Sexta parte
PUERTO PLATA.-Metáfora es la traslación del sentido recto de una voz a otro figurado, en virtud de una comparación tácita, como en la comparación del rocïo, la primavera de la vida o refrenar las pasiones.
Para explicar esta figura retórica perteneciente a los tropos, recurriremos a la metáfora popular de la vasija y las piedras, la cual nos enseña a priorizar la atención en las cosas valiosas de la vida y darles su verdadero significado.
Esta metáfora nos enseña que si la vasija se comienza a llenar con las piedras más grande, quedarán huecos entre ellas que permitan la llegada de otras más pequeñas. Este ciclo se repite hasta que no caben más piedras.
En ese momento todavía habrá resquicios que permitirán ser completados con fina arena. Y cuando parezca que el recipiente ha llegado al límite de su capacidad, aún será capaz de aceptar agua.
Entonces, finalmente, sí se habrá ocupado todo el espacio de la vasija. La vida entices será plena, pues las piedras grandes, lo que de verdad importa, lo trascendente, ha ocupado el lugar trascendente que les corresponde, siendo paulatinamente acompañado con los complementos que, sin ser esenciales, las complementan.
Terminando por los placeres temporales, simbolizados por la arena y el agua, que, aún siendo superfluos, nos resultan satisfactorios.
El problema surge cuando el proceso se invierte. Si llenamos primero nuestro recipiente de agua y arena, lo más que podría cabernos son pequeñas piedras antes de derramarse el contenido. Pero jamás habrá sitio para lo valioso, lo esencial de la vida.
Esto es lo que sucede al dejarnos atrapar por lo banal, lo superfluo, lo cómodo, lo intrascendente, el placer efímero, el materialismo, el relativismo. Nos quieren llenar la vasija solo con espuma, con líquido carente de sustancia alguna, sin dejar espacio a lo que nos dignifica y nos hace personas. La esencia, lo que deja poso, queda reservado para las élites dominantes.
Lo único cierto es que, si nos colman de entretenimiento estéril, jamás podremos adquirir conocimientos enriquecedores que nos permitan construir nuestro propio pensamiento crítico, dudar de las permanentes imposiciones. Con gran habilidad, consiguen que confúndanos estar entretenidos con estar informados. Pero no es así, no estamos bien informados y, aún menos, formado.
Y a eso vamos, a qué nos llenen la vasija de agua y de arena. Y cuando alguien lo consigue, los ciudadanos perdemos.