Por Lic. Gregory Castellanos Ruano
Fue una utopía, un reino de fantasía, lo que el fenecido abogado Fernando Hernández Díaz trató de plasmar cuando concibió y logró materializar la creación del Colegio de Abogados.
Pero no es una utopía lo que se trata de convertir en realidad en el Colegio de Abogados muy particularmente desde las gestiones de Diego José García y de Miguel Alberto Surún Hernández: es todo lo contrario de una utopía lo que desde ese muy particular entonces ahí se hace realidad: es una Distopía lo que ahí existe.
Mientras el último alucinantemente se ve dentro de una película de largometraje –en realidad se trata de un culebrón de tres (3) largos y repudiables capítulos, de los cuales si el primero no sirvió mucho menos el segundo y muchísimo menos el tercero–, desde fuera, y por conocerse la tragedia que él y sus actuaciones representan, en realidad se ve todo englobado como el último capítulo que le faltó por escribir a Jorge Luis Borges en su Historia Universal.
Lo que en ese Colegio de Abogados ha sido protagonizado y se protagoniza es una espantosa expresión de surrealismo tropical que se insertó y está enquistada ahí, y lo domina como una parcela de la cual tiene su matrícula inmobiliaria o certificado de título.
Se trata de un territorio tan independiente que ni la Procuraduría General de la República ni la PEPCA tienen soberanía –se la auto–mutilaron– frente a la horda atilesca que allí floreció y que es más digna de los estilos de vida de los hunos y de los mongoles por su actividad de tierra arrasada, asombrosa, por espantosa. …Es obvio que aquellas dos tienen sus perseguidos preferidos y que la narrativa de la supuesta objetividad no pasa de ser un mero slogan.
Si alguien desde fuera del Colegio de Abogados cree ingénuamente que en este se está haciendo realidad una utopía eso es lo mismo que concebir a los troglodistas, a los patanes, a los hunos, a los vándalos y demás hierbas históricas afines, como partes integrantes de El Paraíso. ¡Eso es lo mismo que concebir a Atila con sus hunos en El Paraíso!
…Lo cierto es que el Colegio de Abogados ha devenido una hortaliza vandalizada por una manada de jabalíes. Para quien lo dirige la seriedad es sólamente una máscara griega usable colocándosela frente a la cara para ocultar su verdadero rostro. Pero la auténtica verdad es demasiado visible. La ligereza de ese grupo ahí insertado dio paso a la gravedad de la situación que el mismo encarna ahí. Por más reservas de hipocresía que aún le queden para fingir, la verdad inexorablemente emerge de las profundidades de su ser y se expresa a través de sus reprobables actos concretos que siempre trascienden. Pretender el actor en jefe y sus acólitos actores hacer la cara a un lado respecto de esa realidad no impide que la realidad brote y rebrote repetidamente, es la eterna historia condensada en el relato del niño que vio al Rey desfilando para exhibir su «traje nuevo« y de su aparato fónico salió la exclamación «¡El Rey está desnudo¡«
La utopía existe sólo en la mente de él y de su cohorte de empleados y demás beneficiarios suyos , pues su vida es muy diferente a la vida de los abogados que no forman parte de esa directiva del Colegio de Abogados y de la planilla de empleados y de beneficiarios suyos ya que mientras él puede darse el lujo de comprar valiosos bienes inmuebles en Higuey en unos pocos meses, el resto de los abogados carece de seguridad social, de cooperativa, de centros de recreación, de hospital propio, etcétera.
La Asociación Dominicana de Profesores (ADP) le lleva millones de años luz de distancia en tales sentidos al Colegio de Abogados de Miguel Alberto Surún Hernández. Mientras en la Asociación Dominicana de Profesores (ADP) sí existe en curso permanente la materialización de una Utopía, en el Colegio de Abogados, por el contrario, lo que existe es una Distopía en el sentido pleno de la palabra, desde el pleno apogeo de la maldad hasta lo apocalíptico en la destrucción de la institucionalidad por colocarla al servicio de los intereses privados de quien la dirige y de sus clientes.
Mientras la Asociación Dominicana de Profesores (ADP) maneja muchos millones de pesos que se ven, el Colegio de Abogados maneja igualmente muchos millones de pesos y no se ven.
El Colegio de Abogados se ha convertido en un refugio para los que no tienen un ejercicio que les permita sostenerse y alrededor de él se han quedado pululando grupúsculos que quieren perpetuar el estilo de vida alta que han logrado a través del manejo antojadizo del mismo. Hacen negociaciones entre ellos para perpetuar ese modus vivendi. Y todo a costa de y a la vista de Los Pendejos de la Nueva Ola que son el resto de los abogados dominicanos. De los casi ochenta mil abogados matriculados apenas si acuden a votar menos de diez mil abogados. He ahí la culpa generadora de esos males.
Todo en el Colegio de Abogados terminó desvencijado por uno de los pecados capitales de que hablan los teólogos de la Iglesia Católica. En fin, aquello parece más bien uno de esos paisajes desolados del post apocalipsis de Mad Max; lo que deja el ejército de Putin a su paso: palillos. ¡Todo tornado en palillos!… En ese sentido el Colegio de Abogados puede ser llamado con toda propiedad `El palillero`.
Es sumamente perturbador lo que acaece en el seno del Colegio de Abogados. Conocer lo que ocurre ahí dentro es entrar a una dimensión completamente grotesca. Es la verdad vívida y monstruosa de lo que ocurre ahí.
La utopía se disolvió. El Colegio de Abogados se convirtió en una falsa expresión de sí mismo. A eso ha llevado la impostura del presidente del CARD. Con Diego José García y con Miguel Alberto Surún Hernández el CARD se fue descomponiendo hasta que ocurrió el corte brusco. En definitiva, es inconcebible que el demonio y su mal puedan ser parte integral del Paraíso.