gregory castellanosPor Lic. Gregory Castellanos Ruano

«¡El orden! ¡Lo detesto, y, sin embargo, es  tan preciso para todo!«

(Bécquer, Gustavo Adolfo: Rimas; Cartas literarias a una mujer II)

Hace poco tiempo atrás, en este año dos mil quince (2015), meses  tan sólo, el Papa argentino Jorge Bergoglio  en una carta que le dirigió a un diputado argentino amigo suyo lo exhortó a luchar por impedir «la mexicanización« de Argentina.  El Gobierno mexicano del Presidente Peña Nieto, por vía de su Cancillería, de inmediato emitió una nota de protesta formal por ante el Estado de El Vaticano por considerar impropias y ofensivas las expresiones usadas por el Jefe de Estado de dicho Estado religioso. Con el perdón del Santo Padre, pero él se equivoca ahí, pues está haciendo una inversión de la realidad y su «equivocación« (¿?)  no es sana, es deliberada.

El régimen procesal penal actualmente existente en México fue copiado (y puesto en vigor en el año dos mil siete (2007)) del Código Procesal Penal Tipo para Iberoamérica y los primeros clones de este fueron adoptados en diferentes provincias de la  República Federal de Argentina. La primera fase del experimento jurídico en cuestión comenzó en la provincia argentina de Córdoba, en la cual, de forma gradual, es decir, parte por parte, se fue poniendo en vigencia lo que terminó siendo el primer clon del referido Código Procesal Penal Tipo para Iberoamérica.  Es decir, que México importó su actual Código Procesal Penal y fácticamente se puede decir que lo importó de Argentina, la cual ha sido «vendida« por los propagandistas del cepepeísmo como una especie de «Súperpotencia«  del procesalismo penal cepepeísta.  Al hacer dicha adopción México en dicho año dos mil siete (2007)  fue el último país iberoamericano en copiar del Código Procesal Penal Tipo para Iberoamérica e incluso importó a un instructor dominicano emanado del área de los jueces de nuestro país, la República Dominicana,  para darles clases a los nuevos  yihadistas  jurídicos mexicanos para asistirles en la operación kamikaze de autosuicidio (valga la redundancia) de esa sociedad azteca de poner en vigor ese código en ese país.

Lo que ocurre en México desde entonces es desgarrante, terriblemente alarmante y aberrante. Cada noticia que traen de México los titulares internacionales son una clara evidencia del fracaso del CPP Tipo para Iberoamérica. En las noticias de los hechos que vemos que ocurren en México, cuando vienen esos cables internacionales para noticiar sobre la desoladora realidad mexicana, lo que vemos es una especie de ampliación con lupa enorme de los hechos acaecidos aquí, y ello es así debido a la enorme densidad poblacional mexicana y a la consiguiente oportunidad y ocasión que les brinda el CPP a los delincuentes mexicanos de todas las facturas para poder maniobrar en sus negocios delincuenciales. México tiene una población de más de doscientos millones de habitantes: para tener una idea clara de lo que esto significa sólo hay que imaginar qué seríamos nosotros en la República Dominicana si tuviéramos una población tan nutrida colocada en la misma situación y ocasión que actualmente les da el CPP a los delincuentes dominicanos.

¿Al Papa Bergoglio  «se le olvidó« (¿?) , cuando él le escribió esa carta a su amigo y compatriota argentino, el desastre de inseguridad pública en que está sumergida Argentina o es que acaso él ha perdido el contacto diario con su país de origen o quiere, por alguna razón, hacer mutis al respecto?

¿A Su Santidad «se le olvidó« (¿?), al escribir semejante carta a dicho amigo y compatriota suyo, la confrontación sistemática suya  y de toda la Iglesia Católica argentina con «los dioses del CPP« argentinos  Zaffaroni  y  Bínder por las evidentes consecuencias desastrosas de la vigencia, a través de dicho código, de la ideología jurídica del cepepeísmo, muy particularmente con el primero por sus declaraciones irrespetuosas  para con  la sociedad argentina desde el solio de juez de la Suprema Corte de Justicia de Argentina pretendiendo «justificar« (¿?) dicha ideología cuasi-abolicionista originada y derivada de la raíz del abolicionismo penal?

De dos explicaciones posibles: a) él no está claro de cómo su país se metió donde se metió; o b) demagógicamente busca congraciarse con el kirchnerismo para, a su vez, congraciarse con los compañeros de viaje latinoamericanos de dicho kirchnerismo para que estos  le sirvan a él (a Bergoglio) de caja de resonancia propagandística de su pontificado; descarto de plano la primera explicación, por lo recién expuesto sobre aquella confrontación constante,  y me inclino por la segunda explicación, la cual  viene a ser confirmada por el hecho también relativamente reciente de su extrañísima confluencia con su otrora contrincante, Eugenio Raul Zaffaroni Cataneo, para que el kirchnerismo optase por elegir como sucesor de éste en la Suprema Corte de Justicia argentina  a un discípulo fanático del mismo Zaffaroni: al Dr. Roberto Manuel Carlés, de treinta y tres (33) años de edad y el cual, al momento de su señalamiento estuvo como coordinador de la Comisión de Reforma del Código Penal, cuyo proyecto no fue tratado, al momento de dicha selección, en el Congreso porque mereció fuertes críticas de la oposición; dicho proyecto, en su afán abolicionista, entre otras cosas, busca eliminar la reincidencia y reducir las penas para delitos graves (vean por dónde anda el asunto): sólo por ahí se puede apreciar el terrible camino por el cual transita Argentina con estos ideologizados que han logrado conectarse con el poder político. ¿De qué se preocupa  y se queja, pues, el Papa Bergoglio?

Con justificada y sobradísima razón el Papa Bergoglio ha condenado los actos horrorosos del ISIS que busca instalar un Califato Islámico , pero al parecer él ha olvidado que en su propio país, Argentina, desde hace tiempo operan  numerosos yihadistas no islámicos parangonables a los miembros del ISIS islámico, siendo la única diferencia entre los del ISIS islámico y los del ISIS no islámico de su país, Argentina, que aquéllos cometen sus crímenes y delitos en nombre de Allah en tanto que los del ISIS argentino o los de los ISIS argentinos  no cometen sus crímenes y delitos en nombre de Allah, sino de otros motivos para los cuales la ideología jurídica del cepepeísmo les ampara y les estimula abundantemente, pródigamente.   Así como en Argentina y en la República Dominicana existen numerosos  yihadistas no islámicos, así mismo en todos los demás países iberoamericanos existen igualmente numerosos  yihadistas no islámicos; y todos estos  yihadistas no islámicos  tienen su raíz en el mismo Código Procesal Penal Tipo para Iberoamérica  y en los respectivos clones adoptados en dichos respectivos países iberoamericanos. La única diferencia entre los  yihadistas  islámicos del ISIS y los  yihadistas iberoamericanos no islámicos es esa: que éstos últimos no tienen por móvil  el actuar en nombre de Allah; pero las atrocidades que cometen los iguala al liquidar, literalmente, a millones de personas, dejando una clara impronta de Malthusianismo alentado por potencias que cultivan el colonialismo jurídico.  Aquí en Iberoamérica  los que, en el plano intelectual,  tienen el fanatismo parangonable al fanatismo de los yihadistas del ISIS y de su Imán son los que  todavía  a estas alturas del juego pretenden «defender«(¿?)  al indefendible Código Procesal Penal Tipo para Iberoamérica y a los señalados respectivos clones que se derivaron de él.

De manera que, en definitiva,  el Papa se coloca, por pura conveniencia  personal de propaganda, de espalda  al nivel de consciencia logrado por el pueblo argentino, consciencia esta que  ha sido una consecuencia del sufrimiento que ha padecido y padece por ese sistema procesal penal que busca ser «legitimado«  (¿?) en las ideas de personajes como Hulsman, Foucault,  Zaffaroni, Binder y otros.  Los ciudadanos  argentinos se sienten profundamente defraudados con dicho código jurídico por todos los efectos perniciosos que se han producido y se siguen produciendo durante la vigencia del mismo.

Todo se originó allá: en Argentina, donde no se reparó en que para cada cosa  hay  y debe haber una línea roja.  Es evidente que al Papa Bergoglio  «se le olvidó« (¿?)  por pura conveniencia  personal cómo le llaman en Argentina a  Zaffaroni (`El Gran Aliado de la Delincuencia`)  y cómo le llaman a los delincuentes (`los zaffadelincuentes`) y porqué razón a éstos últimos les llaman así (por Zaffaroni).

¿De qué se preocupa y se queja, pues, Usted Papa Bergoglio?  Su Sacra Excelencia Católica  lo que ha ocurrido en realidad es que México se argentinizó.