La clave de una estrategia exitosa es el secreto
Capítulo 30, páginas 251 y 252 del libro
Maquiavelo y Borgia de José Luís Sanchis
Clausewitz, después de estudiar 100 grandes batallas, entre ellas todas las de Napoleón, y sacar conclusiones abstractas que pudieran servir para otros tipos de enfrentamientos, incluso empresariales, llegó a la conclusión de que casi siempre obtiene la victoria quien ha sido capaz de llegar al día decisivo al terreno más propicio con la concentración máxima de efectivos. Importa la sorpresa y la clave de la sorpresa es el secreto.
Asimismo, hace veinticinco años, Sun Tzu, llegaba a una conclusión a la que podríamos aplicar el sentido más peyorativo del maquiavelismo: Todo el arte de la guerra se basa en el engaño.
Tzu afirmaba que un buen general debe sobresalir en la simulación y el disimulo; siendo capaz, debe parecer incapaz; estando cerca, debe hacer creer que está lejos; y viceversa. Su principal objetivo es la mente del enemigo; las condiciones de la victoria son fruto de su imaginación; sabe, antes de cada batalla, atacar la mente y el espíritu del enemigo.
Maquiavelo, de su parte, inspirado en César Borgia, elevó el engaño a la categoría de ley básica del Estado, supo disimular tan bien sus intenciones que los Ursinos se reconciliaron con él; el duque no escatimó medios para ganárselos; dándoles dinero, vestidos y caballos; tan bien simuladas sus intenciones los condujo a caer en sus manos en Sinigaglia, a donde fueron atraídos Oliverotto de Fermo, Pablo Ursino y Victorio Vitellozo para ser apresados y fusilados.
Otro escritor que tocó el tema, en su obra”Del amanecer a la decadencia”, fue Jacques Barzu, que repasando los últimos cinco siglos de historia considera El Príncipe como uno de los hitos en tal historia. Hace de él la siguiente definición magistral, que bien podría servir de filosofía empresarial: Utopía que ha reemplazado los objetivos ideales por los mejores de entre los posibles y viables.
Barzu aportó un argumento de gran autoridad en defensa del maquiavelismo: Desde Platón, defensor de la gran mentira, Aristóteles, san Agustín y santo Tomás hasta John Adams, Lipsius, Montesquieu, Hume, el poeta Tasso, sur Walter Raleigh, Montaigne, Bacon. Pascal, Spinoza, Graciàn, Bodin, Herder, Colerigde, Sheley, Leopardi, Dotoieski y la mayoría de los historiadores, todos coinciden en la idea de que el Estado no es inmoral sino amoral, en que la mitad del mismo se realiza fuera de la moral.
La defensa de la Gran Mentira por Platón consiste básicamente en asumir como referencias y paradigmas para no estar limitada realidad las ideas eternas. Pienso que Maquiavelo y Borgia son, más que nada, una enseñanza de anticipación teórica y práctica de la relatividad de la verdad. Las ideas perfectas son abstracciones y la verdad es subjetividad en un alto porcentaje. En el mundo empresarial cuanto más prudencia y reserva se practique sobre los datos objetivos más control se podrá tener sobre la verdad y la ficción subjetivas virtuales.