Si hay Navidad, es porque hubo el Nacimiento de Jesús. Si ocurrió tal acontecimiento, se produjo en Belem de Judea. Fue allí contra viento y marea, a pesar de los escépticos, ateos, seguidores de Alan Kardec y “otros demonios”, que la Estrella de Belén se detuvo con todo su esplendor.
Los viajeros de Oriente – con el paso de los años llega a saberse, que eran de Persia. A muchos no les gusta que les digan magos, por estar la magia muy ligada “ a lo malo”.
El caso es que, más de dos siglos después la famosa estrella continúa como un enigma, visto desde la mirada “ impía y escrutadora de muchos irracionales y antireligiosos”.
Fue una estrella que sirvió de guía a Gaspar, Melchor y Baltasar durante días y noches, hasta llegar a la aldea de Belén.
Seres privilegiados esos, que tenían un “Yo Superior” en sintonía y la misma frecuencia para ser guiados durante tantos kilómetros por aquella majestuosa estrella.
Sintonía y frecuencia que les faltaba a los humildes campesinos y pastores de ovejas, y por igual, a los encumbrados sacerdotes y fariseos y menos aún, a las autoridades militares y políticas de entonces.
¿Qué era entonces esa estrella? ¿Es que hay mundos desconocidos para nosotros aún en la Era Digital que nos ha tocado vivir? ¿Mundos paralelos que interactúan con nosotros?
Si todavía aquel episodio ocupa nuestra atención deseando entender esos “misterios” alguien nos dirá, que la fe mueve montañas, que para el que cree todo es posible, porque lo imposible para el hombre posible es para el Señor.
Con todo y que no comprendamos nunca lo de la Estrella de Belén muchos que hoy peinamos canas o menos cabellos, entendemos porque la vivimos, la fantasía que viven nuestros nietos en la agradable magia de la Navidad.