Por Lic. Gregory Castellanos Ruano
La Historia de la Humanidad revela que algunas organizaciones derivan hacia cambios sorprendentes.
Así, por ejemplo, una organización de naturaleza patriótica como lo era la MAFIA derivó en una organización de naturaleza criminal: MAFIA significa «Muerte A Francia Italia Anhela«: surgió por la ocupación francesa a la península de Italia y por el interés de los integrantes de dicha organización en luchar contra la dominación francesa consecuencia de esa ocupación.
El colegio de abogados de una entidad de naturaleza estrictamente gremial derivó en lo que los denominados «quemadores de cabelleras« y los «quemadores de pies« (que accionaban en las afueras de algunas ciudades de Francia) dieron origen, en mil setecientos noventa y tres (1793), en ese país: a la creación de la figura plasmada en los Artículos 265, 266 y 267 del Código Penal. En el colegio de abogados operó una transmutación abanderada por su presidente, el Dr. Miguel Alberto Surún Hernández, quien lo ha desvinculado del Derecho: es lo que le ha quitado todo lustre y toda posibilidad de lustre sumergiéndolo en la misma lamentable y penosa dimensión de las tinieblas a la que pertenecieron dichos «quemadores de cabelleras« y dichos «quemadores de pies« franceses precursores y originadores de dicho tipo de asociación. Pero no sólo lo ha desvinculado del Derecho, sino que también lo ha heliogabalizado vía ser él el alter ego del Emperador romano Heliogábalo entronizando así allí su omnimidad, su pulsión, sus licencias y, por ende, sus prácticas heliogabalizadoras.
La sorprendente filosofía y práctica transformadoras del presidente del colegio de abogados se asienta sobre conceptos y nociones sumamente extraños que, entre otras cosas, le llevan, entre otras cosas: a convertir en oro de muy alto quilate la materia de que está compuesto un stand para una Feria del Libro hasta tal grado que lo que a lo sumo debería costar, poco más o poco menos, quizás, unos ciento cincuenta mil pesos dominicanos (RD$150,000.00) según él supuestamente salió por cuatro millones de pesos dominicanos (RD$4,000.000.00); a comprar terrenos por ciento diecinueve millones de pesos dominicanos (RD$119,000.000.00) en la Provincia La Altagracia (Higuey); a ser «proveedor« del colegio de abogados, es decir, a supuestamente deberle el colegio de abogados a Miguel Alberto Surún Hernández; a tener una compañía offshore en un paraíso fiscal como Panamá (el país de los famosos `Papeles de Panamá`), etcétera. En un banco de un paraíso fiscal como lo es Panamá no se deposita dineros en pesos dominicanos (RD$), sino en monedas de circulación internacional como, por ejemplo, en dólares y/o en euros; ello se debe a que, como se sabe, el peso dominicano no circula en Panamá, pues el peso dominicano sólo circula en nuestra República Dominicana, no fuera del territorio de nuestro país; a negarse a que la Cámara de Cuentas audite su gestión al frente del colegio de abogados e incluso a ponerle «condiciones« para ello; a instrumentalizar el colegio de abogados para, bajo la ley de Adam Smith, disponer de acusaciones y sentencias disciplinarias falsas y lo resaltante del caso es que esa fabricación de falsos expedientes impulsada bajo la ley de Adam Smith se produce nada más y nada menos que en el contexto de un supuesto Estado Social y Democrático de Derecho que algunos desconocedores de la desviación y aberración que se entronizó en el colegio de abogados con la llegada allí de Miguel Alberto Surún Hernández, se llenan la boca hablando del supuesto Estado Social y Democrático de Derecho, no obstante la subsistencia de semejante llaga purulenta ; a instrumentalizar el colegio de abogados para cualquier fin que se quiera usar bajo la ley de Adam Smith, etcétera. Así como la MAFIA degeneró en lo que degeneró teniendo como exponentes a Lucky Luciano, a Alfonso Capone alias Al Capone; etcétera, así mismo degeneró el colegio de abogados, de tal suerte que con la presencia de Miguel Alberto Surún Hernández es legítimamente comparable a una asociación mafiosa en la que él precisamente aparece como su Al Capone Capo di tutti capi.
Esa transmutación que hemos tenido ocasión de presenciar convirtió la sede de aquella entidad en un lugar extraño y a la entidad del lugar en una entidad que perdió su autenticidad al distanciarse de los nobles ideales de su creador Fernando Hernández Díaz, quien si reviviera vuelve y se muere de sólo enterarse de la penosa y lamentable transformación de la entidad que él creó.