Los datos de la economía dominicana revelan que su tamaño prácticamente se ha duplicado en los últimos 10 años. Es decir, en el año 2005 el producto interno bruto (PIB) oscilaba los US$36,000 millones y hoy en día supera los US$60,000 millones. De igual manera, la deuda pública se ha triplicado en la última década al pasar de US$11,666 millones en 2005 a más de US$35,000 millones en 2017.
El más reciente informe del Banco Central indica que el PIB dominicano creció en 2016 a un nivel que nos ubica como una de las economías de mayor crecimiento porcentual en América Latina. No obstante, cabe señalar que eso no significa que hemos atraído las mayores inversiones extranjeras, ni exportado la mayor cantidad de productos, ni mucho menos que cada dominicano se ha enriquecido en esa misma proporción.
La agenda económica nacional presenta un retraso importante en cuanto a la redefinición y puesta en marcha de un modelo económico incluyente que genere riquezas, pero a la vez la redistribuya equitativamente, y permita que el sector privado asuma con mayor vigor su rol de ser el gran generador de empleos y riquezas del país.
Sin lugar a dudas, en las discusiones del pacto fiscal establecido en la Estrategia Nacional de Desarrollo (END) se debe contemplar que cualquier intención de aumento de los impuestos por parte del Gobierno debe ir acompañada de medidas de austeridad, transparencia del gasto e inversiones del gasto corriente y de capital definidas en función de las demandas y necesidades de la población en su conjunto.
Se hace necesario una alianza público-privada donde los gobiernos entiendan su rol de promotor y no de retranca para el desarrollo del aparato productivo nacional. Hay que robustecer la industria nacional, de tal manera que podamos revertir la tendencia de la balanza comercial con respecto a otros países. De igual manera, buscar la forma de influir para que los consumidores valoren los bienes y servicios producidos en el país, cuya calidad y precios compitan con los importados. Este debe ser un esfuerzo mancomunado del sector gubernamental y el sector privado (sectores productivos) para crear las condiciones necesarias que permitan un relanzamiento de los sectores industriales sobre la base de la competitividad.
Un aspecto clave en todo este proceso será identificar ventajas comparativas en todo el territorio nacional para luego convertirlas en ventajas competitivas. Para ello debemos especializarnos en los segmentos de producción nacional donde nuestros rivales en el mercado internacional son menos productivos, para luego diferenciarnos de tal manera que la rentabilidad de dichos sectores esté por encima de la rentabilidad media de la competencia. Es un asunto de producir lo que debemos, y no lo que queremos.
El nuevo modelo económico que se defina debe aprovechar los aspectos positivos que nos han llevado donde estamos, y romper con esos esquemas y situaciones que no nos permiten el despegue adecuado para alcanzar el desarrollo que todos deseamos. Por ejemplo, nunca debemos abandonar el turismo, sino todo lo contrario, debemos proteger e incentivar el desarrollo de Punta Cana, del casco histórico de la ciudad de Santo Domingo como atracción turística y de otros polos turísticos en el país.
De igual manera, el modelo turístico debe ir de la mano con un modelo agrícola para suministro de alimentos, así como desarrollar las infraestructuras necesarias que permitan el acceso a todas las bellezas naturales y artificiales del país. La idea es pensar un esquema de desarrollo donde un área se conecte con otras y la sinergia de todas conlleve a un desarrollo integral.
En cuanto a los niveles del desempleo, debemos crear más empresas/industrias y abrir nuevos mercados más allá de nuestras fronteras. Nuestro país tiene una de las poblaciones más jóvenes del mundo, no obstante eso, el 60% del desempleo nacional se encuentra entre los jóvenes de 20 a 39 años de edad. Por tanto, los jóvenes son los más perjudicados con el desempleo.
Necesitamos una tasa de cambio estable y real que apoye la competitividad tanto del turismo como de los sectores exportadores. Sera difícil para la industria manufacturera y para los que exportan ser competitivos sin una tasa de cambio cuyo comportamiento sea favorable para dichos sectores. La idea es crear una cultura de exportación que logre mayor equilibrio en la balanza comercial.
El país no aguanta más medidas económicas y programas coyunturales. El Gobierno no tiene dinero suficiente para su sostenibilidad a mediano plazo. Debemos propiciar reformas estructurales sobre la base de identificar las áreas claves que necesitan un empuje; elaborar planes claros, cortos y coherentes que se cumplan indistintamente de los gobiernos de turno; y tener un apoyo congresual y empresarial que permita llegar a los consensos y pasar las legislaciones necesarias.
Desde nuestra óptica, los insumos básicos para definir un nuevo modelo económico en República Dominicana deben tocar el sector real, financiero, externo y fiscal.
En cuanto al sector real, es decir, el conjunto de actividades económicas vinculadas a los sectores primarios, secundarios y algunas actividades del sector terciario, debemos aumentar la competitividad resolviendo el problema eléctrico, fortaleciendo la institucionalidad, y atacando la delincuencia al aumentar la seguridad ciudadana, entre otros aspectos. De igual manera, crear más empleos y reducir la pobreza y la desigualdad del ingreso.
En cuanto al sector financiero, debemos elevar el acceso al financiamiento, ya que el puente hacia el desarrollo es el crédito. Los mecanismos para financiar a los sectores productivos son escasos y limitados. El acceso al crédito es limitado para la innovación, existe un incentivo perverso de mayores facilidades para un vehículo de lujo que para alguna maquinaria de producción agrícola.
En torno al sector externo, se hace urgente promover una cultura que rompa con el sesgo anti-exportador, además de que hay que salir a los mercados internacionales para enamorar inversionistas que nos permita atraer y aumentar la inversión extranjera directa (IED).
En el sector fiscal hay que mejorar la calidad de la inversión en los sectores educativos y salud; de igual manera simplificar el sistema tributario al ampliar la base e identificar la correcta presión tributaria que debemos tener como nación, todo eso atado y normado bajo la muy necesaria ley de responsabilidad fiscal y transparencia del gasto.
Lo anteriormente planteado no es más que una pequeña parte de los insumos necesarios para el diseño de un modelo económico que garantice el desarrollo del presente y el futuro del país.