Por Lic. Gregory Castellanos Ruano
El trinitario y, por ende, prócer Juan Isidro Pérez de la Paz es conocido en la Historia dominicana con tres apodos alusivos al estado mental en que fue degenerando y degeneró su raciocinio.
Se alega que originalmente padecía de la forma leve de locura llamada «neurastenia« hasta que esta, quizás producto de los duros golpes de la realidad que le tocó vivir, degeneró hasta la demencia.
El ímpetu que mostraba en su accionar es lo que parece que originalmente llamó la atención de los demás para llamarle «loco«, como se estila entre los dominicanos llamarle «loco« al imprudente o al temerario o al arrojado. La confrontación con Santana a quien amenaza (frente a las mismas tropas que éste comandaba), con hacerle correr la misma suerte de Julio César a manos de su ahijado Bruto es una escena muy ilustrativa al respecto.
Precisamente para evitar que los machetes de los seibanos que lo perseguían por ese episodio de confrontación pudieran descuartizarlo se logra enviarlo hacia Saint Thomas a bordo de una barca que estaba anclada en el Río Ozama y cuyo nombre era Euryale.
Rosa Duarte narra lo que pasó a bordo de dicha embarcación cuando esta se dirigía a Saint Thomas:
«… En el mar amenaza Juan Isidro Pérez sumergirse en sus ondas si no le echan en el Puerto de Plata; el dueño del buque no queriendo aparecer como cómplice en la trágica muerte del joven modelo de patriotismo, valor y amistad, toma rumbo para Puerto Plata, en donde al estrechar en sus brazos al General Duarte, le dice: «Sé que vas a morir, y cumpliendo mi juramento vengo para ir a morir contigo«.
(Apuntes de Rosa Duarte. Archivo y versos de Juan Pablo Duarte. Instituto Duartiano Colección Duartiana Volumen VII Santo Domingo, D.N. República Dominicana -2009-, páginas Nos. 92 y 93)
Es en Puerto Plata donde Juan Isidro Pérez de la Paz recibe los dos primeros apodos con que es conocido en la Historia dominicana: el de «poeta loco« y el de «loco sublime« y esa factura subliminal proviene del Prebístero Dr. Manuel González Regalado y Muñoz, sacerdote católico asignado a la iglesia o templo de Puerto Plata desde mil ochocientos veintiuno (1821), quien tuvo trato con él poco después de llegar Juan Isidro Pérez de la Paz a Puerto Plata y quien en el año mil ochocientos cuarenta y nueve (1849) escribe su obra «Memorias a Pluma de la Parroquia y Fuerte de San Felipe de Puerto Plata « que es donde plasma ambos calificativos. Es decir, que lo de «sublime« se originó en Puerto Plata. Por el calificativo de «poeta loco« Juan Isidro Pérez de la Paz no es muy conocido en el seno de la población dominicana. Ambos calificativos, pues, son de la manufactura del Padre Regalado.
«El Prebístero Dr. Manuel González Regalado y Muñoz asevera, «como irrecusable testigo de vista, en sus Memorias a Pluma de la Parroquia y Fuerte de San Felipe de Puerto Plata -Año de Jesucristo de 1849, que (en mil ochocientos cuarenta y cuatro (1844).GC) «de la barca Euryale hizo tierra en la blanca playa de La Marina (de Puerto Plata), un joven enteco y de nerviosos movimientos«, que era el arrebatado y deslumbrador trinitario Juan Isidro Pérez de la Paz, poniendo en claro tan contundente deposición: cuál fue la ruta exacta de Pérez en la auténtica odisea que vivió, desde el motín del 16 de Julio de 1844, provocado por el fogoso duartista, al «faltar personalmente a Santana (improperándolo y amenazándolo), hasta su más que heroico fabuloso desembarco en la noble ciudad de Isabel de Torres, en cuyas faldas perennemente verdes, murió la suprema y única esperanza de dignificación y dicha de la Patria en 1844, al ser aprehendido Juan Pablo Duarte allí mismo, en la alterosa y hospitalaria casa de campo de Antonio Villanueva, de donde fue trasladado el Apóstol -al amparo de la amistosa y fiadora compañía del respetable caballero Pedro Dubocq- a «la encajonada y sombría celda del sur del Castillo de Puerto Plata«, donde recibió también, «al través de los enmohecidos barrotes de la puerta«, el consuelo de la religión, y la seguridad de que en la futura historia nacional, todos los otros soles del patriotismo, que pudieran brillar en ella, «serían opacados por los rayos del radiante astro trinitario«, vigorosos alientos que le infundió el inmortal Pbro. M. González Regalado y Muñoz, quien de los varios que conquistó el glorioso levita en las todavía no muy bien conocidas actividades de su larga vida procera, y en aquel histórico lugar de pruebas bien conocidas actividades de su larga vida procera, y en aquel histórico lugar de pruebas a donde igualmente acudió solícito Juan Isidro Pérez, a rendirse preso y abnegarse por su Amado Maestro, con quien lo ligaba el indisoluble juramento de que habría de acompañarlo en todos los combates inclusive en el postremo, que para los Redentores suele ser…el de la consagradora Agonía en el Calvario, o…en un cadalso cualquiera.« (García Lluberes, Alcides: Duarte y otros temas, páginas Nos. 206-207)
Los carceleros santanitas de Duarte en El Cubo de Puerto Plata cumplen su deseo y lo ponen a hacerle compañía a Duarte, es decir, lo encarcelan junto a Duarte a solicitud de él mismo. Poco después los envían a los dos en calidad de presos a Santo Domingo.
«…el Padre González Regalado le llama el poeta loco, el loco sublime, en los siguientes párrafos de sus Memorias a Pluma de la Parroquia y Fuerte de San Felipe de Puerto Plata -Año de Jesucristo de 1849: «Debió fulgurar en aquella demanda (la de Juan Isidro Pérez para ver a Duarte, en su prisión de El Castillo de Puerto Plata) ese misterioso hipnotismo con el cual subyugan las grandes almas. A pesar de ser hecha aquella petición por un trinitario prominente y de la severa orden de incomunicación que pesaba sobre el prisionero, el poeta -loco, loco sublime- pudo llegar presuroso a la prisión del martirizado repúblico«. Y cuenta, demás (sic.además.GC) de esto, que Pérez no sólo se hallaba siempre repitiendo, con deleitación única, sonoros versos ajenos; sino que ofrecía también algunos versos suyos, aunque de índole humorística…: los calificativos que emplea el Padre González Regalado al referirse al estado mental de Pérez, datan de 1849, año en que aquél escribió sus Memorias a Pluma de la Parroquia y Fuerte de San Felipe de Puerto Plata, y cuando ya el glorioso trinitario había regresado de su infamante ostracismo, porque era a perpetuidad, padeciendo de demencia.« (García Lluberes, Alcides: Duarte y otros temas, páginas Nos. 207-208)
Le correspondió a Federico Henríquez y Carvajal, en un discurso conmemorativo del 27 de Febrero crearle un tercer y nuevo calificativo excelso a Juan Isidro Pérez de la Paz: el calificativo nuevo que usó respecto del trinitario fue «El Ilustre Loco«. Posteriormente, un puertoplateño, el historiador Emilio Rodríguez Demorizi, publicó en mil novecientos treinta y ocho (1938) un ensayo sobre Juan Isidro Pérez de la Paz titulado así mismo: «El Ilustre Loco«.
Debido a esa publicación de Emilio Rodríguez Demorizi ese último calificativo, «El Ilustre Loco«, ha sido el que ha tenido más amplia difusión entre los dominicanos.