puerto-plataPedro Delgado Malagón

En un informe especial redactado por Llorente & Cuenca, en colaboración con Barna-Business School, se pone de manifiesto una vitalísima realidad: nuestra infraestructura vial constituye un elemento esencial en la notoriedad lograda por el país como destino propicio para la inversión turística e industrial.

Es obvio que un eficiente sistema de carreteras reduce los costos de operación de vehículos y el tiempo de traslado de viajeros y de cargas. Fruto del empeño de la administración pública durante los últimos decenios, el territorio dominicano dispone hoy de una densa red de modernas autopistas y carreteras.
Esta malla vial, además, contribuye al funcionamiento de siete aeropuertos internacionales, de dos grandes puertos para furgones y carga general, además de tres instalaciones para la acogida de cruceros turísticos.

Todos sabemos que en sólo dos horas se llega hoy a los más lejanos centros vacacionales del país; dos horas de Santo Domingo a Punta Cana y a Bávaro; dos horas de Santo Domingo a Samaná y a Las Terrenas.

Entonces se haría uno la pregunta: ¿Por cuáles razones nos hemos olvidado todos de Puerto Plata? ¿Cómo explicar la inexistencia de una autopista moderna para acceder, también en dos horas, desde Santo Domingo al más antiguo, al mejor dotado por la naturaleza y al principal centro turístico del Atlántico?
Trataré, en lo que sigue, de responder (quizá mejor: de responderme) esas
cuestiones.

Antecedentes

Puerto Plata encabezó, hace ya 40 años, el primer gran impulso nacional dirigido a sentar las bases de un establecimiento turístico de gran categoría. Con una envidiable infraestructura hotelera y recreativa, y en la cercanía de un aeropuerto internacional de gran capacidad, la Ciudad Atlántica avanzó los trechos iniciales en un proyecto con metas inusuales en el país. Esto era: satisfacer la demanda de miles de viajeros ávidos de confort, dentro de un idílico espacio de sol y de arena.

Años después, por causas no del todo conocidas, la actividad en torno a la economía turística de Puerto Plata declinó casi hasta la parálisis. Como razones principales, muchos atribuyeron tal infortunio a la obsolescencia y el deterioro de las dos carreteras que permitían el acceso terrestre a dicha región.

Con todo, los empresarios turísticos de la región tratan de cambiar esta realidad. Por ejemplo, la iniciativa privada levanta ahora nuevos hoteles y, a la vez, convierte los antiguos alojamientos de Playa Dorada en ofertas inmobiliarias de atractivos apartamentos, con un campo de golf y una estupenda playa a muy pocos pasos.

En la bahía de Maimón se ha finalizado la construcción de un gran puerto para cruceros. Es obvio, asimismo, que junto a las actividades de Puerto Plata, los polos turísticos de Luperón, Sosúa, Cabarete, Playa Grande y Río San Juan articulan una oferta regional idónea para impulsar la economía del litoral norte del país.

La comunicación terrestre con Puerto Plata

Desde Santiago de los Caballeros, la ciudad de Puerto Plata es accesible sólo a través de dos carreteras: (1) la vía Santiago-Navarrete-Puerto Plata, un antiguo trayecto reconstruido en los años ’70 del pasado siglo; y (2) el viejo camino de montaña (ejecutado con pico y pala, hace más de 80 años) que enlaza Gurabo, La Cumbre, Yásica, Gran Parada y Puerto Plata.

La primera de estas rutas implica un recorrido de poco más o menos 65 kilómetros, entre Santiago, Navarrete y Puerto Plata. El segmento de Navarrete a Puerto Plata (con 45 kilómetros) es una vía de dos carriles con geometría horizontal y vertical obsoleta e inconsistente, que obliga a una conducción errática, con cambios bruscos de velocidad y un alto riesgo de accidentes.

Quienes conocen la geología, los suelos y el régimen hidrológico de la zona, comparten la idea de que ampliar a cuatro carriles los 25 kilómetros centrales del tramo de Navarrete-Puerto Plata implica una tarea costosa, prolongada y socialmente traumática. Esto así, por los numerosos problemas físicos envueltos, además de la obligación de relocalizar miles de familias asentadas durante años en las orillas de la carretera.

La segunda ruta (a través de La Cumbre, Pedro García, Yásica y Gran Parada) es un viejo ‘camino de herradura’ con 40 km de longitud. Su geometría horizontal y vertical es abrupta (curvas cerradas, tramos con pendientes altas y prolongadas), además de carecer de capacidad estructural para el propósito de acoger vehículos modernos, de gran longitud y con pesadas cargas.

Dadas las condiciones físicas y sociales en el entorno de estas dos carreteras, su destino ha de ser el de brindar servicio al tráfico local. Debido al numeroso grupo de familias residentes en ambos trayectos parece obvia e impostergable la necesidad de rehabilitarlos, con el propósito de mejorar sus condiciones generales de operación.

En el mejor de los casos, la categoría de las dos carreteras existentes resulta extremadamente inferior al estándar de calidad que exigiría el tráfico hacia la costa atlántica. El nuevo impulso de esta zona reclama una comunicación terrestre moderna, ágil y con capacidad para soportar los crecientes flujos de vehículos que arribarán a Puerto Plata, centro emisor y receptor de dicha iniciativa.