. Esto sin dejar de mencionar que será uno de los últimos presidentes del Estado dominicano si la disolución en curso no es revertida. De no conjurarse dicha disolución en curso no habrá ya ni siquiera Historia de la República Dominicana, sino Historia de Haití.

(Nota: Para quienes leen esta entrega y no han leído las anteriores remito a las mismas con el mismo título y muy particularmente a la II y a la III donde desbrozo la futilidad y la carencia de sentido de la comparación referida entre los árabes y los haitianos.)