altar-de-brujosLos Brujos saben

Ramiro Francisco

No siempre la brujería desde la antiguedad es tenida como algo del mal, maligna, algo del diablo. Los brujos, al menos así  les llamaban. También conocidos como  curanderos o chamanes. Eran los médicos, jueces o autoridad en las comunidades o aldeas.

Se les consultaba para todo. Para el presente y futuro. Las cosechas, la familia, las guerras. Muchos de ellos casados o no, gozaban del respeto y obediencia de todos.

Por razones que no vienen al caso en estas cortas líneas, eran como una especie de escogidos para servir en el plano mágico-religioso con un altísimo espíritu de honestidad y amor al prójimo.

Hasta que vino la debacle. Los abusos, que se traducen en desconfianza, incredulidad, poca aceptación, cero respeto y la decadencia digamos, de esa casta sacerdotal (hombres y mujeres) servidores del bien que han prácticamente desaparecido de nuestras comunidades.

Ahora, cualquiera es “brujo”. Solo se limitan a “leer las palmas de las manos, la taza, los caracoles y las cartas o barajas”.

Te predicen de un “novio o novia, un dinero que te llegará, un buen empleo que viene…y cosas semejantes”.

Pocos, o ninguno de esos “brujos” modernos, te hablan de los retos que tienen nuestros gobernantes o de los cambios que se necesitan en sociedades como las nuestra para alcanzar mejores niveles en la educación y salud por ejemplo.

Creen, que con dar tres patadas en el suelo y remenear el altar aunque se caigan todas las imágenes, con darte a probar el cigarro que fuman, y untarte de esa coalición de aguas coloreadas y con profundo olor, podrías ser el candidato ideal para lo que sea, con tal de seguir engañando a multitudes como ellos también lo hacen.

Eulogio, es uno de esos “brujos” ya retirado. Viejo, solo y enfermo. No es muy amado ni respetado en el barrio donde ejerció por más de 30 años. Por engañador, oportunista, malévolo y farsante.

Todavía sobresalen las quemaduras que tiene en la cabeza donde jamás han vuelto a crecer cabellos. En sus manos, también son notorias las cicatrices que de sus diez dedos, solo mueve los dos índices.

El cuenta que fue la gata negra la culpable. La tenía como su ayudante en las consultas. Impregnaba misterio el cuartucho. Solo iluminado por las velas y velones.

En plena consulta, la gata alcanza a ver unos ratones que se movían de manera sigilosa entre el altar. Saltó sobre ellos, y su cola volteó varias de las luces de cera.

Aquello fue atroz. Nunca en toda esa zona había ocurrido un fuego de esa naturaleza. Eulogio, en su huida se enredó con la bata que usaba en sus ceremonias…y el resultado ya lo sabemos.

De la gata y los ratones, nunca se supo. Los brujos saben mucho.

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