Melvin Manon
La cantidad de basura, de estupideces y de mentiras intencionales publicadas a raíz de los atentados que costaron la vida de 20 personas en Paris, incluyendo los policías asesinados, obligan a las siguientes precisiones.
1ro.- Los hombres que perpetraron el asesinato de los periodistas, como bien señala el Primer Ministro turco Recep Tayyip Erdogan, eran franceses y son parte de una población musulmana excluida que se ha rebelado contra lo que ellos consideran, en sentido generacional, la sumisión, la blandenguería y la alienación de sus padres frente a Occidente, frente a los blancos, frente a la Ilustración y el mundo laico.
Esos jóvenes no le perdonan a los musulmanes más viejos su pasividad y su tolerancia ante décadas de maltrato, discriminación, marginalidad y exclusión a que han estado sometidos. Viven estos musulmanes jóvenes un proceso similar al atravesado por ja juventud dominicana de los años 60 que culpaba y condenaba la sumisión de la generación de sus padres a la dictadura de Trujillo.
Ni la generación dominicana aludida ni los marginados de Europa representan como ya se ha dicho, a la comunidad total ni la dominicana en su momento ni la musulmana residente, inmigrante o nacida en Francia.
Su intolerancia para con las caricaturas que se burlan de sus símbolos más sagrados ha sido su manera de responder a la otra intolerancia, de la que han sido víctimas por una sociedad con la que comparten un espacio, pero de la cual no son parte, primero porque los franceses no querían y ahora porque tampoco quieren ellos.
2do.- La minoría de extremistas radicalizados musulmanes actúa en el plano social y político europeo y mundial reafirmando una identidad perdida ahora redescubierta. En los Estados Unidos, Nat King Cole, el gran bolerista negro de los años 50, (el papá de Natalie Cole para beneficio de los más jóvenes) se planchaba el pelo como todos los negros de renombre más la discriminación lo perseguía de tal modo que, en una ocasión, lo pusieron a cantar en español porque se creía que sus días como cantante negro en inglés estaban contados.
Una década después, en un famoso discurso ante una multitud enloquecida de entusiasmo, una dirigente por los derechos civiles de los negros que exhibía uno de los primeros peinados afro de la época afirmó, rotunda y definitiva, en el Parque Central de Nueva York: We are black and we are beautiful.
Aquella mujer se llamaba Angela Davis y era parte de una extraordinaria revolución de alcance global nacida de las entrañas del pensamiento del poeta Aimé Césaire y del psiquiatra y pensador Frantz Fanón ambos nacidos en Martinique quienes reivindicaban en “La Negritud” que los negros no tuvieran nunca más que avergonzarse de ser negros ni pasarse la vida tratando de parecerse a los blancos.
Era un asunto de identidad para los negros como lo es ahora el Islam para los musulmanes, la fuente de la cual derivan su identidad y personalidad pero solamente después de haberse convencido de que jamás serían aceptados como iguales por Occidente.
3ro.- El asesinato por extremistas musulmanes de periodistas y policías ha sido claramente condenado en todas partes pero no todas las condenas son iguales ni lo son tampoco quienes condenan. Los muertos franceses no son mejores ni valen más que las otras víctimas de otras nacionalidades ni confesiones.
No critico el hecho de que Hollande y otros traten de sacar provecho político de la matanza. Sus adversarios, islamistas o no, habrían hecho exactamente lo mismo. Lo que si condeno es que la indignación, el enojo y la denuncia no hayan sido del mismo tono e intensidad que ante las otras víctimas, tanto las que en Yemen, Afganistán o Pakistán han caído pulverizadas por el bombardeo indiscriminado desde un drone o las de los cientos de miles de civiles inocentes asesinados en Iraq, Libia, Siria ni de los 43 estudiantes de magisterio asesinados en Ayotzinapa y dejemos la lista ahí.
Todavía más obsceno que lo anterior es la presencia y el protagonismo, en la gran marcha de protesta en Paris, del primer ministro israelí Benjamín Netanyahu culpable de la matanza de más de dos mil palestinos y, para ser más precisos, del asesinato de 513 niños en solamente siete semanas de ataque a Gaza en Julio-Agosto 2014.
4to.- Yo soy Charlie o Yo no soy Charlie me parecen manifestaciones simplistas por no decir francamente estúpidas. Gente que agredía con el dibujo de caricaturas fue agredida con fuego de ametralladoras. No reconozco el derecho de esos señores a burlarse de lo que para otros es sagrado y menos aún el derecho de los ofendidos a tomar la vida de quienes los ofendieron.
Podría citar, en este sentido, el trabajo de José Antonio Gutiérrez difundido en las redes sociales, pero no hace falta. Francia y Europa deberían mirar con detenimiento los antecedentes y las raíces coloniales de este hecho. “La Ilustración” del siglo XVIII parece haber llegado a su fin dilapidada por nosotros mismos. El auge religioso es mundial y es auténtico.
Un nuevo mundo terrible, fanatizado y violento emerge en sustitución del pensamiento racional y de las instituciones creadas en todo el mundo. Creer que la aplicación de la varita republicana y laica servirá para explicar o conjurar el futuro que se cierne es tan tonto e insensato como esperar que los organismos internacionales e instituciones republicanas cumplan las tareas para las cuales fueron creados.
Por más ominoso que parezca para gente esencialmente laica como quien esto escribe, los que en la misma Francia afirmaron antes: “El siglo XXI será religioso o no será” siguen teniendo razón aunque algunos de ellos como Olivier Roy han preferido afirmar ahora que el auge religioso global, especialmente el musulmán, está falto de autenticidad. Tendrán que ir mas allá de la formulación de slogan, tendrán que superar la superficialidad con la cual se ha estado manejando la tragedia. Frantz Fanon produjo dos grandes libros que bien podrían ayudar a entender los orígenes de esta tragedia.
En “Piel Negra, Mascaras Blancas” asistimos a la alienación mientras que en “Los condenados de la Tierra” podemos comprender la desesperación trágica de millones de emigrantes. La banalización mediática de la tragedia en Francia es un destino innoble para estas muertes como lo ha sido la ignorancia, el descuido y la falta de solidaridad con otras tantas muertes.