8c2c2149c8779bd241a1ff3402bd0567_f144Por Lic. Gregory Castellanos Ruano

I

Aquel corto acantilado

es una especie de pequeño abismo

con el Océano Atlántico conectado.

II

Buscando su muerte,

a aquella esquina natural

de piedra maciza

de filos cortantes

y triturantes,

vienen a estrellarse

las olas

produciendo espumarajos

que parecen penachos de plata.

III

A un lado le flanquea

la punta de Cafemba

y se divisa todo el paisaje del Oeste

incluyendo la icónica loma

con destacado lomo

de cono;

al Sur se aprecia

la unión de Las Lomas de las Bestias

con El Monte de Plata;

al Norte se observa extensa

gran parte de nuestra llamativa franja marina.

IV

Por momentos pasa

una que otra ráfaga

de aire que salen de algún punto

de la invisible atmósfera.

Aprecio la luz, el aire, el azul

del océano y a este como ancho espejo

sobre el que cruza

la extensa raya que lo corta

formando un horizonte eterno.

Me sentía como en un trono

contemplando todo aquello

mientras a mis pies el mar allí,

aparentemente siempre embravecido,

se estremecía arremetiendo y tronando

contra el breve acantilado.

V

Por momentos oía el extraño

y paradójico murmullo

de la calma solemne,

silenciosa,

y luego los estrépitos de las olas que allí se estrellaban.

Enojada saltaba la espuma

y el agua en millares de gotas cortadas

bañaba a cualquiera que se le acercara.

VI

Así veo cómo van deslizándose,

moviéndose

en una danza con un compás de ritmo

inmensos volúmenes de agua azul,

la voluminosidad de agua azul envolvente.

VII

El Sol con su beso ilumina las olas,

mientras el viento cumple con su función de

soplar sobre aquel rincón geológico

llevando todos los ruidos y sonidos

que recoge y empuja a su paso.

VIII

Lejos de ser una miserable excrecencia geológica

situada en un rincón del Atlántico

es una especie de misterioso santuario

que permite apreciar por dónde comenzó

lo que ha sido historiado

y desde donde los locales con fascinación y orgullo

divisan y disfrutan el horizonte,

ven la entrada y la salida por la Bahía de las embarcaciones,

y perciben el olor del perfume del viento marino,

la mayor de las veces totalmente agradable

y otras veces, las menos,

recogiendo el de alguna descomposición atenuada

de algún animal marino o de algas o de ramas.

IX

Desde esa puntilla

se vio al valor ibero encarnado

entrar a la Bahía

y escribir su saga

desde esa entrada.

Es posible,

pero yo no tengo la más mínima duda,

que Dios, desde allí,

arquitectara

las bellezas naturales con que él dotara

a Puerto Plata.

X

Es un acantilado peremne

que con alma y celo de guardián

contempla

los amaneceres,

los atardeceres

y los anocheres

de Puerto Plata.

Por Lic. Gregory Castellanos Ruano

(Puerta de entrada especie de observatorio desde donde se pueden apreciar fantásticas maravillas de la creación y la singularidad de nuestro lar nativo.)