Los partidos políticos de oposición ni tampoco sus dirigentes fueron los que concibieron, iniciaron, fundaron, promovieron ni fomentaron el “movimiento verde” contra la impunidad y la corrupción. Fueron personas, grupos y organizaciones de la sociedad civil quienes emprendieron la tarea como una continuación del activismo que habían sustentado antes en las “cadenas humanas” y otras convocatorias. Pero ninguna había concitado tanto apoyo como la marcha del 22 de enero. Ninguna había atravesado tantas demarcaciones y fronteras como esa marcha y hay preguntas obligadas.
(1) ¿qué ha pasado para explicar el cambio? Las noticias sobre la confesión y el acuerdo judicial de ODEBRECHT tuvo dos efectos: uno que despojó al propio gobierno y a muchos neutrales de la venda que tenían puesta en los ojos por conveniencia y los desarmó por completo. Otro que muchos dominicanos se sintieron ofendidos y agredidos por tanto abuso, tanto descaro y entendieron que, con o sin grandes recursos, experiencia, acuerdos etc. había que hacer algo para indicarle al poder que había ido demasiado lejos.
(2) ¿Cambió el país o cambiaron los organizadores? Cambiaron ambos y de repente porque sucede que a veces, un solo hecho o noticia se convierte en la gota que desborda la copa. El caso ODEBRECHT hizo que la gente se sintiera estuprada y que muchos se dijeran: hay que hacer algo. Y lo hicieron respaldando a los que desde el principio denunciaban.
(3) ¿por qué esta marcha tuvo éxito donde otras no lo lograron? La gente podía olerlo, se sentía en el aire el respaldo a la marcha y la perspectiva del éxito empujó y favoreció la marcha porque todos prefieren se parte del éxito incluso si se trata de una protesta. La creencia de que la marcha tendría éxito contribuyó a que lo tuviera. La creencia sustituyó la esperanza.
(4) ¿Qué tienen que ver los partidos de oposición con lo que está ocurriendo con las marchas y con el Libro Verde?
Hay mucho disgusto de mucha gente con todos los partidos y con los políticos. Incluso quienes viven de los partidos, tanto en el propio gobierno como en la oposición están conscientes de ese disgusto pero tienden a subestimarlo. Creen que es pasajero y que no tendrá consecuencias porque al final, hay que ser o estar en un partido para poder llegar a algo. Los partidos apoyan las marchas y el Libro Verde pero lo hacen como los alumnos que llegan tarde a clases: callados, en un rincón y medio avergonzados.
¿Que quiere la gente? Aunque muchos no lo crean, a pesar de todas las necesidades materiales y de todas las precariedades e inseguridades la gente ahora, hoy mismo, quiere un poco de respeto. Parece mentira pero “respeto” es ahora una palabra clave en un país donde ya no se respeta nada. “Respeto” paradójicamente, se convierte en el punto de convergencia que puede reconectar la sociedad civil con los partidos. Muéstrame algo de respeto y te escucharé.
Mientras la sociedad civil hace oposición al gobierno asumiendo así el trabajo que debieron desempeñar los partidos, estos están en maniobras y candidaturas y no van a cambiar. Por lo tanto: la sociedad civil terminará penetrando en los partidos y usándolos como vehículos indeseables pero necesarios o dentro y/o alrededor de la sociedad civil hará emergencia un nuevo proyecto de partido porque a su interior está surgiendo un nuevo liderazgo formado en la protesta, la organización y el compromiso.
El movimiento verde, no es una iniciativa izquierdista ni se inspira en el hambre o la necesidad propia de sus gestores; es la primera ocasión después del ocaso de aquellas izquierdas donde los principios, el contenido y la agenda están por delante de la búsqueda de posiciones de poder pura y simple. Tienen hambre, si, pero de respeto, de justicia de decoro. En esa certidumbre reside su alta valoración en el cuerpo social. Pero ahí también puede estar su debilidad si no saben manejar su relación futura con los partidos.
La palabra clave: respeto.